No hay nada peor en la política que la arrogancia. En estos tiempos la petulancia del gobierno está en su máxima densidad. Presienten que el poder les pertenece y no hay opción para entregarlo. La oposición, por su parte, que puede demostrar fácilmente el fracaso estrepitoso del gobierno, se alucina a sí misma con la razón de los hechos pero ofertando pocas opciones para superar la crisis y garantizar una unidad de todos los sectores que adversan al gobierno. Es por ello que, insisto, a pesar de la resistencia que el tema puede producir en muchos, que en el caso de Venezuela el diálogo y la negociación es fundamental para evitar que el país entre en una espiral de violencia o de conflicto civil. No hay que hacer grandes análisis politológicos para concluir que cuando las válvulas de escape se cierran, cuando un sector quiere predominar por la fuerza, cuando las instituciones del Estado se parcializan y se convierten en apéndices del Ejecutivo, cuando la economía se estanca, la pobreza crece y la democracia deja de funcionar, estamos ante la antesala de la violencia.
Urge que gobierno y oposición reanuden los esfuerzos de diálogo y negociación con garantía internacional. Es evidente que ante la deteriorada situación del país, la crisis económica y la desesperanza, sería una irresponsabilidad seguir forzando la barra y no sentarse en una mesa de diálogo. El gobierno debe entender que a pesar del aparente poder del que dispone, el sometimiento de instituciones y el apoyo de la Fuerza Armada, no es suficiente para detener una avalancha cuando esta se produzca. La espiral represiva y el aniquilamiento del adversario no garantiza la permanencia en el poder. Se necesitan líderes con capacidad de desprendimiento y negociadores capaces de generar consensos para evitar el peor de los males. La historia ha demostrado que sí se puede.
El gobierno y la oposición tienen que demostrarle al país su interés en avanzar en un acuerdo. El país de a pie no quiere más confrontación, quiere que sus dirigentes encuentren los caminos para recuperar la crisis económica que la sumerge en pobreza. En estos tiempos todos estamos perdiendo, incluidos los que se consideran victoriosos.
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