Apóyanos

Cuando Yoko inspiró a Charly

En 2013, dos meses antes de su presentación histórica en el Teatro Colón de Buenos Aires, Charly García habló sobre cómo un encuentro con Yoko Ono lo inspiró a crear este concierto llamado “Líneas Paralelas”, y recordó momentos claves de su vida
Por Relatto
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«¡Ya voy!”, grita Charly García, y su voz llega desde alguna habitación, hasta el living de su departamento. Después, aparece por el pasillo, taconeando unas botas de caña corta estilo beatle, con esa gracia suya, casi femenina. Tiene el pelo peinado hacia atrás con raya al costado, la melena ondulada de siempre, y unos anteojos de marco grueso. Lleva una camiseta blanca ajustada, algo de panza, calzas rojas, y las uñas pintadas. Es una versión moderada del Charly de la era Say No More. Minutos atrás, la empleada doméstica había abierto la puerta de entrada. “Ya viene el señor”, había dicho Celia, mientras lavaba los platos. Charly estaba tirado junto a su novia de veintiséis años, Mecha Iñigo, en la cama.

Es la tarde de un viernes de fines de julio y García, que acaba de interrumpir su bed in* palermitano, ahora avanza dando pasos cortitos y torpes hasta llegar al living. “¡Bienvenido!”, dice, mientras sonríe y abre los brazos con expresión tierna. A un costado, se ve un piano de cola rojo y detrás un cuadro en gran formato de Milo Locket. Después la mesa y más allá unos sillones blancos. Las paredes están pintadas de un color verde agua infantil. Hay, apenas, un par de cuadros. Uno de Keith Richards con Bob Dylan. Otro, es la imagen de un disco de Iggy Pop. Otro, un vinilo de Marilyn Manson.

— ¡¿Me das dos whiskeys Celia?! —pide en voz alta.

Pero él mismo los prepara, en la barra que divide al living de la cocina. Sirve dos medidas largas sin hielo y las trae a la mesa.

Un par de horas después, la suya quedará casi intacta. No son los tiempos de Coronel Díaz y Santa Fe. Los años ciegos de espejos rotos, paredes escarchadas con aerosol y ríos de cocaína en la nariz, son ahora escenas del pasado.

Charly García

23 de septiembre, Charly García llega al Teatro Colón. / Foto: Maximiliano Vernazza.

A los 62, Charly García, el más grande compositor vivo del rock argentino, vive con su bella novia en un departamento de techos altos en el Palacio de los Patos, un edificio de viviendas suntuoso y señorial, ubicado en una esquina de Palermo. Comparado con el búnker de Coronel Díaz, donde vivió sus últimos años de “locura controlada” —así la define Charly— este sitio es un cuento de hadas, una burbuja romántica. Un Sweet home Buenos Aires.

Construido en 1929, Los Patos es un palacio de lujo y estilo francés. Un emblema del patrimonio arquitectónico de Buenos Aires que ocupa media manzana. Tiene un gran patio central y varios patios y jardines internos distribuidos de forma misteriosa, casi laberíntica. También tiene vitrales, escaleras de mármol y pisos de madera de esos que ya no existen.

Aquí vivió parte de la alta sociedad porteña del siglo XX: dramaturgos, actrices, pianistas, políticos, historiadores, bailarines, militares, socialités, millonarios, concertistas de fama internacional. Y grandes compositores. La tradición —y las malas lenguas—, dice que era el refugio de familias ricas venidas a menos (“pato”, en lunfardo criollo significa “seco, sin dinero”).

En cierto modo, este palacio es perfecto para Charly: un laberinto de simetrías engañosas y rincones de enorme belleza, llenos de luz. Es elegante, tiene un halo casi cinematográfico y una historia legendaria.

Quizás sea solo casualidad.

Pero el lugar que Charly García eligió para vivir su recuperación después de la última seguidilla infernal de internaciones psiquiátricas, corolario de su década de excesos más salvaje, es similar al que eligió John Lennon cuando escapó de Inglaterra tras la caótica ruptura de los Beatles: The Dakota Apartments.

Ubicado en una esquina tristemente célebre de Manhattan —ahí Lennon fue asesinado— frente al Central Park de Nueva York, Dakota es, también, una bellísima construcción de estilo francés. En 1973, cuando John y Yoko se instalaron allí en un departamento de techos altos, el edificio tenía casi cien años y era un emblema del patrimonio histórico de Nueva York. El Dakota ocupa una manzana y tiene un gran patio central. Allí vivió parte de la elite neoyorquina del siglo veinte. Y, al igual que en los Patos, el consorcio del Dakota era muy severo para aceptar nuevos vecinos, que solo llegaban por íntima recomendación de sus propietarios.

Quizás la idea de Charly de mudarse a este lugar fue un guiño biográfico a su admirado Lennon. O tal vez solo quiso refugiarse en un palacio citadino, elegante y clásico. Después de todo, Charly siempre fue, a su manera, un tipo fino y educado, recoleto, y con cierto linaje.

—La idea surgió de una charla con Yoko Ono —dice ahora.

Pero no se refiere a los Patos, sino a su presentación en el histórico Teatro Colón.

***

Antes de ser estrella de rock, Charly García fue un músico clásico.

Empezó a los cuatro años con Julieta Sandoval, una pianista que le enseñaba en su casa obras de Bach, Mozart y Chopin. Después, una vez al año, daba el concierto para pasar de grado en el conservatorio Thibaud-Piazzini. En los comienzos, era tan chiquito que no llegaba a los pedales del piano. Pero ya tenía fans: señoras bien, que después de los conciertos, lo llevaban a confiterías paquetas y le compraban dulces. A los doce se recibió de profesor. El futuro le prometía preludios, cantatas, nocturnos, sarabandas, suites, la vida del músico clásico. Hasta que un día…

El big bang.

Lo vió por tevé.

—Cuando vi a los Beatles en el show de Ed Sullivan, casi me muero.

Se le ilumina la cara.

—Me di cuenta de que me habían engañado.

Pone cara de disgusto.

—En el Conservatorio me decían “sufrí, sufrí, sufrí, que cuanto más sufrís, más te elevás, mejor tocás”. Bien cristiano.

A los seis años, Carlitos se autoflagelaba. Pensaba que así podría llegar a ser un genio. En los exámenes, mientras él esperaba en silencio su turno para tocar, Sandoval rezaba en un costado.

—Yo quería tocar música clásica. Pero si seguía… O sea… Estaban los Beatles, no había comparación.

Los Beatles eran jóvenes, alegres y geniales. Y componían su propia música.

—Los Beatles son como Mozart. Cada nota es perfecta. Además la música clásica ya no se puede componer. ¡Dejá eso para los genios! Está Beethoven. ¿Con quién vas a competir?

Esta parábola, la del niño precoz que tocaba música clásica, se enamoró de los Beatles en su adolescencia, y se convirtió en la estrella de rock más grande de Argentina, tuvo su broche de oro en septiembre pasado —dos meses después de esta entrevista, realizada en julio 2013—, cuando García fusionó a su banda de rock con una orquesta de música clásica en el Teatro Colón, una de las cinco salas de ópera más importantes del mundo. La obra, Líneas Paralelas, Artificio Posible, significó una doble apuesta. Por un lado, fue la vuelta del ídolo a su hábitat primigenio: la música clásica. Por otro, la magnitud del concierto significó el mayor desafío a su estado de salud musical, a cinco años de su última desintoxicación. La inspiración, una vez más, tuvo que ver con los Beatles. Más específicamente, con Yoko Ono.

Charly García

Charly en vivo con una remera del icónico disco de Almendra, grupo fundacional de Luis Alberto Spinetta. / Foto: Maxiliano Vernazza.

—Uno siempre tiene un no sé qué con Yoko, ¿no? “Sí, debe ser muy inteligente pero arruinó a los Beatles”. O… “lo llevó a Lennon por…”, ¿no? —dice.

La anécdota se remonta a más de una década atrás.

—Fue en una cena con Yoko. En la época de Carlitos Méndez.

García pone cara de circunstancia. No lo dice, pero se refiere al ex presidente argentino Carlos Menem.

—Antes de ir, yo estaba tirado en la cama y veo que me salen dos rayos láser y pegan en la pared, donde estaba escrito “Say No More”. Pegan en la “M”. Y pum… vi el triángulo que se formaba, la perspectiva. Y mientras duró eso que yo llamo “clarividencia”, me llegaron cien ideas a la cabeza y todas conectaron.

Esa noche, durante la cena, se lo contó a Yoko.

—“Mi pregunta es la siguiente”, le dije. “Hay una pared ahí, después está el baño. ¿Qué significa esa pirámide o ese triángulo que se forma en el baño?” Ella me respondió: “La Antimateria”.

—…

—A ver, prestame tu cuaderno. Voy a mostrarte cómo va a ser Líneas Paralelas.

***

“Líneas Paralelas es un espectáculo que involucra. (…) Por momentos fue como entrar en una densidad de campo diferente, como sumergirse en un medio líquido solo que, en vez de agua, las olas eran de notas. La emoción dominante era un sentimiento recoleto, como estar meditando, pasando revista a eventos, gente, romances, pérdidas… (..) Aciertos de repertorio: los fragmentos, tipo separadores, de PUBIS ANGELICAL, “Rejas electrificadas” y “Monóculo fantástico”. Y en cuanto a esos otros temas, los gigantes, los de siempre, (…) “Los dinosaurios” —dientes apretados, dulce hambre de justicia— y “Eiti Leda”, majestuosa al por mayor (…) Fue una noche memorable (…), el antídoto para tanta pavada mediática, tanta puerilidad política, tanto discurso público reducido a un abanico de nimiedades, escándalos dignos de culebrón y morbosos regodeos ante tragedias sangrientas. Charly García fue un misil suave pero implacable, un sacudón de conciencia destinado a levantar el espíritu.” Fragmento de la crítica de Líneas Paralelas escrita por Alfredo Rosso para la web de Rock & Pop, octubre de 2013.

Líneas Paralelas, una foto producida por Charly regalada al periodista después de la entrevista.

***

García dibuja la puesta en escena del Colón en el cuaderno del cronista. Los trazos, en birome negra, son casi infantiles. Dibuja dos líneas que forman un triángulo equilátero con el borde del escenario como base.

—Son las líneas paralelas —dice—. Van a ser dos rayos láser lumínicos que se van a ver todo el tiempo. Uno azul y otro rojo. El espacio del medio no lo usamos. Ahí está la nada. O la antimateria… Según cómo lo quieras ver…

—¿Esto tiene que ver con la teoría de Yoko?

—Claro, y con la noción del infinito y otras cuestiones físicas, matemáticas…

Se acaba la hoja.

—La obra termina con dos cellos, si es posible un hombre y una mujer, tocando la nota SI. Largo, largo… hasta que, como es imposible que no desafinen un poquito… pummm, se chocan las líneas paralelas en la pared. Uno no ve que se tocan, se ve el cachito, cachito antes de que se toquen porque, obviamente, la ciencia dice que no se tocan. O sí. Toda teoría puede caer.

—¿Por qué elegiste terminar la obra en SI?

—Bueno, porque el SI, es “sí”. Como dijo Lennon cuando fue a la exposición de Yoko y tuvo que subir a una escalera con una lupa y al final de todo, en el techo, decía “sí”. “Si decía que no, me iba.” Pero decía “sí”.

Charly dibuja el plano de su show Líneas Paralelas en la libreta del periodista durante la conversación.

***

Ahora García enciende un cigarrillo rubio y fuma en el living. Sus manos son las de siempre: grandes como garras y de falanges prominentes. Como las de Keith Richards.

—En mi juventud —dice espontáneamente—, de alguna manera yo quería, y Spinetta también, que la gente hiciera un poquito de esfuerzo.

Suelta una bocanada de humo.

—Eso me gusta de la música del pasado. Más que la música en sí misma, la idea con que fue hecha. Yo estoy hablando del blues, del principio del jazz. Las letras son increíbles. Como las letras del tango, que son superiores a las letras de rock. Ya Dylan se lo dijo a los Beatles. “¿Por qué cantan cualquier cosa?” De una se los dijo. Le dio un porro a Lennon y le dijo “fumáte esto”. Él creyó que decían “I want to get you high”…

(García se refiere al tema “I Wanna Hold Your Hand” (“Quiero estrechar tu mano”), de los Beatles. Según Charly, Dylan pensaba que la letra decía: “Quiero colocarte”).

—Dylan vio el potencial de esa música espectacular pero cuando se puso a escuchar las letras… mmm… Y Lennon se la bancó e hizo “Hey! You’ve got to hide…” —Charly canta—. Dylan fue una cosa tremenda. Yo creo que así, con el tiempo, quedan los Beatles, los Rolling, Dylan. Y Spinetta entendió eso.

—¿Por qué?

—¿Por qué? Porque Almendra no hizo un disco que era “eh loco, mirá como toco rock, loco. Viva los Stones, macho”, sino que intentaron hacer una música nueva. Y como Spinetta era de Belgrano, le pusieron bandoneón. Y quedó espectacular. En el rock de hoy yo veo que pocos grupos tienen algo que te tire un punto de vista, o proponen una ruptura musical o letrística donde uno tenga que subir. Beethoven decía a los que no lo entendían que él no tenía que bajar, el público tenía que subir para entenderlo.

***

“Charly ha compuesto unas cosas maravillosas con la ultra percepción de poder arrimarlas para que las entienda todo el mundo. Algunos de nosotros, no tenemos esa aptitud.” Luis Alberto Spinetta, en una entrevista con una radio chilena.

***

Las primeras dos décadas de la carrera de Charly García fueron brillantes y prolíficas: unos veinte discos en veinte años, sin contar los conciertos editados. Este período va desde VIDA (1972), de Sui Generis, hasta la salida de TANGO 4, en 1991. (Exactamente 18 discos en 19 años). Su primera década como solista, después de la separación de Serú Girán, le adjudicó el primer lugar —compartido solo con Spinetta— en el Olimpo de los más grandes compositores argentinos. Charly describió esta etapa y el ánimo cultural de esos años con gran precisión en el libro de Eduardo Berti, Rockología, Beas Ediciones, 1994.

YENDO DE LA CAMA AL LIVING (1982) fue la obra de un tipo encerrado en una ciudad en guerra, totalmente descreído de los motivos de esa guerra e intuyendo que se acababa una etapa, el proceso, la década del setenta. CLICS MODERNOS (1983) es el tope, lo máximo. Me mudé a Manhattan, alquilé un loft y me empezaron a salir canciones diferentes porque en vez de encierro allí hay mucha calle. Luego viene PIANO BAR (1984) que es el favorito de muchos pero a mí no me gusta escucharlo, porque fue un mal momento de mi vida, un fuck you enorme. PARTE DE LA RELIGIÓN (1987) es una especie de resumen, así dicen todos, y habla de la religión de los poderosos pero también de la religión de los hippies, que fue como un resurgimiento del cristianismo aunque sin el sentimiento de culpa. La culpa volvió después, en los años 70, cuando los hippies crecieron y se dijeron: “Ay qué mal nos portamos”. Entonces ahora todo es careta. Por eso CÓMO CONSEGUIR CHICAS (1989) es todo lo contrario a PARTE…que tenía una etapa dark con un tipo que luce anteojos oscuros y no le da bola a la mina que tiene a su lado. (…) CÓMO CONSEGUIR CHICAS es al revés, hay flores, la niña es lo más importante, es la etapa de una carpeta escolar, es Sui Generis.”

Retrato de Charly García por Maximiliano Vernazza.

FILOSOFÍA BARATA Y ZAPATOS DE GOMA, de 1991, es para muchos, su último gran trabajo. Después, entró en la era Say No More, que oficialmente arranca dos años antes del disco homónimo —SAY NO MORE (1996)—, con LA HIJA DE LA LÁGRIMA, de 1994. Esta etapa, la más caótica musicalmente —y también biográficamente— de la carrera de García, se caracteriza por grabaciones mucho menos limpias y definidas que las del período anterior. El estudio, para García, se convirtió en una especie de lienzo vacío sobre el que pintaba collages sonoros de miles de tracks, voces, sampleos e instrumentos superpuestos. Un caos controlado —solo por él—, que tuvo momentos brillantes. “Cuchillos”, de SAY NO MORE, “Happy & Real”, de INFLUENCIA (2002), y “Asesíname”, de ROCK & ROLL YO (2003), son ejemplos de ello.

Las dos últimas décadas coinciden con su etapa menos prolífica: siete discos en veinte años. Cifras casi idénticas se repiten en la carrera de otros grandes del siglo como Bob Dylan y los Rolling Stones. Dylan, diez años mayor que García, sacó unos treinta discos en sus primeras tres décadas. Pero sólo siete en las últimas dos, igual que Charly. Los Rolling Stones, súper prolíficos en sus años mozos, fueron muy vagos después: publicaron solamente tres discos de estudio en veinte años, entre 1994 y hoy (fines de 2013). Es como si, en la vida útil de los roqueros, la inspiración comenzara a flaquear a partir de los cuarenta.

Muchos le reprochan hoy a Charly falta de inspiración, o critican sus condiciones vocales. ¿Acaso el mismo Dylan no trocó su voz afilada, nasal e insoportablemente tensa de su época de oro por el tono raspón, gutural y cavernoso de los últimos años? La evolución de Charly parece ir hacia el mismo lugar. Y, para algunos, en la transformación encontró un nuevo modo de conmover, acertado y sabio. Para otros, los años de excesos dejaron secuela.

—Hay quienes piensan que por la forma en que vivías hace unos años, siempre al límite, perdiste parte de tu talento.

—En una época se despotricó contra mí, y también me alabaron terriblemente por lo que yo soy, y no por lo que hago. ¿Entendés? Es como que importaba más quién era yo, qué tomaba, o que no tomaba. Y yo no creo que… O sea, no es que te tomás un saque y te morís. Hay cosas muchísimo más destructivas que la cocaína: la envidia, los celos, la maldad, los porteros de discotecas, ir al banco. Yo tuve un período en que tomaba y nunca bajó la calidad de mis canciones. Y la verdad es que los artistas buenos, casi todos están locos, o por ahí… Y un loco lindo, qué se yo, hace La Gioconda. Y un loco boludo no hace nada. Te pega un tiro. Lo que pasa es que hablan de cosas que no saben.

—¿Por ejemplo?

—Cómo es estar en una clínica tres meses, tener razón y que te digan que no. Hitler lo decía: “Decí mentiras todos los días y alguien se las va a creer”. O sea, como dijo Dalí: “La diferencia entre un loco y yo, es que yo estoy cuerdo”. Me tiro nueve pisos y dicen que estoy loco. Pero para mí fue normal, o más o menos normal. Y viste, yo en esa especie de casi destrucción digo: si a mí me gusta más lo que yo hago que yo, es respetable.

***

“A veces me parece que está al límite. Pero he visto tipos al límite como él, que no producen nada, que se autocompadecen, que son mártires de la esquina del bar, no conozco tipos tan al límite que hayan dado tantísima alegría a la gente, que hayan inventado tanto, que hayan aportado tanto. Creo que las noticias periodísticas de Charly, que son si se pinta la mano, o si sale de algún sitio, deberían ser su enorme talento. La Argentina es un país que venera excesivamente a los artistas: les crea un star system muy fuerte y los provee de una corte de adulación alrededor de la que es difícil escapar. (…) Charly no se deja aislar, anda corriendo por ahí, pero sí tiene una relación demasiado frenética que incluso puede parecer despótica, pero que esconde una tremenda lección surrealista para su público.” Joaquín Sabina en el libro “No digas nada, una vida de Charly García”, de Sergio Marchi, Editorial Sudamericana, 1997.

***

Por esos días de julio, cuando transcurrió esta entrevista, Charly preparaba la edición de un libro, Líneas Paralelas. El original, era una especie de objeto de arte montado sobre un libro biográfico de John Lennon y otro de Rep, el dibujante. Mezclaba collage, poesía, música, pintura, fotografía y un sinfín de asociaciones libres. García bajaba performances de inspiración matemática, metafísica, roquera, o cinematográfica, en un soporte múltiple que después, editado por Planeta antes de los shows en el Colón, fue reducido a un libro más o menos convencional. Como un niño en sus ratos libres, Charly, recluido en su casa, dejaba fluir su imaginación.

—De alguna manera salpicaron unas notas, y después cosas científicas. Por ejemplo el espacio, el infinito, la nada, toda una cantidad de cosas que pueden deprimir hasta… A veces estoy haciéndome un ratito para que mi mente esté libre y salen letras de canciones, cosas que voy escribiendo, cosas que veo en la tele, algunas partituras. Esto que estoy haciendo ahora es como una gran ensalada donde viajas a todos lados, conectás cosas, como una serie de ingeniería. Hago la partitura, pinto, me imagino toda la película. Es como jugar.

—En una época decías que toda la inspiración viene de la adolescencia. ¿Todavía pensás eso?

—Sí, y de vez en cuando se me vienen composiciones. Debe haber diez canciones que son buenísimas, que todavía no encontré la forma de hacerlas. Unas melodías preciosas que son pedazos. Por ejemplo, la parte instrumental de Seminare, la hice a los nueve años.

Mueve las manos como un director de orquesta y tararea la melodía.

—Yo creo que ese estado que después los adultos recrean con drogas, es un intento de volver a tener esa conciencia como cuando uno es chico. Cuando uno es chico, es como que uno vive drogado. Todo es más grande, todo es una alucinación. Y de repente… pafff. A la mayoría de la gente, se le va eso. Se le va la ilusión, se le va el alma, la autoestima. Y bueno, esos son los que empiezan a combatir a los que quieren quedarse jóvenes. Jóvenes de mente ¿no? Porque cirugía hay por todos lados.

Retrato de Charly García por Maximiliano Vernazza.

***

A finales de los ochenta, en el libro de Eduardo Berti, Charly García habló sobre su futuro. No se imaginaba como en “Cuando ya me empiece a quedar solo”, la canción de Sui Generis, abandonado y viejo. “Salvo que Dios me mande alguna peste extraña y no hablo del SIDA, salvo el cáncer o algo así no veo por qué tendría que terminar mal, siento que cada vez me estoy volviendo más sabio. Y eso es mejor porque me alucino un futuro muy bello, el futuro será como la década del cuarenta. Tipo Brazil. ¡Eh!”, decía.

Brazil (1985), dirigida por Terry Gilliam y protagonizada por Robert De Niro y Jonathan Price, es una historia inspirada en 1984, la novela de George Orwell. Es la segunda película de una trilogía del mismo director cuyo eje fundamental es la lucha por la imaginación y la libertad de pensamiento en las sociedades modernas. Su protagonista es un hombre agobiado por un sistema opresor, inhumano y terrorista, quien finalmente termina atrapado y sometido por ese sistema a una lenta tortura mental. A pesar de esto, en sus últimos días, se refugia en sus recuerdos de amor, en sus fantasías y en su locura.

En una entrevista televisiva, en 2013, en Buenos Aires, García dijo sobre “Rasguña las piedras”: “Es la antecesora de The Wall, porque habla de los muros que te va levantando la sociedad”. Había escrito esa canción en 1973.

En julio de 2013, al final de esta entrevista, Charly saludó afectuosamente, dejó el vaso de whiskey por la mitad, y mientras se alejaba, taconeando con su botas estilo beatle, dijo: “Yo no creo que un loco pueda andar sesenta años por la vida haciendo veintisiete mil discos, ochenta mil recitales, y qué se yo. Entonces, creo que estoy volviendo a ese mar de la locura y a tirarme así sin miedo. Y si tuve que volver a la playa, un poco fue por mí. Y un poco por la incomprensión”.

*Esta entrevista escrita por Patricio Lange en base a un encuentro y conversación con Charly García fue publicada originalmente en 2013 para el número 27 de Mavirock Revista, una publicación argentina en papel. Agradecimiento especial a Bruno Larocca.

 

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