Es significativo analizar dos temáticas complejas que han dado buenos resultados al gobierno bolivariano dentro del escenario político electoral. “Divide et impera, frase de dudoso origen atribuida al dictador y emperador romano Julio César, que resume la estrategia con la que los gobernantes de nuestra nación y quienes aspiran a serlo nos dirigen o alientan”. Es decir, “en política, divide y vencerás o dividir para reinar es ganar y mantener el poder mediante la ruptura de las concentraciones más grandes, en fracciones que tienen menos energía en su aislada individualidad”. Algunos historiadores explican este tema como una estrategia que rompe las estructuras de poder existentes y evita la vinculación de los grupos de poder más pequeños.
Mientras la abstención electoral se mueve en la no participación de aquellos que tienen el derecho de votar. Las motivaciones de la abstención son poco claras y pueden ocultar una pluralidad de razones. La abstención se enmarca dentro del fenómeno más amplio de la apatía participativa. La abstención es una de las más serias amenazas que debe evitar el actual sistema político venezolano si quiere continuar teniendo una aptitud democrática a lo interno y ante el mundo. No se pueden seguir tomando decisiones de trascendencia, entre ellas en lo político, económico y social, con menos de la mitad de la población. Aquí se articula una frase de JFK: “Se puede ganar con la mitad, pero no se puede gobernar con la mitad en contra”.
Ahora bien, para el análisis es fundamental enfocarse en el 21 de noviembre de 2021 sin perder la brújula 2024; de las 23 gobernaciones que se disputaron el año pasado, el PSUV se impuso en 19 regiones del país, mientras que los partidos de oposición ganaron en 4 estados. Y en lo que se refiera a las 335 alcaldías el oficialismo ganó en 205, la oposición en 59 y los movimientos independientes, la mayoría de los cuales se califican como antichavistas, se impusieron en 71 municipios. Es significativo enfatizar que las elecciones regionales y municipales del pasado 21 de noviembre fueron las primeras elecciones en 4 años en las que participaron la mayoría de las fuerzas opositoras, que boicotearon anteriores comicios por considerar que hay falta de garantías electorales. Son visibles las contradicciones en un país donde nuestras encuestas registran que 70% de la población rechaza al chavismo, los fracasos de la oposición no solo se explican por los ventajismos en el tablero electoral, sino también por los errores de sus propios estrategas.
Son evidentes algunas de las estrategias del oficialismo a través de su campaña de descrédito de supuestos planes desestabilizadores y conspirativos por parte de la MUD ampliada y factores exógenos. En la oposición existe un sentimiento de desconfianza hacia algunos de sus líderes políticos pertenecientes a la MUD, estas manifestaciones son vinculantes con los discursos y posturas que muchos han tomado ante varios temas de transcendencia nacional. Esto se considera nudo crítico a lo interno y externo.
Para el análisis de la variable abstención debemos tener muy en cuenta a medida que se acerca el tiempo legal para anuncio electoral de los comicios presidenciales que deben realizarse a finales 2024. Sin embargo, la sala situacional de Miraflores con todo “derecho” trata de construir aceleradamente un escenario electoral de su conveniencia. Incluso dentro de una dinámica compleja electoral pudiese emerger un adelanto de las elecciones presidenciales para el año 2023.
En síntesis, podemos recrearnos por ahora que las variables división y abstención estarán moviéndose en el contexto político electoral. No es un secreto que el gobierno utilizara todo su arsenal populista con el apoyo del Estado. Mientras la campaña electoral de la oposición venezolana, si quiere ser exitosa, debe tener como ejes unidad y definir una estrategia que contribuya a reducir los índices de abstención en la venidera elección presidencial aun si fecha por el CNE.
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