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Argentina: cuando una crisis no es una oportunidad  

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Es popularmente conocido que toda crisis es una oportunidad, y sustento esta afirmación universal citando al historiador israelí Yuval Noah Harari: “Toda crisis es también una oportunidad”; pero en el caso argentino es notorio que la actual crisis energética -adicionalmente económica y política- por la que atraviesan definitivamente es una crisis en la que no podrán aprovechar de crear las condiciones de oportunidad para crear y crecer.

Además de sus problemas políticos, la gente está cansada de un régimen que no les soluciona el tema del hambre, si no escuchen a la analista Viviana Canossa todas las noches y se darán cuenta; aparte de eso está el tema económico:  tienen inflación que ya se parece a la venezolana y encima una crisis energética de la que no pueden salir sencillamente porque no han sido creativos y porque continúan manejando el tema energía desde la ideología socialista y no desde el desapasionado mundo de los negocios.

Algunos analistas del sector estiman que Argentina podría bombear “1 millón y 1,7 millones de barriles de petróleo equivalente y gas natural, respectivamente, en 2026…”, siempre y cuando hoy se corrija el rumbo de la política energética, si es que existe tal política. El frío del invierno 2022 será muchísimo más crudo que otros años porque están en el serio problema de no saber cómo suplir de gas a su principal ciudad: Buenos Aires -y al país en general- porque tienen un escenario energético dantesco: 1) no tienen suficiente gas para sus termoeléctricas; 2) deben importar gas (vía LNG gas natural licuificado a precios de mercado); 3) no tiene un ducto que conecte su principal centro productor (“Vaca Muerta”); 4) no tienen un suplidor internacional confiable de gas natural; y lo peor 5) no tienen dólares suficientes para pagar el subsidio perverso a combustibles que no producen.

Estando así las cosas desde mediados de 2007 Argentina, otrora exportador de combustibles, hoy hace malabarismos para suplir de energía a sus ciudadanos.

Algunos datos que corren en redes y que escuchamos de amigos expertos: en junio, julio y agosto (invierno) el costo de la factura mensual por consumo de electricidad (utilizando gas) va de menos de 100 millones de dólares a cerca de 1.200 millones. En esas cuentas se debe anotar: adquisición de gas vía LNG porque las compras de gas a Bolivia no son suficiente.

En la época de calor  (septiembre y octubre) los costos están cercanos a 800 millones y recién en fines octubre, vuelve a estabilizarse en 100.

No tienen dólares para pagar los barcos de LNG que obviamente se mueven a precios de mercado y no aceptan el devaluado peso argentino (inflación de 2022: 70%).

Encima de que no tienen dólares subsidian combustibles. En 2021 el subsidio consumió más de 11.000 millones de dólares (2,3% del PIB) porque tiene las tarifas de electricidad, gas y agua “congeladas” desde la administración de Mauricio Macri y las cuentas “por pagar” del Estado por concepto de subsidio están encima de 250%. Un descalabro contable. En Argentina no necesitan políticos, abogados, ingenieros, ni economistas: necesitan un buen contador que les diga qué costos están por demás, qué costos no se deben asumir y qué hacer con los pocos dólares que hay.

Del subsidio se quejó hasta su renunciado exministro del curioso cargo de “la Producción” se quejó públicamente que el desafío es “salir del desquiciado sistema de subsidios a la energía que rige en nuestro país desde hace dos décadas” (Matías Kulfas).

Y no existe un Ministerio de Energía, de manera que la cuestión más importante de Argentina está invisibilizada debajo de un “ministerio de la producción”. Esperemos que Daniel Scioli, exvicepresidente, que es el nuevo “ministro de la producción” imponga su impronta liberal en ese ministerio y empiece a dejar el socialismo y dar paso al mercado, especialmente él que estuvo más de dos años siendo embajador argentino en el país más grande y comercial de Latam: Brasil.

Los argentinos tienen gas, como dijimos previamente, en su gran reservorio “Vaca Muerta” pero deben además de estimular inversiones privadas para explotar ese reservorio, deben primero construir un gasoducto que permitirá reconfigurar el escenario energético argentino: reducir casi a cero sus importaciones LNG, abastecer a sus ciudadanos e industrias e inclusive pensar en un negocio de exportación e excedentes. Todo eso muy bien pero se necesita el mercado, vale decir, la mano de los inversionistas del mundo del capitalismo a los que los actuales administradores de Argentina no los quieren, y les pondrán mil trabas que cualquier empresario moderno no aceptará, entonces allá está Argentina con su gran reservorio de Vaca Muerta, urgido de inversiones privadas pero con un Estado socialista que asfixia.

El shale gas y petróleo de Vaca Muerta (provincias de Neuquén, Mendoza, Río Negro y La Pampa) contendría preliminarmente recursos de shale oil técnicamente recuperables de más de 20.000 millones de barriles y 400 billones de pies cúbicos de gas natural. Cifras importantes que sólo la inversión privada puede desarrollar comercialmente y sacarles provecho. Se necesitan capitales de corporaciones y no hay Estado latinoamericano que pueda hacer frente tal desafío exploratorio y de producción comercial.

El control de cambio, el límite a la repatriación de utilidades y la ausencia de Estado de Derecho no son buenos amigos de empresas del sector energético acostumbradas a la estabilidad y espacios seguros para invertir, por responsabilidad con sus propios accionistas. Es que en Argentina necesitan un gasoducto y un desarrollo comercial de su principal reservorio pero quieren hacer con ideología y no con dólares del capitalismo. Así no van a lograrlo.

El gasoducto requiere, además, para su construcción de láminas de acero que deben traer fuera del país, dado que Argentina no las produce en el espesor necesario. Allí otra tarea para su nuevo ministro “de la producción”.

El gasoducto será más caro que si fuera ejecutado por privados y no estará ni para este invierno y quizá ni para el invierno 2023, recojo aquí palabras del exsecretario de Energía Emilio Apud, quien estimó que la Argentina tendría que pagar 5.000 millones de dólares este año 2022 para importar 69 buques LNG, aunque estimó que el país no tiene los dólares suficientes para asumir ese mayor costo. “Vamos a pagar 10.000 millones de dólares por un gasoducto que en países normales cuesta 1.500 millones de dólares” (Apud explicóen Noticias Argentinas).

Bueno, así van las cosas en la bella Argentina, cuya espectacular ciudad de Buenos Aires sigue siendo un ícono para los latinoamericanos que la visitamos y la queremos, por su cultura, sus bibliotecas, sus cafés y su otrora prosperidad y pujanza. Creo que el espíritu de libertad de los argentinos va a retornar pronto para reconstruir esa bella patria. Y cierro este comentario citando a un tipo de abundante cabello (uno de sus principales políticos y quizá próximo presidente Javier Milei) que dice: ¡viva la libertad carajo!

@BorisSGomezU

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