La primera vez que Josefina trabajó en el diseño sonoro integral de un contenido audiovisual porno fue en Another sex dimensión, de Sally Fenaux Barleycorn, una película porno de ciencia ficción donde un grupo de amigos se reúnen a tomar unas cervezas y de repente empiezan a escuchar un sonido que los transporta a otra dimensión donde todo es goce, juego y sexo. Sobre esta experiencia Rozenwasser cuenta que le pareció interesante que el vínculo entre el afuera y el adentro de la fantasía sexual se dé a través del sonido. Pienso el sonido como limbo y también como catalizador pero me pregunto ¿tiene su rol adentro o afuera de la fantasía sexual?
Josefina Rozenwasser Marin haciendo maravillas con el sonido de una película XXX. / archivo particular.
Cuenta que una día (ella lo dice como si no existiera la progresión en los deseos) creyó que quería hacer música para cine y empezó por realizar piezas experimentales e instalaciones solo con la premisa de reunir imágenes y música en un mismo lugar. Atravesaba un momento particular en lo personal, se separaba y estaba un poco obsesionada con el sexo, con sus vínculos, con lo que le pasaba en su propio mundo con el erotismo. Empezó a tener relaciones a distancia con distintas personas y a notar que la imagen a veces se tildaba o directamente se cortaba y el momento sexual que se estaba construyendo en esa escena quedaba colgando del sonido, pendiente de él. En ese momento se dio cuenta de que para ella era más excitante un mensaje de voz erótico que ese mismo mensaje acompañado de la imagen del dueño o dueña de esa voz.
Josefina es insistente, siempre lo fue. Un día se le ocurrió —de nuevo el deseo sin construcción aparente— que podía trabajar con Erica Lust, directora sueca y pionera de cine porno feminista, y cuenta sin vergüenza que le escribió cinco mails para pedirle colaborar en sus producciones y que siempre recibió respuestas negativas. Hasta que un día se enteró a través de una amiga que en una película de Lust iban a necesitar bandoneonista. Rozenwasser le escribe de nuevo y esta vez consigue una reunión. Lo primero que le preguntan es si puede hacerle un arreglo a un tango. Con las contradicciones que le generaba hacer ese tipo de intervención sobre la música que la formó, Rozenwasser reversionó Volver en formato electrónico y apareció tocándolo ella misma en el rodaje, un año después de que Lust le hubiera dicho que no por primera vez. Ahí mismo, con su perseverancia característica, volvió a ofrecer su diseño sonoro y entendió que le parecía más interesante realizar el diseño del sonido que la música de cualquier otra cosa. Josefina cuenta que para hacer bien su trabajo tiene que operar sobre el material sensible de su propia sexualidad.
Pero ¿las fantasías sexuales no son sin sonido? ¿Qué diferencia hay entre ver o escuchar una fantasía ajena a generarla uno mismo? Y cuando es propia ¿el sonido aparece?
Josefina define a Erica Lust como una directora y productora que logró iniciarse como realizadora de cine o contenidos audiovisuales para adultos en un contexto muy adverso (hace 20 años) para contar historias plurales y financiar las películas de artistas de diversos lugares del mundo que permiten esa pluralidad, nuevas miradas y perspectivas. Rozenwasser habla de Lust con admiración y respeto, como la responsable de la revolución de lo estético en un cine donde la estética, en tal caso, estuvo siempre dedicada a los cuerpos pero nunca a las formas cinematográficas.
Erica Lust, directora y productora de películas porno feministas.
Somos la generación que veía Venus sin pagar el codificado, con la imagen intervenida por una rayas de censura en un televisor de tubo (una imagen que hoy podría formar parte de una muestra de arte moderno). “La pornografía es la educación sexual que recibimos varias de nosotras”, dice Rozenwasser con resignación. Es el cimiento de lo que después serán nuestras relaciones sexuales. La pornografía es lo que consumimos y lo que aprendemos. Así y todo, los usuarios de Lust tienen un 70% de varones de público. Es curioso que un cine porno feminista sea más visto por varones que por mujeres. De cualquier forma y a pesar de que al cine de Lust Rozenwasser lo presente como un oasis en el desierto, también afirma que “el sonido es en lo último que se piensa”.
Rozenwasser reitera que el sonido no es algo en lo que se piense inicialmente en la narración de ninguna producción cinematográfica, menos en las películas porno. El diseño sonoro, explica, es todo lo que alcanza al sonido, desde la preproducción, pensar cómo se va a rodar, qué dificultades se pueden encontrar en relación al arte, el vestuario, los actores. En algunas oportunidades, Rozenwasser me cuenta, que entra en esa parte del proceso en donde en conjunto con el equipo piensan antes de empezar a diseñar el sonido, en qué momento de la película los actores van a tener sexo e intenta anticipar en dónde será. Pone el ejemplo de un sillón de cuero (en caso de que sea un sillón no será lo mismo si es de tela o de cuero, ya que el trabajo sobre el sonido será completamente diferente en uno y otro caso). Pone especial hincapié en trabajar sobre los elementos que construyen ambiente, los cuerpos y los sonidos que hacen los cuerpos. Todo lo que, a primera vista, no recuerdo de ninguna película porno.
El cine porno se divide entre las escenas que tienen sexo y las que no. En el caso de las películas de Lust, las escenas son reales, es decir, son improvisadas. Lo único que puede ser guionado es alguna línea de texto pero el resto queda en manos de los actores. En algunos casos se pactan las posiciones, pero no están obligados a hacerlas, tampoco a acabar o a no acabar. El mundo de Lust parece ser un mundo sin actores. ¿Cómo rodar con personas que aun no saben usar su voz? Pregunta retórica que Rozenwasser se hace mientras charlamos. En algunos casos hay dirección en vivo, pero cuando hay que regrabar alguna parte, a pesar de que los actores pueden estar delante de mucha gente teniendo sexo explícito, usar la voz les da vergüenza. Hay ahí una prueba de intimidad sonora que en el mundo porno no se comparte con la de la imagen de los cuerpos, que podría ser la contracara del sonido.
El cine porno se divide entre las escenas que tienen sexo y las que no. En el caso de las películas de Lust, las escenas son reales, es decir, son improvisadas. / Alexander Krivitskiy / Pexels.
Pregunto: ¿La percepción personal acerca del porno cambia cuando vos ves qué hay detrás de escena? Rozenwasser cuenta que de adolescente identificaba a la pornografía como algo prohibido y vergonzoso que enganchaba de casualidad en la televisión, en las revistas de su primo, en los puestos de diarios con revistas escondidas debajo de las que estaba bien que se vieran, el videoclub con sus películas dadas vuelta, todo era censura, una que daba risa. Cuando atravesó esa etapa de pudor pasó a otra de curiosidad y se encontró con las webs en las que había que cerrar decenas de ventanas y pop ups antes de ver un cuadro espantosamente iluminado de un video que difícilmente podías elegir. Además de que esas mil ventanas emergentes dejaban marca en la computadora compartida de la casa y quedabas expuesta frente a tu familia. Por ese entonces, la pornografía era una forma de conocer de qué iba el sexo bien hecho, no al que uno accedía y que creía, curiosamente, que no lo era.
Josefina asegura: “En el porno es difícil rodar algo verdadero a nivel sonoro”. Explica que se ficciona todo y que para llegar a un nivel natural de sonido sexual (si es que existen los sonidos sexuales que no provienen de la voz) trabaja haciendo foley, lo que también se denomina como doblaje de sonido: recrea en estudio lo que no suena en escena pero que la perspectiva del cine porno pide. “El efecto es más preciso si se recrea con otros elementos que no son los mismos de los que efectivamente surge el sonido”. De hecho, dice Rozenwasser que al principio trabajaba creando los sonidos de forma literal. Por ejemplo, para hacer el doblaje de una caricia, se ponía un micrófono de contacto en el brazo y se acariciaba a ella misma para recrear el sonido de la piel en esa caricia. Pero se daba cuenta de que, a pesar de usar la materia de origen, la piel no sonaba exageradamente como una verdadera piel, pero pasar la mano por la cáscara de un durazno, su textura sí lo generaba. “El sonido es la fantasía del cine y la piel no se escucha en el sexo, por eso hay que ir a la ficción”.
“El sonido es la fantasía del cine y la piel no se escucha en el sexo, por eso hay que ir a la ficción”. / Alexander Krivitskiy / Pexels.
El sonido tiene que estar en pos de la imagen para lograr la excitación y no construir desde la literalidad. A veces los sonidos sexuales reales suenan a otra cosa. La penetración no se escucha y sin embargo el foley se hace. Josefina afirma que trabaja en las sutilezas para demostrar una potencia del sonido pero desde su naturalidad. “A veces mi trabajo es limpiar el audio, en lugar de sumar un sonido”. Pone un ejemplo: la foto fija se hace mientras que se filma para lograr imágenes genuinas de las escenas de sexo y no tener que pedir que los actores entren en esa intimidad dos veces, por lo tanto se escucha el sonido del obturador en el medio de la escena de sexo. El trabajo de Rozenwasser, en ese caso, se vuelve artesanal. Tiene que borrar ese obturador como si utilizara un sacabocado de sonido y reemplazar esa parte por otra que no existe o que no pertenece a ese momento.
Además de su trabajo en la productora de Lust, Josefina tiene su proyecto personal y el trabajo al que más horas le dedica y del que vive, todo dentro de la misma industria pero con ejecuciones diferentes. Con el ímpetu de que el sonido lo conquiste todo, se dedica también a hacer películas porno sin imagen. Trabaja para Emjoy, una aplicación de sexual well being, lo que se puede traducir como una aplicación de educación sexual e historias eróticas en donde realizan películas porno sin imágenes, cien por ciento ficcionales, tipo podcast, de duración breve, entre 10 y 20 minutos. Además, por otro lado, trabaja sobre su proyecto personal Blaze, una plataforma de audioporno. “El desafío es contar más cosas que no se pueden contar desde lo visual: se abre un mundo desde el lenguaje”.
Ilustración de Matusalenes Santamaria para Lust Cinema, compañía de Erica Lust.
A diferencia de las películas de Erica Lust, la aplicación Emjoy tiene como principal público a mujeres de 18 a 22 años. ¿Qué hay detrás de esa diferencia? ¿Se puede pensar en una relación asimétrica entre las fantasías de los varones representadas en imagen y sonido y las de las mujeres, solo en sonido?
¿Qué pasa si eliminamos la imagen en el erotismo? El sonido como campo de exploración es inagotable, dice Rozenwasser. Se propone una experiencia más interactiva que en las realizaciones audiovisuales. Aparece un espacio de fantasía que la imagen corta y normaliza. Con el sonido se crea una democratización del goce. ¿Se puede pensar el porno sonoro como una metáfora del sexo con las luces apagadas?
La imagen limita la construcción de las sexualidades. Rozenwasser dice, una vez más, que el sexo tiene que ver más con lo sensorial y que lo sonoro apunta a un espacio más realista que la imagen. La experiencia en sí de sonido es 360 y quien escucha se encuentra más inmerso porque la imagen expulsa o lleva a lugares cerrados.
Pero el porno sonoro no está librado de los estereotipos ni de la normalización. Lo sonoro también se puede normalizar al punto de cómo se escucha un orgasmo o cómo debe escucharse un orgasmo. ¿Nace la descripción de los cuerpos y las acciones? Se acerca, entonces, a la literatura erótica porque el sonido empieza a necesitar de la palabra. Viene del radioteatro y vuelve hacia él. A partir de lo que menciona Rozenwasser se puede pensar, entonces, que el porno sonoro permite dejar volar la imaginación a lugares más propios.
Como cualquier género que establece sus reglas, el cine porno va hacia un lugar: el sexo. En el caso del porno sonoro, a veces, con un beso alcanza, porque el erotismo descansa en otras fantasías y aspira a una experiencia de realidad aumentada.
Rozenwasser tiene la teoría de que el sonido es un sentido que tenemos asumido, que está pero no le prestamos atención. En un punto, porque también propone la narración sonora en sí: se trata de encontrar la naturalidad. Josefina reflexiona: ahora la gente no está atenta a lo que mira porque los estímulos son muchos. Cuando se visibilice demasiado la ficción sonora finalmente el sonido podrá prevalecer sobre la imagen. Pero parece que prestar atención al nivel sonoro, con el nivel de detalle que Rozenwasser propone, es casi un imposible, una tarea para aficionados. De todos modos, el camino del sonido en las fantasías sexuales hasta ahora silenciadas, o a bajo volumen, empieza a abrirse al futuro.
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