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Francisco Bravo y su viaje a través de las ambigüedades del placer en la filosofía de Platón

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Por GABRIELA SILVA C.*

“Aspiro a que este primer estudio de conjunto de uno de los problemas más recurrentes y fecundos en la filosofía de Platón siga contribuyendo a avivar la atención de estudiantes y especialistas al inagotable y siempre inspirador pensamiento de los primeros filósofos”. Estas son las palabras con las que el profesor Francisco Bravo corona la presentación, en sus primeras páginas, de su libro Ambigüedades del Placer. Ensayo sobre el placer en la Filosofía de Platón. Pienso que las aspiraciones manifestadas allí por el profesor se habían cumplido desde hace tiempo, tiempo en el que él estaba aún físicamente entre nosotros (porque estoy segura de que su alma nos sigue acompañando desde alguna morada elevada y luminosa), puesto que sus estudios eran ya piedra angular en las disertaciones de quienes, en comparación con él, comenzaban a enamorarse de la filosofía platónica, y, más aún, de la faceta del filósofo ateniense como filósofo del placer. Me incluyo entre estos enamorados.

Tuve el honor de conocer al profesor Bravo hace unos 14 años, cuando culminaba mi licenciatura en la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, y me iniciaba allí como profesora. Fue en ese momento cuando lo tuve ante mí por primera vez en persona, aunque ya llevaba tiempo conociéndolo a través de sus textos sobre filosofía platónica, en los cuales me apoyé como estudiante, y sus textos sobre teoría platónica del placer, los cuales comencé a explorar precisamente para mi tesis de licenciatura, de la mano del profesor José Luis Ventura, quien, de hecho, fue quien nos presentó. Este primer encuentro en persona se dio en ocasión de una reunión, en los espacios de la UCV, de la incipiente Sociedad Venezolana de Estudios Clásicos (Sovecla), y recuerdo, como si fuera ayer, al profesor Ventura acercándose al profesor Bravo y diciéndole: “Ella es de quien le hablé, que lo cita en su tesis sobre el Filebo”, a lo que él respondió, mirándome con ojos sorprendidos, “El Filebo es un diálogo muy difícil”. Recuerdo, asimismo, haberme sentido pequeñita en su presencia, impresionada por la miríada de conocimientos y experiencias que se asomaba en sus palabras, y, para ser honesta, aún hoy me siento pequeñita ante su recuerdo, ahora que ha emprendido su viaje hacia la eternidad.

Al mismo tiempo, reconozco, con gran calidez en mi corazón, que las diferencias en conocimientos y experiencias que lo separaban de mí, una joven profesora que apenas iniciaba su bitácora, no fueron impedimento para que el profesor Bravo me hiciera sentir muy cercana, y me ofreciera una confianza y un apoyo que nunca habría imaginado. Así, considero que mi afecto e interés por la filosofía de Platón, que inició en las aulas de la UCV durante  mis tiempos de estudiante, se avivó y se selló definitivamente, ya orientada hacia la rama dela teoría platónica del placer, cuando escribí mi tesis de licenciatura, y, posteriormente, la de maestría, bajo la dirección del profesor Ventura, y bajo la gran influencia del profesor Bravo que, en esa última, fue todavía más fuerte, ya no sólo a través de su palabra escrita, sino por su acompañamiento. Indudablemente, las conversaciones que en aquel entonces mantuvimos, sus explicaciones iluminadoras y su guía fueron y siguen siendo un factor determinante en mi decisión de seguir ese camino de reflexión.

La confianza que me ofreció el profesor Bravo cristalizó, entre otras cosas, en su petición para que le acompañara a hacer la presentación, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven) de 2016, de su magnífico libro Ambigüedades del Placer. Ensayo sobre el placer en la Filosofía de Platón, al cual me referí al comienzo de este escrito, libro que había sido editado por primera vez por la Academia Verlag en el año 2003, y estaba, ahora, por ser editado en nuestro país por Monte Ávila, como parte de la colección Pensamiento Filosófico. Luego, una vez más, con esa nueva edición ya impresa y a la venta, le acompañé en la Filven de 2017.  En esa oportunidad, estuve a su lado haciendo una reseña del texto, que ya para ese entonces ocupaba un lugar muy especial en mi biblioteca, dado que había sido una referencia fundamental en mi tesis de maestría. Algo nerviosa, presenté mi reseña ante la audiencia y ante el profesor, temiendo no hacerle justicia, pero, al terminar el acto, y después de que estampara su firma en los ejemplares de algunos asistentes, se me acercó y me expresó un sentido agradecimiento que nunca olvidaré. “No pudo haber sido mejor”, me dijo.

Si bien para el momento de la edición de Ambigüedades en nuestro país, el profesor ya había publicado numerosos artículos sobre psicología platónica del placer en la revista de la Escuela de Filosofía de la UCV, Apuntes Filosóficos. Es, ciertamente, en dicha obra, fruto de su investigación cuando aún estaba activo en las aulas de la mencionada Escuela y presidía la Sociedad Platónica Internacional, donde condensa maravillosamente sus más acuciosas reflexiones sobre esta faceta tan interesante y apasionante del filósofo ateniense. Embarcarse en su lectura supone hacer un verdadero viaje, conducido bella y rigurosamente por la palabra precisa del profesor Bravo, un viaje que busca mostrarnos la evolución de la doctrina del placer a través de varios diálogos de Platón, así como las diferentes perspectivas desde las cuales dicha doctrina puede ser considerada.

El texto comienza con una revisión historiográfica, que permite contextualizar la discusión sobre el placer en la cultura griega, para luego dar paso, en un segundo movimiento, a un análisis de la naturaleza del placer en Platón desde diferentes ópticas: física, fisiológica, psicológica, ontológica y espistemológica. En la tercera parte, Bravo se dedica a hacer una exploración de varios escritos platónicos mientras hace una transición a consideraciones de carácter ético. Así, encontramos un desarrollo que nos lleva, desde Fedón, Protágoras y Gorgias hasta República, Filebo y Leyes, en un intento de responder a la pregunta sobre el lugar y valoración del placer en la vida humana, y, también, el tratamiento de la cuestión de si Platón puede o no ser calificado como un filósofo hedonista.

Resaltan los análisis correspondientes al Filebo, que, como él mismo Bravo me expresó cuando nos conocimos, es un diálogo muy difícil; no obstante, tan difícil como exhaustivo, exuberante y hermoso. Este diálogo requiere particular atención, pues, es en sus pasajes donde encontramos la teoría platónica del placer alcanzando su punto culminante, cosa que el profesor nunca perdió de vista, y es la razón por la cual dedica gran parte de su libro a estudiar la tesis del placer-repleción allí desarrollada junto a sus implicaciones, a saber, la clasificación de los diferentes tipos de placer, la tensión entre placer y dolor, la distinción entre placer falsos y verdaderos, y la conexión entre estos últimos y la plenitud y virtud humanas. A partir de su extensa investigación, Bravo concluye que Platón no es un filósofo propiamente antihedonista, pues su actitud de rechazo hacia el placer está dirigida específicamente a aquellos placeres que son desenfrenados y no contribuyen en nada a la construcción de una vida temperante y examinada; del resto, encuentra, en el filósofo ateniense, a un defensor de un hedonismo ético eudemonista, lo cual significa que reconoce el aporte representado por cierto tipo de placeres, estos son, los consagrados al conocimiento, la belleza y la virtud, a la realización plena de una vida examinada y feliz.

Merece la pena notar que, al comienzo del libro, en su presentación, el profesor Bravo lo ofrece a sus estudiantes y colegas de la Universidad Central de Venezuela, donde, señala, comenzó a concebirlo. Esto habla del lugar que la Escuela de Filosofía ocupaba en su corazón y su pensamiento, cosa que era también manifiesta en las oportunidades que el profesor, ya jubilado, regresó a ella, con la mejor disposición, para ofrecer variadas ponencias en ocasión de congresos o de la Semana de la Filosofía. Así, Ambigüedades toma la forma de un regalo, uno dirigido a todos los enamorados de la filosofía, de Platón, y de la teoría platónica del placer.

Y se trata de un regalo que me toca muy personalmente, pues el libro, y lo que él representa, forman parte de mis mejores recuerdos junto al profesor. Más que un libro, es, para mí, la reminiscencia de tiempos de frecuentes conversaciones, de preguntas y respuestas, de explicaciones totalmente iluminadoras, de mil anécdotas y hasta de historias que nos invitaron a reír. Fue justo en medio de esas frecuentes conversaciones que el profesor aceptó ser, para mi absoluta alegría, tutor de mi tesis doctoral, aun cuando ya se había retirado de la actividad docente y de tutoría, planteándonos continuar trabajando en la misma línea de investigación que nos reunió. Ahora, en su ausencia física, y con ese proyecto lamentablemente inconcluso, me siento, no obstante, más atraída y motivada por la lucidez y la claridad del profesor, y de las que Ambigüedades del Placer es una muestra patente, a continuar con aquello que proyectamos, y a seguir paseando mi pensamiento por los linderos de esta fecunda rama de la filosofía de Platón.

Conservo mi ejemplar del libro, con una entrañable dedicatoria del profesor Bravo plasmada en su primera página (firmada, por cierto, aquel día feliz en la Filven de 2017), como uno de mis tesoros más preciados, y, asimismo, atesoro el recuerdo de su mente brillante y su guía en mi memoria, con el cariño y la admiración que guardan los discípulos a sus maestros. Y ciertamente fue Francisco Bravo un maestro para muchos, y lo seguirá siendo, por cuanto su legado filosófico será cuidado y transmitido a nuevas generaciones por aquellos que tuvimos el honor y el placer de conocerle, y que deseamos que su alma alada esté ahora, y para siempre, deleitándose en la luz y la belleza de algún lugar más allá del cielo.

*Profesora de la Escuela de Filosofía-UCV.

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