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La destrucción de la familia

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Quizás uno de los aspectos menos conocidos por los sectores que se adhieren al pensamiento marxista es la fuerza que comúnmente emplean para abolir las instituciones que preceden su enquistamiento en el poder. De una forma metódica podemos observar en las etapas de imposición de estos regímenes de raíz ideológica marxista como son derribadas una a una las distintas instancias de la red institucional prevista para garantizar derechos y deberes en cualquier sociedad. Generalmente se comienza por ataques a la propiedad, condenada como expresión del dominio de las clases de propietarios. Sin ninguna consideración filosófica o histórica, se olvida de que la propiedad privada salva la sociedad del salvajismo, de la destrucción que significaba acceder a un bien en manos de otros indefectiblemente por medio de la guerra, destrucción o dominación casi absoluta. El Estado marxista se reserva el poder dar y el de quitar o mejor dicho expropiar, como bien sabemos los venezolanos. En orden siguen los ataques a la libertad de pensar, opinar, escribir, comunicarse. Tal como ha señalado un representante del actual régimen, al intentar justificar la práctica del bloqueo a los ciudadanos, en palabras corrientes, la eliminación de la posibilidad de leer, conocer, acceder a fuentes de información y conocimiento que expongan interpretaciones distintas a las que ofrece autoritariamente el gobierno. La premisa es: “No se puede decir lo que nos parezca”, en otras palabras, solo puedes decir lo que te ordenan o permiten decir. Una muestra más clara de abolición de la libertad del individuo es imposible encontrar. Solo puedes decir lo que te permitiremos decir.

Tenemos claro que en esta sucesión de etapas destructivas una de las más fuertes es la que se dirige a demoler el papel protector de la familia. En el Manifiesto Comunista la familia es condenada sin disimulo. “La burguesía ha arrancado el velo sentimental a las relaciones de familia reduciéndolas a meras relaciones de dinero”. Como vemos en la información que nos llega continuamente de Rusia, la existencia masiva de orfanatos para educar y cuidar a los infantes de ese país es algo extendido y poderoso, respaldado por leyes que bajo el disfraz de protección a la infancia arrebatan a los niños de sus familias, cortan la relación entre ellos e imponen la tutoría obligatoria, represiva del Estado en la educación de la infancia.

Los que crecen en orfanatos en la práctica se convierten en seres humanos que desconocen lo que significa el amor entre padres e hijos y entre hermanos. Su mente se enfría al convertirse en un dispositivo que recibe instrucciones de sus superiores. En estos tiempos lo podemos observar a través de la actuación del ejercito ruso en Ucrania. Pueden dispararles a niños, mujeres embarazadas, ancianos, personas desvalidas. Solo procesan en sus mentes las órdenes que reciben de sus superiores, de sus jefes. No hay un mínimo relámpago de conciencia que impida que esta tropa adopte una actitud humana de compasión hacia el otro.

En las sociedades donde el socialismo marxista ha tomado el corazón de la gente, la familia tiende a desaparecer como lo sabremos con más claridad en un futuro próximo. Es un hecho que se oculta pero que inevitablemente sale a la luz. En estos predios latinoamericanos donde el marxismo/socialismo tiene a reaparecer bajo el disfraz de defensa de los débiles y de los más pobres, la familia como institución base de la sociedad corre el peligro de ser sustituida por algún departamento u órgano estatista de carácter social de forma casi mecánica. El Estado penetra en cada fase de la convivencia humana para cambiar la relación familiar por obediencia, sumisión, silencio y resignación. Esto solo se sabe cuando se ha consumado la permanencia en el poder de los regímenes comunistas que materializan la creencia de la familia como la perversa fuente de la propiedad privada y la división del trabajo, instituciones que Marx y Engels equiparaban con la alienación y la explotación, los grandes enemigos de la liberación de la humanidad, según su visión ideológica. Una tarea cuya competencia caería en las manos de un Estado que actuaría de forma totalitaria suprimiendo todas las instituciones que se oponen al poder central y único del Estado comunista.

Cuando en países como Argentina, México, Chile y Colombia las grandes masas eligen gobiernos procomunistas están sembrando las semillas de la destrucción de la familia, la institución cuyo único y fundamental fin es garantizar el respeto, el amor y la protección de cada uno de sus miembros en la salud, en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza.

 

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