Se cierra la puerta de la pequeña sala de teatro La Caja de Fósforos y el elenco de la obra Molière, dirigida por Orlando Arocha, entra al escenario como si fueran parte del público. Los actores, con característico vestuario del siglo XXVIII, calientan su café en el microondas, hablan entre ellos y se sientan en una escenografía compuesta principalmente por baúles antiguos de madera. Desde la cabina de las luces y el sonido se reproduce el mensaje que da la bienvenida al público e, inmediatamente, todos los actores se disponen a irse tras bambalinas: la función está por comenzar.
“Vamos, Molière, muéstrate más jovial”, dice Leandro, personaje interpretado por Carlos Abbatemarco, quien desde el inicio muestra un jovial tono de voz y afición por la bebida. De forma inmediata, el actor Ricardo Nortier, caracterizando a Molière, le responde dejando en evidencia el ritmo del verso y el estilo característico del dramaturgo italiano Carlo Goldoni, al que Arocha tradujo y cuya obra adaptó.
Desde los primeros diálogos se evidencia el conflicto y la historia de la obra de cinco actos: Molière, el reconocido dramaturgo, poeta y actor nacido en 1622, no recibió la aprobación del Rey Luis XIV de Francia para presentar Tartufo en los teatros de la ciudad. Su obra fue duramente criticada y censurada por exponer, entre la comedia y la ironía, la hipocresía de los devotos religiosos que usaban la fe para manipular a los creyentes de la época.
Sobre el escenario, Molière se lamenta por la censura, un hecho que pone en riesgo el futuro de su compañía de teatro, el cual ha logrado manejar con ayuda de su amiga La Béjart, interpretada por Marielena González. La conversación entre Molière y Leandro continúa y le introduce al público el conflicto sentimental por el que está pasando el mítico poeta: Béjart está interesada en casarse con él. Pero él, en secreto, está enamorado de su hija, Isabela, interpretada por Michelle Nassef, quien le corresponde.
Molière tendrá entonces que idear, con su ingenio característico y su buen sentido del humor, presentar su obra y, a la vez, resolver el triángulo amoroso que ocurre en su compañía. Con su ironía implacable, el teatro y la verdad serán sus únicas armas.
Un referente universal
Jean-Baptiste Poquelin, mejor conocido como Molière, un seudónimo cuyo origen se desconoce, cambió la forma en la que se concebía el teatro francés en su época. Se convirtió en un referente en la literatura universal por sus comedias, farsas, tragicomedias, comédie-ballets que se han traducido a la mayoría de los idiomas. Orlando Arocha, director artístico de La Caja de Fósforos, decidió rendir homenaje a Molière a propósito de los 400 años de su nacimiento.
Sin embargo, al momento de escoger cuál sería esa obra con la que rendirle tributo, decidió que quería mostrar su vida sobre las tablas. Así, asumió el reto de adaptar y traducir del italiano la comedia en cinco actos, escrita en verso, de Carlo Goldoni en 1751.
“Queríamos retratar la vida de Molière, que tiene una cantidad de anécdotas y asuntos misteriosos de los cuales sabemos muy poco. También hay una cantidad de contradicciones provenientes de las personas que han escrito sobre su vida. Molière había sido tomado como objeto de escritura por parte de Carlos Goldoni. A mí me parecía interesante que un gran comediógrafo como Goldoni, que ya había tenido una gran reputación entre las letras, le hiciera ese homenaje al gran dramaturgo de la historia universal como lo es Molière. Tener esos dos grandes de la cultura italiana y francesa y sumarnos nosotros me parecía una mezcla interesante”, explica el director.
La obra se estará presentando hasta el 14 de agosto todos los viernes, sábado y domingo, a las 6:30 pm, en La Caja de Fósforo, ubicada en la Concha Acústica de Bello Monte. El precio de las entradas es de 10 dólares con una promoción de 2×1 los viernes. Las presentaciones serán una de las tres actividades del ciclo Celebrando a Molière, que contará con un total de tres actividades.
Tras finalizar la temporada de Molière en La Caja de fósforos llevará a cabo la representación de Nuestro Molière, una presentación en la cual tres autores venezolanos se dieron a la tarea de reescribir al insigne dramaturgo. “Gustavo Ott, Eliot Palencia y Ana Melo serán los encargados de ese ejercicio. Tenemos dos autores con una carrera ya hecha y una joven que está mostrando su capacidad de envolvernos en una historia. Nos van a dar nuestro Molière, unas visiones personales de ellos que surgen a partir de la cultura venezolana”, comenta Arocha.
Para cerrar, Gael Rabas, director del Teatro Théatre du Versant y del Colloque International Francophone de Biarritz, dictará un taller para actores. El taller se titulará “De la comedia del arte a la comedia francesa”. Estos últimos dos eventos aún no tienen fecha definida, pero podrían realizarse entre agosto y septiembre.
De la contradicción y la comedia
Al momento de llevar a las tablas el texto en italiano de Goldoni sobre la vida del dramaturgo, el director se enfrentó a un arduo proceso de traducción y adaptación. “Cuando se trata de una obra en verso y un clásico que tiene una escritura más enrevesada y más rebuscada, se debe comenzar por dos puntos. Primero, tomar en cuenta la distancia que hay entre nosotros y el texto; segundo, buscar cómo aproximarnos a ese texto. Allí está el problema, lo distante tiene que hacerse cercano, empezar a hablar el texto de forma natural, ese es el primer proceso. Tenemos que conseguir una resonancia natural en las voces de los actores. Había que lograr que el texto suene cotidiano, natural y orgánico a pesar de esa distancia que existe”, explica.
Traducir el texto ya fue para Arocha un problema porque el autor es un italiano del siglo XXVIII que usó palabras que han variado. Además, el director se enfrentó a la dificultad de que ciertas fórmulas de escritura utilizadas por Goldoni ya no existen. “La segunda parte de la dificultad vino del texto mismo, cómo hacer para que rimara. Hubo momentos en los que fue fácil debido a la cercanía del español con el italiano, pero hubo momentos donde se enrevesada”, revela.
Arocha quería, sobre todo, que su traducción sonara lo más natural posible, además de evitar la cacofonía. Añade: “Fue un trabajo muy arduo, hay una cantidad de elementos que entran en juego al traducirlo”.
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Sin embargo, considera que el esfuerzo no fue en vano. A 400 años de su nacimiento, la obra del autor francés se mantiene vigente y se sigue celebrando en un país como Venezuela.
“Pensemos un momento lo que nosotros éramos hace 400 años. Pensemos en que 400 años después estamos aquí celebrándolo. Debe de haber algo en esa escritura que todavía nos habla. Yo creo que de lo que nos habla Molière es de las contradicciones del ser humano. La mayoría de sus grandes personajes son contradictorios donde lo malo se verifica en esa especie de ambivalencia que existe”, reflexiona.
Uno de sus grandes personajes es, dice Arocha, el Tartufo, un ser doble donde hay una mentira que cubre una verdad y muestra todas las contradicciones en su discurso. Otro ejemplo es el Misántropo. “Es un personaje que quiere vivir según las normas absolutas de la lógica y la franqueza. Pero se enamora de una mujer que es totalmente lo opuesto. Si nos ponemos a analizar la obra de Molière veremos que lo malo está muy presente, lo malo como contradicción. Creo que eso es lo más importante”, concluye.
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