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Después de Ucrania ¿China invade a Taiwán?

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La reciente visita de Nancy Pelosi, líder de la Cámara Baja del Congreso de Estados Unidos, a Taiwán generó una reacción inmediata de China a través de ejercicios militares que llegaron hasta el mar territorial de Taiwán para insistir en su mensaje que Taiwán pertenece a China y Estados Unidos no debería de participar en este conflicto. Sin embargo, el presidente Biden, en su visita a Japón en mayo de este año, hizo un paralelismo entre el ataque de Rusia a Ucrania y la posible invasión de China a Taiwán e indicó que Estados Unidos estaría dispuesto a defender militarmente a Taiwán. A los pocos minutos, el Departamento de Estado americano suavizó sus comentarios enfatizando la política ambigua hacia Taiwán según la cual no está comprometido a defender a Taiwán, pero tampoco lo niega.

La posible invasión de China a Taiwán es mucho más compleja que la invasión de Rusia a Ucrania dado el alto nivel de desarrollo económico y tecnológico de Taiwán y la alta relación comercial entre ambos países. Históricamente, los primeros habitantes de la isla de Taiwán fueron tribus que parecen provenir del sur de China, y Taiwán aparece en los récords chinos desde el año 239 a.C., lo cual es usado por Pekín para reclamar a Taiwán como parte de su territorio. En 1895, Japón adhiere a Taiwán al ganar la primera guerra sino- japonesa pero después de la Segunda Guerra Mundial,cede este territorio y la República de China (RDC) o Taiwán, como se la conoce, toma posesión de esta región.

Luego de la guerra civil entre el gobierno del Kuomintang y el Partido Comunista Chino que llevó al poder a Mao Tse-tung, el líder derrocado, Chiang Kai-shek, se trasladó a Taiwán con parte de su gobierno y un importante grupo de élite que, junto con significativos recursos económicos, permitió a Chiang Kai-shek formar un gobierno en exilio y gobernar Taiwán por 25 años. Si bien la Constitución de Taiwán se estableció en 1947, el país estuvo bajo la ley marcial hasta 1987, desde cuando comenzó a transformarse en una democracia multipartidista. Durante este período, también llevó adelante una política de sustitución de importaciones, y gracias al apoyo económico de Estados Unidos, logró desarrollar una industria local. En los sesenta, gracias a los bajos costos de mano de obra y a las políticas gubernamentales de apoyo a la exportación, Taiwán se transformó en el principal país exportador de productos intensos en mano de obra, como juguetes o zapatos, convirtiéndose en uno de los cuatro tigres asiáticos. En los setenta, Taiwán diversificó su aparato productivo hacia las industrias pesadas como las de acero y petroquímica, pero a su vez enfrentó la competencia de otros países del sureste asiático. Por ello, reorientó su política industrial al desarrollo de la ciencia y la tecnología más que al uso de la mano de obra barata. Esto llevó al desarrollo de parques tecnológicos que permitieron la emergencia de la industria de alta tecnología y colocó a Taiwán como el principal productor de semiconductores, que es la base de la industria de computación y el resto de las industrias que dependen de ella, como la automovilística.

El crecimiento de Taiwán también ha llevado a una alta relación comercial con China que beneficia a ambos países, pero a la vez ha aumentado la vulnerabilidad política de Taiwán ante cualquier cambio de la política comercial china. Con este escenario, la amenaza de una posible invasión China a Taiwán se convierte en una posibilidad que puede concretarse en los próximos cinco años, dado el mejoramiento de la capacidad militar china, la visión y perspectiva política de Xi Jinping, el presidente de China, y el gran beneficio para China de anexar una región con alto desarrollo económico. La anexión de Taiwán le permitiría a China dar un salto en la industria estratégica de alta tecnología ya que actualmente Taiwán controla el 65% de la producción de chips de computadoras mientras que China solo 5%, lo cual le daría una gran ventaja tecnológica, así como la posibilidad de extender su hegemonía en el ciberespacio con un mayor acceso a recursos para el espionaje y ataques cibernéticos. Adicionalmente, China lograría mejorar su posición en el ranking mundial de producto interno bruto per cápita, y su presencia militar en la región pacífica occidental que puede hasta afectar las bases militares de Estados Unidos en Guam y Hawái.

Aunque China quiere anexar a Taiwán bajo la política de “un país y dos sistemas” como lo ha hecho con Hong Kong y Macau desde 1997 y 1999 respectivamente, pero el control totalitario que ha impuesto sobre Hong Kong con la Ley de Seguridad Nacional de 2020, permite anticipar el destino de Taiwán si se anexara a China, como se puede esperar de Ucrania si se anexara a Rusia. Este conflicto entre totalitarismo y democracia se encuentra al seno de la nueva guerra fría en que el eje Pekín-Moscú están buscando mecanismos de expansión a nivel territorial, económico político y cibernético.

La unión de Estados Unidos con Japón y Corea del Sur, aunque China ha tratado de separar a Estados Unidos de sus otros dos aliados, representa un freno importante de una posible incursión militar china en Taiwán. Más aún, el apoyo de la OTAN a Ucrania ha servido para que China actúe de una manera más cautelosa y su retórica es mayor que sus acciones en el caso de Taiwán. Esto explica que ante la visita de Pelosi optó por ejercicios militares como una señal de advertencia, pero sin ninguna acción bélica directa.

El riesgo de mayor injerencia china también existe sobre otros países en Latinoamérica que han aumentado significativamente su dependencia económica con China. Como en el caso de Taiwán, una política de diversificación económica que reduzca su dependencia con China y una mayor innovación empresarial y tecnológica gracias a una alianza del sector público y privado y al reforzamiento de los acuerdos de comercio regionales pueden ayudar al desarrollo autónomo del resto de países emergentes dentro de un marco democrático.

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