“Mantenemos seguimiento a los grupos generadores de violencia, con conexiones extraterritoriales, para ponerlos a orden de la justicia. No permitiremos alteraciones al orden interno y seremos frontales en la lucha, directos en la acción y garantes de la paz”. Si lo dice Remigio Ceballos, ministro del Interior de Nicolás Maduro, no hay que dudarlo.
Lo que sucede es que hay que darle la verdadera interpretación, esos “grupos generadores de violencia” son cualquier grupo de activistas de organizaciones no gubernamentales, militantes de algún partido de oposición o cualquier vecino que a los chavistas les convenga poner fuera de circulación. Entonces no pueden los venezolanos extrañarse de que en los siguientes días comiencen a llevarse a gente a las mazmorras de las supuestas fuerzas de seguridad, como acaba de ocurrir con el profesor Alcides Bracho, que lo sacaron de su casa acusado de participar en manifestaciones de 2014 y 2017. Algo extemporánea la cosa y sin proceso judicial apropiado.
Pero Ceballos no es espontáneo con esta medida (hablando de cadena de mando), sino que lo hace en respuesta a lo que Maduro dijo el sábado en el acto de ascenso de los militares. Mientras celebraban los ascendidos el mandatario chavista les dijo que acabaran la fiesta rápido porque el presidente de Colombia, Iván Duque, quiere atacar el “sistema eléctrico” de Venezuela para “desestabilizarnos”.
Y qué casualidad, señores, que la refinería Amuay sufrió un completo blackout, un apagón, que la dejó inutilizada para producir gasolina. Esto quiere decir que el país se queda sin 80% del abastecimiento porque es la única planta que estaba funcionando. Cardón está detenida por unos trabajos de mantenimiento, que ojalá sean ciertos porque los necesita.
Siempre que ocurren estas cosas y que los ministros militares se ponen a hacer amenazas a diestra y siniestra, el ciudadano se hace la misma pregunta: ¿No se supone que la Fuerza Armada es la responsable de la seguridad de las plantas eléctricas, del Guri, de las refinerías, de los complejos petroleros? Entonces, ¿qué está fallando? ¿Por qué cualquiera puede “penetrar” y burlar semejante despliegue de soldados y de trabajo de inteligencia?
No hay en Colombia un agente secreto capaz de cometer semejantes ataques, porque eso es sencillamente ficción. Tampoco hay iguanas tan poderosas. Los que sí están acostumbrados a volar por los aires tuberías de distribución de petróleo o complejos eléctricos completos son los guerrilleros amigos de la casa (de Miraflores) que por años jugaron con eso para tratar de “desestabilizar” el Estado colombiano. Y quién quita, como está desatada una guerra entre ellos, que Amuay se haya atravesado.
Las consecuencias de las palabras y las órdenes de Maduro y Ceballos serán para los inocentes, lo que hacen trabajo por las comunidades, los que denuncian, que usualmente son organizaciones no gubernamentales que reciben fondos del exterior, de allí eso tan raro de “conexiones extraterritoriales”. Quieren hacer como Daniel Ortega, que les lleva la delantera en aberración en contra de los grupos sociales y de defensa de derechos humanos.
Como siempre, apuntan su artillería en la dirección equivocada. Les conviene pero ya el mundo entero ha comenzado a darse cuenta de las trampas en sus jugadas.
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