Cada vez que escucho a algún vocero de la dictadura venezolana argumentar a favor de la corriente de opinión que nos quiere llevar al convencimiento de que “Venezuela se arregló”, no puedo evitar recordar a todos los presos políticos que continúan privados de su libertad en Venezuela. Uno de ellos es Javier Tarazona, que ya acumula más de 12 meses encerrado, simplemente porque así lo decidió un régimen para el que no cuentan los derechos humanos y se burla a carcajadas de las resoluciones dictadas por la ONU y cuanto organismo internacional que se ha ocupado de estudiar todos los procesos de violaciones perpetrados en nuestro país durante estos últimos 22 años.
Lo insólito es que todo cuanto investigó la organización que lidera el detenido está soportado en las pruebas que mostraban a la opinión publica los representantes de Fundaredes. La presencia de los efectivos del ELN, los campamentos instalados en más de 14 estados de Venezuela y las andanzas de Gentil Duarte, de Santrich e Iván Márquez, eran parte de los relatos compartidos con la ciudadanía, que irritaron de tal manera a Maduro que éste ordenó detenerlo junto a su hermano y otros funcionarios de la fundación. Y Javier Tarazona continúa privado de su sagrada libertad.
Cómo se puede estar arreglando un país en donde se agravan los servicios públicos, ya que tanto el agua como la luz siguen siendo parte del calvario que experimentan diariamente las familias venezolanas. ¿Pueden vivir con dignidad seres humanos que no reciben como Dios manda agua y luz eléctrica? ¿Puede estar, de verdad, arreglándose un país, en donde siguen metiendo presos a dirigentes sindicales porque se niegan a callar ante los atropellos de los que son víctimas los trabajadores, pensionados y jubilados? ¿Por qué siguen huyendo del territorio nacional miles de venezolanos, arriesgándose a lo peor, atravesando selvas para llegar a algún lugar del mundo en donde puedan conseguir algo de paz?
Resulta insólito que mientras los promotores del régimen gritan “Venezuela se arregló”, asesinan al líder indígena Virgilio Trujillo, integrante de la Organización Indígena Piaroas Unidos del Sipapo, cobrándole su “atrevimiento” de denunciar las violaciones de los recursos ambientales que venía defendiendo.
Más allá de los números “arreglados” para pretender vendernos las maravillas de las políticas económicas de Maduro, lo cierto es que sigue “vivita y coleando” la inflación, el cacareado aumento salarial sucumbe ante esa embestida del costo de la vida y la promesa de respetar la propiedad privada no se lo cree nadie, sabiendo que en Venezuela no existe ¡ni en pintura! seguridad jurídica. Lo que sí se consolida es la figura del Estado banquero y hotelero, que instala y maneja casinos, mientras los hospitales no sirven para salvar vidas, las escuelas son un reflejo de zonas bombardeadas, en las que no hay ni pupitres y faltan los educadores que no dejan de escapar de la tragedia que los hostiga en un país en donde nada se puede arreglar mientras perdure ese régimen que lo ha desbaratado.
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