Basta escuchar a cualquier comerciante formal para saber directamente lo que hace años conocemos o imaginamos: también el comercio, los comerciantes, son perseguidos, hasta obtener su exterminio, por el régimen rojo macabro. Una mediana comerciante, de nacionalidad portuguesa y también de más que mediana edad me decía por La Candelaria a inicios del año su pesar: el cobro de impuestos, comenzando por el aseo, era parte fundamental del estancamiento de su negocito. De su posibilidad de cierre definitivo, como el de sus vecinos. Y me señaló las tres santamarías clausuradas.
La señora hablaba con dolor, con ese profundo dolor de expatriada arraigada aquí: «No me quiero ir. No sería lo mismo para mí mi vuelta a Portugal». La entendí perfectamente. Asentí. ¿Que más podía hacer? Ni siquiera la conocía. Tampoco la volveré a ver. Me entristeció más mi situación de profesor universitario, aquella persona sufrida, con un sufrimiento impuesto por el poder despótico instalado en Miraflores. Tales como son los impuestos que debe pagar por encima de las mínimas ventas. No solo la pandemia los arrasó. También la debacle causada por la satrapía vagabunda. Rota ella. Rotos los venezolanos que quedamos y los idos. Las familias rotas también aquí, allá.
El plan de exterminio de la producción, del comercio sigue avanzando. Como el de la educación y el trabajo. La búsqueda es la del dominio total. La del totalitarismo. Lo sabemos con suficiencia. Llenan las arcas vacías, como vacías están las reservas internacionales y las neveras de la gran mayoría de la población, con el cobro de impuestos, con la persecución económica. Y nada les importa la inflación de nuevo al galope, ni el hambre o la desnutrición, la salud, ni las protestas de los más viejos por las pensiones o las jubilaciones. Nada humano es ajeno a su corrosión. Porque el sentido humano para ellos no existe sino el sentido de la conservación del poder a todo costo, sin escrúpulo. Mantienen los fines. Con o sin medio. Todo constituye un negocio.
A los comerciantes en principio les montaban tendederos paralelos para desecarlos. Ahora encontraron otro método para el cercén: los impuestos esquilmadores hasta de la conciencia de los individuos. El aseo pegado a la electricidad, cuando ninguno de los dos funciona, como ningún servicio. Pagadero de inmediato o el corte también inmediato. Como con el teléfono fijo. Como con todo. Veo con estupor como Consecomercio interviene para solicitar más cuido en las aduanas. Para evitar la muerte lenta. La muerte definitiva. La huida. El gran negocio, ya se ve, es la huida, nos echan a todos de nuestro país. Con eso comercian desde el poder, vinculados con grupos macabros, con el terror también. Porque quien se quede no encuentra vida en nada por ningún lado. Se entrega o muere, si se queda. No existe la posibilidad postergadora de la existencia así. Del comercio. Del individuo.
Al régimen no le interesa la generación de riqueza para nadie. Se ha vuelto un troglodita. Un chupa sangre. ¿No les llama la atención la cantidad de negocios cerrados? ¿No les mueve la curiosidad la cantidad de negocios que cambian el ramo? La tradición también fue desplazada. Aquellos lugares de compra emblemáticos desaparecen y dan paso a ventas de comidas rápidas. O, ante una reja cerrada hasta por el tiempo, carcomida de mugre, oscuridades, hollín y polvo, uno encuentra un comerciante informal con algunos peroles, perseguido por la policía matraquera, por la guardia matraquera.
Fenece el comercio tanto como todo aquello que pudiera florecer en esta larga e inmensa sequía generada por poder despótico. La democracia renovada tendrá que hacer del comercio, de la producción y la creatividad en esos sentidos una fortaleza que nos permita revivir en un tiempo récord. Si no, no tiene sentido, y hasta Portugal será un buen destino final para esa comerciante. Y no solo para ella. Eso es lo que desea el régimen. No podemos complacerlo tampoco en eso. Que se vaya él. Y cuanto antes mejor. ¿No es cierto? Pues ayudemos día a día a lograrlo.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional