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Un asesino menos

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Ayman al Zawahiri

El mundo es un lugar mejor hoy. Los Estados Unidos han dado de baja en la lista de terroristas internacionales a Ayman al Zawahiri, uno de los asesinos más perniciosos del mundo que vivía en una zona residencial de Kabul. Queda claro que la alianza estratégica entre Al Qaeda, el grupo criminal dirigido por Al Zawahiri, y el Gobierno talibán seguía funcionando con la misma sintonía que cuando, siendo segundo de Osama bin Laden, dirigió en 2001 desde Kabul la logística para ejecutar el 11-S.

Su deriva hacia el terrorismo empezó en 1980 en una clínica de El Cairo donde era cirujano y fue reclutado para atender a los yihadistas que combatían la resistencia afgana contra la ocupación soviética. Allí se cruzó con Bin Laden y empezó una alianza que sólo ha finiquitado la muerte. Ambos eran de familias acomodadas, tenían estudios universitarios, eran muy devotos y estaban enfrentados políticamente a los Gobiernos de sus respectivos países: Egipto y Arabia Saudí.

Ayman al Zawahiri fundó la Yihad cuya estrategia era perpetrar los atentados más brutales con el máximo número de víctimas civiles con el objetivo de captar la atención de la opinión pública. Cuando unió la Yihad con Al Qaeda, la gente de Bin Laden asumió esta estrategia. También se inventó la estrategia de filmar conversaciones con los terroristas suicidas antes de que perpetraran sus crímenes. Era otra forma de garantizarse cobertura mediática. El que tomaba las decisiones de los atentados que había que perpetrar y cómo debían ser realizados era Ayman al Zawahiri. Bin Laden generaba los recursos para perpetrarlos, que no era poca cosa. Y fue Al Zawahiri quien impuso su tesis de que lo primero era atacar a los Estados Unidos como forma de unir a todos los musulmanes bajo un califato planetario. Verdaderamente, era un angelito. Todavía habrá quien hable de asesinato de un hombre que tenía la guerra declarada a Estados Unidos y vivía amparado por un régimen que oprime a las mujeres y ejecuta a los homosexuales, que tantos derechos tienen en España y tan pocos derechos deben tener en algunos países amigos de la extrema izquierda española. Como Irán, por ejemplo.

Desde el punto de vista de la política doméstica norteamericana, el golpe dado por el presidente Biden sin duda ayuda a paliar la catastrófica imagen que se ganó hace un año con la salida casi vietnamesca que hicieron las tropas norteamericanas de Kabul. Este ataque es el primero de los norteamericanos en territorio afgano desde la evacuación de agosto del año pasado. O, al menos, el primero del que tenemos noticia. Hay que destacar el mérito de una operación así cuando, en teoría, Estados Unidos ya no tiene puntos de escucha sobre el terreno. Aunque tampoco hay que ser demasiado optimistas y creer que esto pueda ser el comienzo de una ofensiva contra campamentos de Al Qaeda y el Estado Islámico dentro de Afganistán.

La conclusión que debemos sacar de esta exitosa operación es que si no se hizo antes fue porque no había la información para poder ejecutarla. Que los satélites norteamericanos vigilaron la vivienda de Ayman al Zawahiri durante meses antes de acabar con el terrorista mientras se asomaba al balcón. Y que Estados Unidos sigue teniendo una política exterior de Estado. Gobierne Bush, Obama, Trump o Biden. Jamás y en ningún asunto una política veleta como la de Sánchez en el Sáhara.

Artículo publicado en el medio español El Debate

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