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En Fuerte Tiuna está la clave

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“Ecuador es un convento, Colombia es una universidad y Venezuela un cuartel”

Simón Bolívar

Sabia es la literatura.

El filósofo australiano-israelí Martin Bubber recopiló Cuentos Jasídicos (Edit. Paidós, 1983). El titulado Tesoro narra la odisea del pobre sufriente quien luego de un sueño revelador busca esa riqueza en distantes sitios y después de múltiples fracasos la encuentra bajo su cama.

Del muy laureado Nobel irlandés Samuel Beckett es el drama Esperando a Godot (Tusquets, 1988), donde muestra el absurdo dilema existencial de dos esclavos dialogantes mientras aguardan a su imaginario salvador y luego de larguísimo tiempo dedicado a mutuos reclamos y agresiones para definir quién de verdad es el esperado, acaban vencidos por el cansancio.

El escritor venezolano Isaac Chocrón expone sobre el escenario teatral caraqueño a sus Animales feroces (1963) en la dura pero inútil catarsis de su propia tradicional familia judía traumatizada por el entorno, en mitad de una década crítica cuando su país recién estrenado en democracia debe retardar sus metas socioeconómicas por el violento acoso guerrillero del castrismo.

Hasta en exceso abundan obras literarias sobre el tema pero escasos políticos las leen, sirven de adorno en sus estantes.

Sabias son las academias y universidades libres. Investigan procesos históricos venezolanos afines o no a las dispersas luchas independentistas de siglos. Por su parte, algunos valientes periodistas ocultos reportan las rencillas y salvajadas entre los jefes de los distintos cuarteles secundarios. Revolucionarios al fin, se autodevoran.

Estudios y reportes coinciden casi totalmente en sus conclusiones, pero tampoco son tomados en cuenta por las actuales dirigencias de los partiditos oficiales y disidentes concentrados en sus intereses individuales y grupales.

¿Cuál es el fenómeno de fondo, genético, que impide con dilaciones y trucos la recuperación de una democracia estable? Se sabe. El militarismo incrustado en los orígenes de la nación, pues al finalizar la guerra anticolonialista por él dirigida, Simón Bolívar encontró a su tierra natal devastada por el sismo de 1812 y las continuas batallas, urgido de compensar materialmente a su personal militar triunfador, les repartió aquel inmenso erial convirtiéndolos en terratenientes que fundaron el país productivo legado a su descendencia, los “grandes cacaos” que el petróleo derivó en oligarquías hereditarias luego en burocracias policlasistas que en la breve democracia sembraron una nueva clase media. Poco amenazados por combates ideológicos internos, pudieron reaccionar a la cabeza de una organizada resistencia civil clandestina contra la dictadura de Pérez Jiménez, adhieren al Pacto de Puntofijo y por cuarenta años defendieron las fronteras nacionales contra el invasivo terrorismo castrista, fieles a los precisos mandatos constitucionales. Admirados y queridos por la sociedad.

Desde hace dos décadas el chavismo paracaidista los sometió a su narcorrupta casta de etiqueta comunista y lujos multimillonarios, uniformada vendepatria obediente a Cuba cuadrada con la guerra de Putin, el primer Atila del siglo XXI. La corona ministerial y su mafia, el generalato del Alto Mando, son el factor básico de por qué ningún diálogo, negociación o sufragio los destrona. Fuerte Tiuna usa el llavero que manda sobre los delincuentes palaciegos de Miraflores. Reprimen, censuran, asesinan ejecutan, expulsan. Odiados y temidos por la desarmada impotente población civil, que a su vez perdió confianza en el incapaz y bastante complicitado y anacrónico sistema partidista, tan necesitado de urgente relevo generacional para que sea un nuevo equipo, limpio de polvo y paja, el que participe en unas primarias. Las repetidas alianzas opositoras, como la presente, diseñadas y convenidas con el régimen, en esta ocasión resulta más peligrosa, porque relegitimará por tiempo indefinido  a Maduro, es decir, al militarismo criminal.

Se sabe. Pocos lo admiten públicamente. Entre quienes sí abren la llaga putrefacta del poder absoluto manu militari destaca el bisturí de Alexis Alzuru, doctor en Ciencias Políticas, magister y licenciado en Filosofía, profesor jubilado de la Universidad Central de Venezuela, según escasos datos obtenidos a través de  Internet. Su compacto artículo titulado “Vladimir Padrino López” (en la web del diario Tal Cual este julio 29 y que vale reproducir traducido para la prensa internacional) retrata la radical irresponsabilidad del militarismo que en nombre de su patria bolivariana secuestra, saquea y vende a Venezuela para aislarla de las democracias occidentales. Sin pelos en la pluma se sirve de frases contundentes: “Padrino desplazó a Maduro porque es el hombre que garantiza a China, Rusia e Irán una FANB comprometida con desalinear a Venezuela”,“Maduro es la fachada de una élite militar que monopoliza el poder del Estado”.

Tragedia muy a la vista cotidiana. Pero no interesa a consumidores en bodegones, hoteles cuatro estrellas y diversiones a granel, propagandas al fin porque son mecanismos que complicitan automáticamente a los sostenidos con el dineral sucio regalado por poderosos intocables que se adornan con medallitas doradas ganadas en su deshonrosas maniobras contra la destruida democracia liberal constitucional.

En el siniestro Fuerte Tiuna revolucionario, gran cuartel de cárteles, está la llave que abrió el infierno.

¿A quiénes corresponde cerrarlo?

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