Luego del triunfo de Francia en el Mundial, donde ellos metieron los goles y Croacia puso el fútbol, lo menos que podemos hacer es brindar con burbujas auténticamente francesas y no pueden ser de otra región sino de Champagne, cuna de los espumosos desde que un monje logró darle vida a uvas poco maduradas que no servían para hacer otro tipo de vino. La región de Champagne, con la estricta regulación que rige la producción de sus prestigiosos vinos, delimitada geográficamente y sujeta a ciertas cepas, está dominada por grandes marcas asociadas al lujo y con un incesante despliegue publicitario. Junto a ellas hay todavía unos pocos productores independientes que se manejan al margen de lo fashion y que insisten en seguir haciendo las cosas como sus antepasados. Aquí, más que la moda y el mercadeo, manda la tradición. Esta pequeña casa familiar, ubicada en Mesnil-de-Haut, cerca de Festigny, utiliza su propia producción, pero también adquiere uvas de otros productores. Las tres cepas tradicionales, pinot meunier, pinot noir y chardonnay, provienen de tres zonas debidamente diferenciadas donde la uva se expresa a su máxima capacidad. Este champagne compite con los grandes nombres y sus burbujas no tienen nada que envidiar a nadie. Valen por su propio peso. Pueden comenzar con el Charles Mignon Brut Grande Tradition, satisfacción garantizada. Y dentro de lo que cuestan hoy los champagnes, este se ubica entre los más accesibles.
Distribuye: Productos del Sur
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