Por largo tiempo, primero en Venezuela y luego acá en Colombia, he tratado de hacer ver al liderazgo democrático la necesidad de la lucha ideológica frente al socialismo del siglo XXI, es que la miopía intelectual de las élites en nuestros países ve a sus líderes como simple contendores, que en unas elecciones compiten por el poder y que si ganan pues en el siguiente torneo electoral se les gana ante el fracaso de sus políticas. Este fracaso es cierto, pero que vuelvan a ver elecciones democráticas no. Luego la lucha por el poder de estos sátrapas del socialismo del siglo XXI se debe enfrentar como una lucha existencial, en las elecciones en las cuales llegan estos señores al poder, se le va la vida a la democracia, pues el fin de esos líderes del socialismo del siglo XXI, es precisamente asesinarla desde adentro.
Esto no lo vieron los líderes políticos y empresariales de Venezuela en 1998 con Chávez, algunos quisieron manipularlo pensando que con su poderío económico podrían dominarlo y que este sería un peón de sus intereses, por eso les pusieron sus canales de TV, sus periódicos y sus bancos a disposición; otros simplemente lo vieron como un fenómeno folklórico y ante la premisa “Venezuela no es Cuba “no previeron la magnitud del peligro, pero ambos tienen la excusa cierta de haber sido los primeros en afrontar una justa electoral en donde el socialismo del siglo XXI intentase llegar al poder; no tenían la experiencia y por lo tanto se les puede perdonar la ingenuidad.
Pero que 24 años después se cometa el mismo error en Colombia es inexcusable. El liderazgo político no quiso hacer un frente unitario que polarizase con argumentos ideológicos sólidos desde mucho antes del inicio de la campaña de Petro, de manera de hacer ver el peligro de este y el liderazgo económico o simplemente lo aupó, con el único fin de ganar réditos económicos en el gobierno, haciendo repetir exitosamente la premisa de Lenin “los capitalistas venden la soga con la que los van a ahorcar”, y los que no, no hicieron un frente para enfrentarlo, como sí lo hicieron para venderse al discurso de la paz de Santos.
Ahora hay una tranquilidad porque Petro nombró a Ocampo y en el área económica pareciera dominar el Petro dialogador de la última fase de la campaña y no el fundamentalista de izquierda que siempre ha sido. Craso error pues el gobierno de Petro propenderá a ser radical dentro de los lineamientos del marxismo cultural que buscará imponer los postulados del socialismo del siglo XXI. Quizás no tanto en lo económico (en lo cual quizás se acerque a la línea china de dejar un régimen de mercado combinado con un Estado totalitario), pero sí en políticas progresistas del marxismo cultural, que busca la aniquilación del Estado democrático a través de la disolución de sus instituciones.
Petro quiere aniquilar la democracia colombiana a través de la tesis gramsciana del marxismo cultural. Es esa guerra cultural la que desde hace décadas el marxismo ha estado haciendo y la ganó por pasividad del liderazgo democrático, las Iglesia Católica está tomada por la teología de la liberación, los medios por el sorismo, las instituciones educativas por las élites marxistas en la educación básica FECODE en las universidades por la “intelligentsia” de izquierda, y así sucesivamente toda la sociedad.
El marxismo de Petro y su gobierno en consecuencia no seguirá las líneas de la lucha de clases del bolchevismo sino la guerra cultural del neomarxismo predicado por Laclau: será la concatenación de luchas de sectores “oprimidos” la que impondrá la dominación comunista. La guerra cultural implica la aniquilación de las instituciones fundamentales. ¿Cuál es la base de la sociedad? La familia. Por lo tanto, el marxismo cultural ha tenido como primer elemento de ataque destruirla y ello lo ha hecho, destruyendo la cultura familiar de la sociedad. Con el relativismo cultural, base de esta ideología neomarxista, se inculca desde niño, que no es la familia tradicional, de padres e hijos, la base de la sociedad, sino a que cualquier juntamiento de personas, independientes de su sexo y sin ningún patrón de conducta normativo se le puede llamar familia. No teniendo pues la sociedad su base, pues lógicamente se desmorona.
Es este discursi progresista el que se impondrá desde el Ministerio de la Igualdad de Francia Márquez: el feminismo radical, la predominancia de la narrativa LGTBQI, el indigenismo, el racismo inverso (antiblanco) y toda una retahíla de barbaridades discursivas que tiene por objeto la imposición del marxismo cultural será la base directriz del gobierno de Petro.
El otro pilar de la sociedad es la Iglesia. A ella se le ha minado también desde el marxismo cultural, con la teología de la liberación. Al introducir el marxismo, como el nuevo evangelio de la Iglesia, sustituyendo al Jesús-Dios, por el Jesús- revolucionario, al relativizar el contenido de la Palabra, jerarquizando el contenido material sobre el divino. Al priorizar la labor revolucionaria del cura o pastor, sobre la catequística, la Iglesia pierde su rol de fundamento de la sociedad y por lo tanto su ascendencia sobre los individuos.
Y así sucesivamente el marxismo cultural ha dislocado la sociedad occidental haciéndola susceptible de la ofensiva del comunismo, hoy eufemísticamente llamado socialismo del siglo XXI. Es por esto que el liderazgo democrático en nuestros países ha sido tan débil, por no decir indolente, en enfrentar al socialismo del siglo XXI. Obviamente es desde la paz que se estructurará toda esta dominación del marxismo cultural y para ello es que se han hecho las designaciones radicales en la Consejería para la Paz y en la Unidad de Restitución de Tierras.
El comisionado de paz, Danilo Rueda, director y representante de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, organización que se declara abiertamente en favor de la insurrección guerrillera: “Comprendemos que las expresiones de rebelión armada a través de las guerrillas existentes en Colombia han nacido en convicciones éticas y políticas de transformación de una sociedad estructuralmente injusta, excluyente, antidemocrática…En su historia, los grupos guerrilleros en Colombia, por los imperativos éticos que los inspiran, han construido modos y mecanismos de exigencia interna y externa de su actuación con la población, que le son obligantes y les han diferenciado del Estado al que pretenden transformar” (https://www.justiciaypazcolombia.com/quienes-somos/#).
No vemos la forma como un comisionado de paz, funcionario público representante del Estado que busca la eliminación de la violencia a través de mecanismos de diálogo con grupos ilegales, dentro de la normativa democrática que impera en un Estado de Derecho, sino un “yo con yo”. Esto entre un funcionario que legitima la insurrección como alto representante del Ejecutivo y un representante de una institución que reivindica el derecho a la insurrección armada por parte de una minúscula porción de la población. La designación de Rueda es, en pocas palabras, la rendición del Estado ante el ELN y demás grupos delincuenciales. Por cierto hay quienes avizoraron ello desde las visitas a ”la Picota”, en donde estaría demostrado que acompañó al hermano del presidente electo, Juan Fernando Petro, a conversaciones con los grandes capos de la droga y líderes del Clan del Golfo, para negociar el apoyo de estos a Petro, a cambio de impunidad (https://elexpediente.co/nuevo-encuentro-de-juan-fernando-petro-con-extraditables-y-el-clan-del-golfo/).
Finalmente, la designación del director de la Unidad Nacional de Restitución de Tierras, Giovani Yule, dirigentede la minga indígena, secuestrador de militares, consejero mayor del Consejo Regional Indígenadel Cauca (CRIC), organización acaparadora de tierras en el Cauca y que lucha por la invasión de muchas más, en particular las de propiedad de los ingenios azucareros, con la finalidad de acabar con tan importante sector productivo agroindustrial. ¡Es el colmo de la barbarie imbricada dentro del Estado, para lograr la meta de su destrucción desde dentro!
Yule estuvo liderando la minga indígena del Cauca que llegó hasta varias ciudades en medio del Paro Nacional de 2021, que generó bloqueos, violencia e incertidumbre durante varios meses. “El nombramiento ya genera algunas dudas especialmente en el sector del agro que se pregunta cuál será el enfoque de Yule con respecto al tema de la tierra y si se centrará en su región, el departamento del Cauca. Lo que sí ha dicho es que su metodología estará más centrada en la Pachamama que en los mercados, algo que ya genera dudas en varios sectores y que podría tener incidencia en la economía del país”(https://www.semana.com/politica/articulo/giovani-yule-de-lider-de-la-minga-indigena-a-dirigir-la-unidad-de-restitucion-de-tierras-quien-es-el/202240/ ).
En conclusión, Petro quiere imponer como gobierno las banderas del progresismo internacional, haciendo la revolución cultural que preconizaba Gramsci y que actualizó Laclau, el neomarxismo ya no hace énfasis en la lucha económica, pues el proletariado ya no existe, sino en las luchas sociales, creando conflictos inexistentes entre grupos manipulados por el discurso neo marxista, que se ven oprimidos imaginariamente o en realidad pero que no es con la guerra cultural que serán liberados. Es en esta lucha ideológica que la democracia liberal se debe afianzar para poder derrotar al socialismo del siglo XXI, en Colombia se tiene el reto de armar rápidamente un discurso ideológico que le haga frente a este intento de aniquilación social del pacto histórico o la dictadura del socialismo del siglo XXI se consolidará impunemente.
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