Incluso Costa Rica, maravilloso país por su estabilidad, respeto a la ley y libertad, que tiene amplia trayectoria y tradición en uso de renovables para satisfacer su demanda energética interna, empezará a debatir un proyecto de ley para disminuir el costo de electricidad –principalmente para hogares– según proyecto de ley del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), denominada “Ley para la promoción y regulación de la generación distribuida con fuentes renovables para autoconsumo”.
Ello muestra que ciertamente hubo avances significativos en generación distribuida en América Latina.
Veamos un poco de circunscribir el tema de hoy: autogeneración y cogeneración. Es autogeneración: el proceso de producción de energía eléctrica para atender total o parcialmente la carga del establecimiento (hogar o industria, dependiendo del volumen de necesidad/generación). Es cogeneración: la producción simultánea de dos o más tipos de energía, normalmente electricidad y energía térmica (calor o frío), aunque puede ser también energía mecánica. Y una de las principales fuentes de energía distribuida es solar fotovoltaico, producida por paneles solares (en techos de edificaciones).
En este marco, para seguir incentivando regulaciones eficientes y de fácil acceso varios países Latinoamericanos, a través de una carta energética de integración y complementariedad, bien pudieran normalizar sus legislaciones para establecer/estudiar anualmente la capacidad instalada actualmente en procesos de autogeneración y cogeneración, identificando y clasificando las tecnologías, energéticos empleados, niveles de consumo, obviamente tomando en cuenta aspectos financieros, costos, e identificando para los próximos años los potenciales de crecimiento.
Otro caso paradigmático es Argentina: tiene una ley N° 27191 que fomenta el uso de energías renovables que fijó un mínimo de 8% en la generación para este año, meta que no se cumplió, pero que están en vías de seguir implementando infraestructura e inversiones para que el programa renovar siga moviéndose en la dirección correcta.
La idea central de toda iniciativa es bajar los precios de la electricidad.
México, al igual que Argentina, es otro país que es modelo para América Latina en eficiencia energética, en generación eléctrica vía renovables y en generación distribuida. Desde 2017 México cuenta con disposiciones normativas para la generación distribuida, que especifica modelos de contrato que los usuarios pueden utilizar para producir electricidad (menos a 500 kW) vía solar mediante paneles fotovoltaicos.
Eso es liberar el mercado y permitir que la gente –con innovación y proactividad– genere electricidad con pequeña inversión y buscando bajar precios de su factura. En México ahora cualquier persona puede instalar paneles en su techo, vender la energía a CFE (Comisión Federal de Electricidad) y esta está obligada a comprarle la energía siempre y cuando se cumpla con la normativa técnica mínima.
Desde 2014 con la reforma energética mexicana, con todas sus luces y sombras, la generación distribuida impulsó la instalación de pequeños equipos generadores de energía establecidos en edificaciones para satisfacer necesidad de electricidad.
Veamos algo de Brasil, un gigante que consume energía de todo el hemisferio, y que como por ejemplo adquiere gas de Bolivia y vía LNG de varios otros países, informó a través de su Asociación Brasileña de Energía Solar Fotovoltaica que alcanzó récord de 300 MW de potencia instalada en sistemas de microgeneración y minigeneración distribuida solar fotovoltaica en residencias, comercios, industrias, productores rurales y edificios públicos.
Dos elementos sirvieron de motivadores y estimulantes para el crecimiento de la generación distribuida: el aumento de tarifas eléctricas y la consciencia ambiental renovable de los ciudadanos.
Los mejores candidatos a ser parte de la generación distribuida en América Latina, con inversiones pequeñas en paneles, son pequeños y medianos comercios bajo esquemas de netbilling (modalidad por la que cualquier usuario puede autogenerar su propia energía obteniendo ahorros en su consumo eléctrico e incluso inyectar sus excedentes de energía generada a nuestras redes y recibir un pago por ello. Los excedentes, es decir, la energía no utilizada por el usuario que se inyecta en la red, se paga al valor de compra de las empresas distribuidoras, considerando las menores pérdidas que generan estas instalaciones) o el netmetering (cuando el productor o propietario de la fuente tiene en el techo de su edificación una planta eléctrica fotovoltaica y a la vez está conectado a la red de electricidad. Usa ambas fuentes de energía al mismo tiempo, es decir, si es que el sol alumbra entonces toma la energía de la fotovoltaica y si es que necesita más energía o es de noche entonces toma la energía de la red. Sin embargo, si produce más energía de la que en ese momento necesita, entonces «regresa» la electricidad a la red, o sea «hace rotar el medidor en sentido contrario» o «realiza una acumulación virtual con ayuda de la red». La factura de la luz, la cual el productor debe pagar, se calcula luego de la diferencia entre lo que ha producido y su propio consumo en el periodo de facturación dado). Las definiciones podrían estandarizarse.
También la autogeneración y cogeneración puede perfectamente funcionar para bajar consumos en plantas de petróleo, de gas, industrial y en el sector público.
América Latina, a través de una carta energética de integración, bien puede levantar un inventario y realizar balances energéticos más precisos de las necesidades de los ciudadanos en generación distribuida. El fin es bajar costes, además, de los paneles solares, de la mano de obra y de la posibilidad de que todas accedan a generar su propia electricidad. Ahorros eléctricos se traducirán en nuevos paradigmas de uso de energía. Eso es eficiencia.
Se puede seguir avanzando en información de agremiaciones de algunos sectores consumidores, en levantar registros del operador del mercado mayorista de energía en proveedores de equipos de autogeneración y cogeneración, y la permanente investigación de mercados
Para concluir, quiero destacar un informe que circula en la red por la que la Agencia Nacional de Energía Eléctrica de Brasil (ANEEL) ejecutó un estudio entre usuarios que han instalado un sistema de micro- o minigeneración de energía solar en su propiedad. El resultado es sorprendente: la principal motivación señalada por los consumidores para instalar un sistema propio de generación es la posibilidad de retorno financiero (3,58), seguida por la preocupación por el medio ambiente (3,20) y la satisfacción de generar energía (3,08). Los clientes indican también como motivo la posible revalorización del inmueble (2,58) y el hecho de que su inversión es un estímulo para la creación de empleos (2,55) (Seminario Internacional de Micro- y Minigeración Distribuida que tuvo lugar en Brasilia los días 20 y 21 de junio).
Los avances son palpables, queda mucho por caminar. Pero sí está instalada en la consciencia latinoamericana: elevar la participación de renovables en el mix latinoamericano de consumo energético en donde el petróleo sigue siendo importante y el gas será un puente de tránsito por muchísimo tiempo más.
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