Como la tortura y la violación, el secuestro es de los peores crímenes que se cometen en contra de cualquier persona. Es propio de bandas organizadas. Y aunque los estudiosos han elaborado una tipología, que reconoce hasta 8 tipos de secuestro (por sus motivaciones, métodos de captura de las víctimas, duración, finalidad de los delincuentes), hay dos cuestiones fundamentales en común: la primera, el carácter extorsivo del delito; y la segunda, la desmedida presión física, moral y psicológica que los secuestradores ejercen sobre las presas humanas a las que logran capturar.
Un secuestro no es más que la instauración de un infierno, ese en el que se introduce al secuestrado, y también a sus amigos y familiares. Es, en el fondo, un método de tortura, que se basa en el más inhumano de los razonamientos: si no me entregan lo que pido, acabaré con la vida del secuestrado o lo torturaré o lo esclavizaré o lo someteré a múltiples padecimientos. Y es que, además, en el meollo de la planificación de cada secuestro está un hecho crucial: el secuestrador siempre quiere algo que no es posible obtener en el marco del Estado de Derecho. Quiere una cantidad exorbitante de dinero, que la familia del secuestrado o la organización a la que pertenece (una empresa) no tienen o no pueden entregar; quiere que las autoridades liberen a peligrosos delincuentes que permanecen presos por los delitos cometidos; quieren, en el caso de países en los que hay algún tipo de conflicto armado, usar el secuestro para proponer un intercambio de “prisioneros”; o, lo que no es sino una modalidad de terrorismo de Estado, la que viene empleando el régimen de Maduro, que consiste en secuestrar familiares, incluso niños, para obligar a un perseguido por el poder, que ha logrado escapar del Sebin o de la Dgcim o del Conas o del GAES o de la PNB o de cualquier otra de las bandas organizadas que operan bajo la discrecionalidad del Estado, para que se entregue al poder ilegítimo, ilegal, fraudulento y torturador que somete a la sociedad venezolana.
De los horrores a los que es sometido cada secuestrado; del profundo impacto que la incertidumbre tiene sobre la psique y los sistemas perceptivos de las víctimas; del profundo desarreglo moral y psicológico que significa vivir sometido a silencios, humillaciones, burlas, permanente desdén, condiciones extremas y precarias de vida; del alcance que tiene en la mente y en los sentimientos la realidad de haber sido arrancado de la cotidianidad para ser encerrado -enterrado- en una condición de no-vida, sin derechos, rotos los lazos con el mundo, desconectados de todo y siempre expuestos a la arbitrariedad, la ira y la violencia de los secuestradores, de ello hablan los testimonios de quienes han sufrido esta experiencia y, a pesar de todo, han sobrevivido.
En YouTube están los videos de las Audiencias de Reconocimiento que se iniciaron el pasado 21 de junio, en Colombia: la presentación general de lo ocurrido (por parte de autoridades y utilizando recursos como videos) y los testimonios de las víctimas de secuestros de la narcoguerrilla de las FARC, a lo largo de horas y horas -el primer día la audiencia se prolongó por más de 12 horas-, confrontados a los 7 miembros del Secretariado de esa organización.
Son sesiones escalofriantes, donde los relatos del cautiverio no solo dan cuenta de la planificación con que se cometieron estos crímenes, sino también la deshumanización; los tratos crueles sobre mujeres, niños y ancianos; la sangre fría; el ensañamiento; la ferocidad; la recurrencia -cuyo resultado era el deseo de morir que aparecía en las víctimas-; la humillación como propósito; los encadenamientos; la violencia sexual; las marchas forzadas; el dolor fuera de toda proporción al que fueron sometidos los cuerpos de los secuestrados, nada menos que por parte de los socios, en diversos planos, de los regímenes de Maduro, de los Ortega-Murillo y de los Castro.
¿Por qué traer a este artículo la historia de los horrores que han ocurrido en el país vecino, cuyas secuelas siguen gravitando con peso casi insoportable sobre la vida de los ciudadanos de Colombia? Porque los criminales, los narcoguerrilleros, entre sus confesiones, dijeron que la política de los secuestros, además de constituir una fuente de financiamiento, tenía como propósito el canje de narcoguerrilleros presos por secuestrados por la guerrilla. Esa es la razón por la que ponían especial interés en secuestrar a “objetivos especiales”, como funcionarios, civiles o pertenecientes a las fuerzas de seguridad del Estado, y a dirigentes políticos, autoridades locales y hasta menores de edad, en particular, si se trataba de hijos de altos rangos militares o policiales. En la Audiencia de Reconocimiento, uno de los jefes guerrilleros dijo: “Con los prisioneros queríamos lograr un objetivo político que era el canje de guerrilleros presos por los prisioneros que teníamos nosotros. Nuestro comandante, Manuel Marulanda, fue obsesionado en eso hasta el final y estuvimos a punto de lograrlo”.
La lógica de secuestrar “objetivos especiales” para canjearlos por presos: este es el nuevo lineamiento de la política exterior de Maduro. Las desesperadas diligencias para lograr la liberación de Alex Saab han disparado esta gravísima alarma: el gobierno de Estados Unidos ha emitido una comunicación a sus ciudadanos, en la que les advierten: si viajan a Venezuela pueden ser detenidos. Es decir, sumarse a los 8 presos que el régimen ya tiene en su poder y que espera engrosar, para formalizar el intercambio por Saab. En la lógica de Manuel Marulanda/FARC, si la contraparte no cede, no queda otro camino que aumentar el número de personas en cautiverio.
La misma política con que se ha intentado doblegar a la oposición democrática del país (manteniendo un número permanente de entre 250 y 350 presos políticos) se ha puesto en marcha para lograr la liberación del delincuente Saab. Hay un peligro real en curso. Y, ojalá que no, muy pronto podría extenderse a ciudadanos de otras nacionalidades. Una vez que han cruzado un primer umbral (el de secuestrar ciudadanos norteamericanos), pueden dar un segundo paso: ¿comenzarán a detener a ciudadanos europeos?
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