La verdad sea dicha, es que en eso de crear, inventar y prometer son muy audaces. Me refiero a los voceros del mentado proceso revolucionario etiquetado con el rótulo de “socialismo del siglo XXI”. En el camino transitado por esa montonera populista, va quedando la estela de los apellidos con que fueron bautizados esos grupos que cedieron paso a las más descaradas traiciones, si nos atenemos a las volteretas que han protagonizado en ese largo trayecto. La más reciente conversión fue esa que dejó sepultado al Movimiento Quinta República con las palas de tierra que le echaron, una vez asumida la etiqueta del PSUV.
Pero esa es historia adelantada, ya que antes Hugo Chávez y sus compañeros de armas habían jurado bajo las sombras del Samán de Güere salir a desafiar a la institucionalidad en medio de ese torbellino de ideas entreveradas en el MBR-200, desde cuyo epicentro apelaban a los nombres de Simón Bolívar, que representaba la raíz del pensamiento de libertad e igualdad; su maestro Simón Rodríguez con su raíz robinsoneana y finalmente, la raíz del general del pueblo soberano, Ezequiel Zamora, representativa de la unidad cívico-militar. Recuerdo los encuentros que sosteníamos en casa del inolvidable Pompeyo Márquez, quien alguna vez aseguró que buena parte de esas iniciativas tenían originalmente la impronta de Douglas Bravo, cuando ante la Quinta Conferencia del Partido Comunista de Venezuela expuso su tesis del bolivarianismo revolucionario.
Todas promesas y juramentos que se las llevó el viento, porque todo desde un principio era una farsa, por lo menos para ese personaje que se especializaba en apropiarse de las ideas ajenas, mientras lograba salir de sus deshonrosas derrotas a cabalgar sobre los éxitos de los demás. Por eso nada diferente era posible esperar de su gestión gubernamental. Todo era puro teatro, siendo ellos «genio y figura de las imposturas».
Por eso ahora la gente se pregunta ¿a dónde fue a parar el cacareado Mercal? Por lo visto eso para nada les importa a los jefes de la revolución que se decidieron a instalar la red de bodegones y a realizar abundantes compras por Amazon, así como por otras líneas tecnológicas que ofrecen esos servicios, cuando no se dan un paseíllo en aviones particulares para hacer sus compritas en Aruba.
Eso de los gallineros verticales era puro cuento, lo mismo que los promocionados cultivos organopónicos. Ahora los manjares los piden a la carta en esos lujosos restaurantes que frecuentan semanalmente en Las Mercedes o Los Palos Grandes, o tirándose a la mar para navegar hasta Los Roques.
Arrasaron con los hospitales, que no cuentan con insumos ni equipos adecuados para asistir a los enfermos, mientras el personal médico y de enfermería deben trabajar con las uñas recibiendo salarios de hambre. El beneficio de las pólizas de seguros desapareció ¡hasta para los militares!, pero ellos, la cúpula o la élite, esa sí que está más que protegida porque pueden pagar los costos de las clínicas privadas a las que acuden fuera del país para atenderse hasta un uñero.
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