Luego de 40 años de carrera no tiene dudas: la matemática ha sido su refugio, un espacio de paz que lo ha hecho feliz. Desde que era adolescente, Neptalí Romero supo que sus intereses eran diferentes a los de algunos de sus compañeros: era un apasionado de las materias científicas, de la lectura y de resolver problemas matemáticos. Decidió dedicar su vida a formarse en el área científica.
Merideño, estudió primaria en el Grupo Escolar Mauricio Encinoso. Pero fue en secundaria, en el Liceo Alberto Adriani, cuando un profesor al ver sus cualidades para las materias científicas le pidió a sus padres que lo motivaran. «Yo estaba en cuarto año de bachillerato».
Pasados varios años de ese momento, su trabajo ha contribuido al impulso de disciplinas como la Física, Química, Biología y Matemáticas. Es miembro de la Asociación Matemática de Venezuela y profesor universitario. De su vida dedicada a la ciencia dice haber conseguido satisfacción y libertad.
«Con el tiempo me voy enamorando cada vez más de la matemática y yo lo defino como mi lugar de refugio porque no solamente es la satisfacción de aprender cosas nuevas, sino que es el lugar en el que yo me vuelco cuando hay circunstancias adversas. Cuando me siento presionado o deprimido, en lo posible trato de cambiar mis pensamientos y pensar en la matemática. En ese momento me siento más tranquilo, en libertad. La satisfacción es realmente indescriptible, me produce mucha tranquilidad», dice Romero.
Recuerda cómo inició su carrera. Fue en julio de 1973 cuando se inscribió en la Universidad de Los Andes para estudiar Física. Pero debido a la situación convulsa que estaba viviendo el país en aquel momento, nunca vio clases y terminó viajando a Barquisimeto, persiguiendo un amor.
Su novia, hoy su esposa, había obtenido un cupo para estudiar Literatura en la capital del estado Lara. Surgió entonces la oportunidad de cursar en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA). Y reconoce que no se equivocó con la elección: es un maracucho que se enamoró de Barquisimeto, donde construyó su vida. Luego inició carrera de profesor como becario docente en la universidad.
Por ser uno de los alumnos más destacados de su clase, consiguió beca para hacer una maestría en Matemática Pura. Viajó a Brasil para estudiar en el Instituto de Matemática Pura y Aplicada. «Por mi compromiso con la universidad y con mi familia, a pesar de tener ofertas laborales en Brasil, decidí, ya casado y con dos hijos, regresar a Venezuela. Y aunque recibí propuestas de trabajo también en la Universidad Simón Bolívar, opté por quedarme en Barquisimeto».
De ese momento ya han pasado varios años y justamente por esa reconocida carrera recibió el Premio Lorenzo Mendoza Fleury de la Fundación Polar, en la categoría Matemática, galardón que reconoce a los investigadores científicos venezolanos. Romero comenta que fue algo sorpresivo y significa un compromiso para continuar promoviendo la ciencia. Lo califica como un reconocimiento también para la UCLA porque es la primera vez que un docente investigador de la institución recibe un premio tan especial.
«No me esperaba un reconocimiento de tanta importancia, realmente quedé muy sorprendido y me halaga mucho. Además, es una especie de estímulo a continuar en la labor que uno está desarrollando en el país en las circunstancias que estamos viviendo”.
Al hablar de lo que ha sido su vida, Romero asegura que ha logrado conseguir la satisfacción profesional y la felicidad familiar. Sin embargo, no le gusta comentar sobre sí mismo ni hacer balances. Pero reconoce que una de sus contribuciones ha sido poner a su universidad en el entorno de la Matemática nacional. También resalta el impulso de programas en instituciones para la promoción de las ciencias básicas.
«Con el apoyo de colegas y amigos, en un período de 22 años, en la Lisandro Alvarado, aquí en Barquisimeto, logramos establecer un convenio con la Universidad Central de Venezuela y el programa del doctorado de la UCV lo desarrollamos aquí como un apéndice y eso nos impulsó para crear nuestro propio programa de doctorado. La suma de graduandos de estos dos programas, conducidos bajo mi coordinación, ha dejado más de 30 doctores en diversas áreas de la Matemática, de lo que me siento orgulloso», comentó Romero.
De sus hijos, siente orgullo porque, señala, son exitosos. Ambos se dedicaron a carreras ligadas a la ciencia: la mayor es médico y el menor es ingeniero en informática. Sobre el tiempo que pasa con su familia y lo que hace en sus horas libres, destaca que le gusta cocinar, aunque recuerda que cuando era más joven se dedicaba a los deportes, específicamente el voleibol; de hecho, fue parte del equipo de la selección de su universidad.
El cine lo disfruta, pero es muy selectivo. Por ejemplo, no le gusta mucho lo que produce Hollywood; prefiere el cine francés y el alemán. Si se trata de música, escucha todos los géneros, pero no reguetón. ¿Sus preferidos? La clásica y la venezolana. Allí están sus referentes: Bach, Mozart, Simón Díaz, las hermanas Chacín, Morela Muñoz, entre otros. «Del rock también soy consumidor. Quizás me quedé anclado en los 70: Led Zeppelin, Pink Floyd, Deep Purple (…) también me gusta la salsa, pero creo que me quedé en la Fania».
Neptalí Romero sobre el futuro
Neptalí Romero explica que los profesionales dedicados a la ciencia en el país viven desprotegidos, algo que considera que afectará a la sociedad. Con la crisis económica, indica, el impulso de la ciencia en el país está en niveles que nunca antes había vivido más allá de los salarios insuficientes. Considera que se requiere colaboración entre las instituciones públicas y privadas para la promoción de la actividad científica. «Un país sin desarrollo científico realmente no tendrá progreso ni futuro. Es necesario sostener de manera estable programas de formación científica no solamente en Venezuela sino en cualquier país por el impacto y necesidad para el desarrollo. Sin ciencia no hay nada de eso. La ciencia venezolana ha tenido sus altos y bajos; ha habido momentos, en mis 40 años de carrera, en los que uno ha percibido apoyo gubernamental y momentos en los que no».
Agregó: «El número de científicos fuera del país es muy grande, entonces pensar en programas de sostenimiento de la ciencia en el país requiere de la conjunción de muchos factores y de que la propia sociedad venezolana entienda la importancia de tener un cuerpo científico solvente. Por otra parte, son necesarios programas de estímulo al desarrollo de la ciencia».
También considera que es necesario tener en cuenta que debe haber un programa para el impulso de la carrera científica entre los jóvenes. «Por ejemplo, en la Universidad Centro Occidental, en este lapso que se está iniciando solo un estudiante ingresa como nuevo alumno en la carrera de Ciencias Matemáticas, en Física apenas dos; en la Universidad de Oriente no hay nadie. Realmente eso preocupa mucho. Creo que uno de los factores importantes para crear conciencia de la importancia en los jóvenes de las ciencias básicas es contar con profesores en la secundaria que estén preparados. En este momento los profesores nuestros, en un porcentaje muy alto, no tienen la formación adecuada para ejercer esas funciones de estímulo y de enseñanza».
Sabe que esta afirmación puede generar molestias u opiniones encontradas entre los científicos, pero cree que es necesario asumirlo. Hablarlo. Sin embargo, resaltó que hay planes que podrían ayudar a cambiar esa realidad. Cita como ejemplo el caso de Brasil, que impulsó un programa para la promoción de las ciencias. «Lamentablemente es la realidad. Aquí tenemos liceos y escuelas secundarias donde no hay profesores de Matemática. Eso incide en que el número de aspirantes por hacer carrera científica disminuya considerablemente. Hay que pensar en un plan nacional de formación de profesores».
A pesar de que no ha sido fácil desarrollar una carrera científica ejemplar y que se ha encontrado con muchas dificultades para hacer los cambios necesarios para promover la innovación, no se arrepiente de haber escogido la matemática como parte de su vida. Y no duda en afirmar que de volver a ser joven escogería de nuevo ser científico, aunque también estudiaría música y tocaría la guitarra, una de sus grandes frustraciones. De ahí, su admiración por Alirio Díaz, con quien además tiene anécdotas. Lo conoció el año 2000 porque coincidieron en una fiesta privada. Allí, emocionado, lo escuchó en vivo.
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