Claudio Pozzani es de uno de esos nadadores a contracorriente por excelencia, que buscan cambiar el mundo de manera literal y literaria. Poeta, performer, gestor cultural, no calla su inconformidad y esgrime la poesía como un arma para mostrar esa otra visión del mundo, alejada de estereotipos, cercana a la piel y sus miserias, al alma y sus alegrías.
Pozzani es conocido en toda Italia como el “Príncipe azul de la poesía”, no por la imagen prefabricada del galán que rescata a la protagonista sino por su pasión para difundir cada verso, cada poema, propio o ajeno.
En 1983 fundó el Circolo dei Viaggiatori nel Tempo, una asociación cultural que todavía maneja y que se ocupa del arte y en particular de la poesía y la literatura, organizando eventos internacionales en Italia y en otros países. Entre ellos, el Festival Internacional de Poesía de Génova Parole Spalancate, considerado el evento de poesía más importante de Italia y el más longevo, creado en 1995. Desde 2001 dirige la Stanza della Poesía, en el Palazzo Ducale, que realiza más de 150 eventos cada año.
Habla con correcta pronunciación, dándole un justo peso a cada palabra, y su experiencia como performer permite darle sonoridad de canción a los poemas que lee frente a ese público que lo espera con avidez, ya que para Pozzani la poesía contiene la esencia de todas las artes.
El poeta Roberto Mussapi señala que Pozzani cuando lee sus poemas baila en cada página con el ritmo de un poeta de blues, canta narrando, sincopando, no como un rapero porque él es un trovador de la era del rock.
No se da prisa por escribir aun cuando ha publicado doce libros, todos ellos fuera de Italia, a excepción del último, una antología: Spalancate Spazi, poesía 1995-2016, editado por Passigli poesía, que recoge casi veinte años de su producción poética.
―¿Qué es lo que más le gusta de la poesía?
―La síntesis, el hecho de que la palabra tiene una potencia explosiva, en el sentido de que es como una bomba que siendo una cosa pequeña puede convertirse en algo enorme que conmueve.
El hecho de que no tienes que utilizar demasiadas palabras para decir un concepto, el hecho de que la poesía más allá del significado, cuando es una buena poesía, logra transmitir emociones también con el sonido. Y el hecho de que no tiene edad. En otras artes se siente cuando son realizadas en determinados periodos de tiempo, un periodo histórico específico, pero la poesía es atemporal.
―¿En qué sentido la poesía lo ha cambiado?
―Desde que tengo recuerdos, recuerdos de mí mismo, estoy pensando en poesía, en el sentido de que desde cuando me recuerdo escribiendo cualquier cosa, siempre he tenido un pensamiento poético, y me ha cambiado porque me ha enseñado a ver todo de manera diferente. Una de las cosas que me gusta de la poesía es el pensamiento lateral, miras algo pero no es como parece, es miles de cosas distintas.
―La relación de su poesía con la música, ¿cómo ha sido?
―La relación de la poesía con la música nació antes de que aprendiera a tocar un instrumento, después aprendí a tocar la guitarra y comencé a componer canciones. Pero hacer textos para canciones es diferente a escribir poesía. Y después regresé a la poesía porque quería hacer una sinfonía usando las palabras, no la música.
―¿En qué momento se dio cuenta de que era poeta, de que eso era lo que deseaba hacer?
―Cuando estuve satisfecho de mí. Cuando pude escribir un verso sin necesidad de retocarlo o de reescribirlo, porque eran versos que me enorgullecían o versos que me hubiera gustado leer de otros poetas. Pensaba para mí: bueno, esto puede ser definido como una poesía que me gusta, porque soy mi primer crítico y mi primer lector, por eso escribo poco, porque dejo salir solo aquello que me convence verdaderamente, si no, no escribo. Pensé seriamente en ser poeta cuando los lectores comenzaron a demostrar su aprecio por mi poesía. A ellos les gustaba y a mí también.
―¿Cómo definiría su poesía?
―Clásica contemporánea. Pienso que escribo de una manera muy clásica, porque me siento muy cerca de los poetas del ottocento y del novecento pero con muchos elementos de la contemporaneidad.
―Su familia ¿lo ha apoyado con su trabajo por la palabra?
―Mi padre no era ni poeta ni escritor ni gente de gran cultura, pero siempre me había dicho que si creía en algo, él y mi madre me apoyarían. Y siempre me apoyaron, hasta cuando hice las cosas más locas como cuando me fui a la calle principal de Génova, en pijama, sobre una cama, para leer mi poesía. Ellos estaban allí empujando esa cama. Cuando quise ser cantautor me compraron la guitarra y me dijeron “hazlo”. Siempre han estado conmigo. Sin ellos, sin su impulso, hubiese hecho mucho menos de lo que he hecho.
―Su más reciente libro es una antología…
―Es una antología titulada Spalancate Spazi, poesía 1995-2016, un libro editado por Passigli Poesía y es una paradoja porque después de doce libros publicados en el exterior finalmente tengo un libro editado en Italia, que recoge la producción de los últimos veinte años. Siempre me he sentido un exiliado en Italia, de hecho de diez lecturas a las que me invitan nueve son fuera de Italia y una aquí. Algunos no me invitan porque soy muy experimental… los academicistas. Otros no me invitan porque soy muy lineal, otros porque no soy parte de un grupo de Milán, otros por mis performances, porque soy muy teatral al momento de leer poesía.
En el Festival Internacional de Poesía de Génova hemos tratado de romper esas barreras, esos grupos de seudo poder, buscando invitarlos y que estén juntos leyendo poesía. Por otra parte, siempre he recibido un rechazo con argumentos de que soy muy lineal o soy muy experimental y en el mejor de los casos me ignoran. Ahora que editaron este libro ya no podrán pretender que no existo.
―¿Hay un futuro claro para el Festival Internacional de Poesía de Génova? ¿Cuál debería ser, según su sueño, el futuro del festival?
―El futuro del Festival… digamos que si no hubiese tenido la pasión ya se hubiera terminado. Todo lo que han podido hacer por destruir el festival lo han hecho. Lo he tenido en pie solamente porque lo considero una parte de mí. Pienso como posibilidad futura incorporarlo y convertirlo en un festival mundial, sacarlo fuera de Génova, que Parole Spalancante no esté solamente en Génova sino en muchísimos lugares, en muchísimas ciudades de Italia y de fuera de Italia, como era al principio.
La idea de hacer un festival nació en mi local, el Circolo dei Viaggiatori nel Tempo, donde junto con otros poetas amigos comenzamos a dar vida a las lecturas que han continuado en otras partes de la ciudad. Luego, en 1995, creamos el Festival. Era un momento en que en Italia no había ningún festival de poesía importante. En 1997 comenzaron a participar premios Nobel y grandes personalidades de todo el mundo, convirtiendo este evento en la mayor manifestación de poesía en Italia.
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