Hace precisamente un mes se celebró en Venezuela ese día glorioso amparado por Dionisos, Baco y hasta por Nuestra Señora del Silencio, matrona de los cómicos ¡Y la fiesta continúa y continuará, sigue y seguirá creciendo! Creciendo, expandiéndose en euforia, en reciedumbre, en hondura y en número de personas que cada día se unen a sí mismos y a esta corriente alterna donde no queda títere sin cabeza porque todos los títeres tienen su cabeza ahí, bien puesta, y si se la quitan se la volvemos a poner para volvérsela a quitar y seguir bajando y subiendo el telón, aunque no haya telón y la calle sea el escenario.
Teatro. Trayectoria alterna donde todas las emociones vienen del fondo y salen a decir lo suyo, a decir: esta boca es mía. De Cantaura a los pueblos del sur en Mérida, de todos los Andes y hasta todos los caños del Delta del Orinoco, de Barcelona hasta Portuguesa, de Guatire y hasta los centros de Caracas, de este a oeste, de sur a norte, de polo a polo, la fuerza es incontenible y seguirá a contracorriente ¡porque descubrimos -heredando el tiempo- que es una de las mejores maneras de celebrar el milagro de la vida, de reinventarnos y entonces saber que ¡sí es posible cambiar y ser más excelsos! Porque descubrimos hace tiempo que los legados son para seguirlos, desarmar y armar los nuevos tiempos, sumar y multiplicar, echando raíces y zumbando ramas al cielo. Haciendo bosque con árboles milenarios y florestas nuevas. Construyendo mientras se sigue cultivando. Investigando, inventando y creando mientras continuamos cosechando.
A quienes oficiamos este arte en el mundo y, sobre todo en Venezuela, nos asiste la razón y la sinrazón. Nos resguarda la razón de los aplausos de quienes vienen a ver las funciones. La razón de sus lágrimas, de sus risas, de sus lamentos, de su boca abierta ante los espejos que les mostramos. Nos afianza la razón de las niñas y niños que una vez vinieron al teatro y se quedaron para siempre a vivir en él. Nos favorece la razón de los jóvenes que comparten este don civil, hecho con los elementos, con aire y tierra, porque les encanta mojarse en estas aguas y volver al día siguiente a recibir fogosamente las lecciones de sus maestros de teatro y las complicidades de sus llaves, amigos, pares, panas del alma, venidos cada uno de diversa procedencia y de su propia singularidad legítimamente diferente. Nos compromete la razón en decir, en denunciar, en hacer que el alma cante y las almas se dispongan juntas y se vuelvan orfeones entonces las emociones puestas en este vivo muestrario de las fortalezas y debilidades humanas. Nos asiste la razón para mostrar, una y mil veces, que el emperador está desnudo, que Fuenteovejuna existe y sigue unida, que la princesa será siempre princesa y los enamorados trascienden las geografías para decirnos que dos jóvenes de Verona son dos jóvenes de Petare, de Caurimare, de La Vega, de La Campiña, de Mapire o de Lezama. Nos acompaña la razón para volver siempre al corazón de El Guarataro, que es decir el corazón de Caracas, que es decir corazón de los otros corazones de Venezuela y repitamos una y mil veces las líneas del poeta, de su poeta, de nuestro poeta Aquiles, invitado de oro para prender la mecha y quedarnos o irnos con el teatro a otra parte, a todas las partes, por todas partes. Nos cuida la razón al mantener vivos a los dramaturgos y compañeros fallecidos porque ellos sí son inmortales y sí siguen viviendo en nosotros: Los Guinand, Los Martínez, Los Pimentel, Los Moncayo, Los Peraza, Los Vera, Los Chocrón, Los Cabrujas, Los Giles, Los Verdial, Los Genet, Los Rodríguez, Los del principio y los Delfín. Gente buena, buena gente. Cepa de personas humanas.
Y nos agarra la sinrazón para seguir insistiendo en practicar este arte de birlibirloque en este lugar del mundo ¡Jauja! ¿Iliria, señor? donde se usurpa hasta el léxico teatral y se copian malamente los políticos nuestros modos histriónicos.Nos aferra la sinrazón al persistir en hacer reír o llorar en una región donde no se entiende que las tramas se sufren en el teatro y es suficiente.Nos asiste la sinrazón al volar y mostrar cómo es la condición alada del ser humano en una geografía donde se construyen y reconstruyen carapachos y conchas desalmadas, mientras siguen siendo muchos los grupos sin techo y sin cobijo o teatreros con abrigos del guardarropa, llenos de huecos.Nos toma la sinrazón al mantener altísimos los propósitos de crear cuando las termitas se meten hasta en los huesos ¡Pero no en el alma! Que es de lo que estamos hechas también las personas, que es de lo que está hecho también el teatro, que es lo que nos permite decir y hacernos eco de las palabras del brujo Castaneda: “La determinación no es un pensamiento, ni un objeto, ni un deseo. Es lo que te hace invulnerable. La determinación empuja al chamán a través de una pared, lo hace volar por el espacio hacia el infinito”.
El teatro, este infinito dicho y hecho.El teatro, este infinito por decir, este infinito por hacer que nos abraza en la soledad propia del ser humano y nos hace también converger en las razones y hasta en las sinrazones, en el optimismo, en la certidumbre de nuestra fragilidad, sabiendo que la esperanza es el ingrediente indispensable de la experiencia histórica, Freire dixit.
El teatro, este embudo para destilar el ser con sus emociones, en permanente ejercicio de alquimia. Excelsa creación humana que bien podría ser paradigma, eje, suma y multiplicación desde las políticas públicas hasta la felicidad del ciudadano de a pie o viceversa, para entonces estarnos mejor.
Decía el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein: “Que lo que existe exista es lo asombroso”. ¡Viva el asombro de celebrar un día del teatro, aunque más apropiado sería celebrar una noche del teatro! ¡Viva el asombro de seguirnos encontrando con un público agradecido, progresivamente numeroso y sabio una vez que cruce el umbral mágico y pise por primera vez los espacios de Dionisos!
¡Viva el teatro! ¡Arriba la alegría de vivir! ¡Vivan actrices y actores! ¡Dramaturgos y dramaturgas, escritoras y escritores, y dramaturgistas! ¡Maquilladoras y maquilladores, operarias, operarios, escenógrafas y escenógrafos! ¡Técnicos, artesanas y artesanos! ¡Directoras, directores, productoras y productores, iluminadoras, iluminadores, iluminadas e iluminados! ¡Vestuaristas y asistentes! ¡Regidoras y regidores, ordenanzas y hasta apuntadores! ¡Mimos, titiriteras y titiriteros con sus muñecas, sus muñecos y los objetos que avivan! ¡Taquilleras, taquilleros, acomodadoras y acomodadores! ¡Payasas, payasos, maromeras y maromeros! ¡Danzarinas, danzarines, bailadores y bailadoras! ¡Mimos del mundo! ¡Viva la voz del poeta que dijo: ¡Vivir, es separarnos de lo que fuimos para internarnos en el que vamos a ser, futuro extraño siempre!¡Gracias, Don Octavio!
Seguiremos en estas invenciones de birlibirloque. Continuaremos, aunque el temporal prosiga. Permaneceremos ante los monstruos de la violencia y de la guerra y nos plantaremos porque sabemos que, como dijo el Poeta Albert Einstein: “el arte supremo del maestro es despertar el placer de la expresión creativa y el conocimiento” y porque como lo dijo el otro Poeta Ferreira Gullar: “el arte existe porque la vida no basta”.
Con razones y sinrazones celebremos esta noche y este día del teatro, por extraño que parezca. ¡Feliz día y felices noches, compinches y compinchas, colegas del alma todas y todos! ¡Gracias, mil gracias y más por sumar y multiplicar! ¡Bastantes gracias por hacer teatro!
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