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¡El cambio va! (II)

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Control Ciudadano, El Nacional

AFP

¿Dónde, cómo y quién sacó a los militares de esa ruta que estaba con muchas señalizaciones para transitarla democrática, constitucional e institucionalmente? Esa fue la pregunta que selló la primera parte de este texto que se alarga.

Solo para delimitar políticamente el texto en términos de la respuesta me gustaría precisar a esos fines, que Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez se convirtieron políticamente en el alfa y el omega de los venezolanos. Lo que vivimos actualmente en el país, en los términos de la revolución bolivariana tiene una inevitable asociación con ambos, especialmente en el gremio de los uniformados. Y a partir del año 1974 es un excelente referente cronológico para dar respuesta a la inquietud de ¿dónde, cómo y quién sacó a los militares de la ruta institucional? Para eso hay que partir del cuándo.

En el momento en que los judíos se preparaban para iniciar los rituales del Yom Kippur el 6 de octubre de 1973, una coalición militar de 800.000 efectivos formada por egipcios y sirios se posicionaban estratégicamente en ambas orillas del canal de Suez. Más tarde se incorporaron fuerzas expedicionarias de Arabia Saudita, Argelia, Cuba, Irak, Jordania, Kuwait, Libia, Marruecos, Sudán, Túnez con el apoyo internacional de la URSS, Alemania Oriental, Corea del Norte y Pakistán. Durante 19 días, los israelíes apoyados por Estados Unidos, Reino Unido y Francia defendieron victoriosamente ambas orillas del canal, las alturas del Golán y las zonas circundantes. Esa guerra disparó astronómicamente los precios del petróleo por el embargo del crudo a Occidente que hicieron los países árabes en represalia por el apoyo a Israel, lo que benefició directamente a Venezuela como proveedor confiable. Esos días de la guerra en el Medio Oriente eran de campaña electoral en el país. La democracia con energía de Carlos Andrés Pérez se impuso finalmente el 9 de diciembre de 1973 sobre la tranquila y familiar imagen del candidato promovido para reemplazar a Rafael Caldera en Miraflores. La referencia de hombre fuerte que combatió a la subversión como ministro del Interior en el gobierno de Rómulo Betancourt le dio una abrumadora mayoría de votos sobre Lorenzo Fernández. Otras posibilidades electorales se quedaron en el camino. La encarnada por la candidatura del general Marcos Pérez Jiménez se inhabilitó por una enmienda a la Constitución Nacional promovida por Acción Democrática y Copei, y la de José Vicente Rangel no pasó de un simbólico resultado. Mientras Jotavé lanzaba discursos y recorría el país bregando para la causa, su hijo ingresaba a la Academia Militar de Venezuela como aspirante a oficial. Cuando el Consejo Supremo Electoral anunció el triunfo de Carlos Andrés Pérez para reemplazar en Miraflores a Rafael Caldera, los militares victoriosos de su última guerra estaban jalonados en una ruta institucional, constitucional y democrática, ganados para garantizar la vigencia de la Constitución Nacional. Y los guerrilleros estaban bajando derrotados de la montaña para pacificarse sin entregar las armas, el dinero y sin asumir ante la justicia los delitos, y terminaron de infiltrarse en la institución armada. Este era el contexto global, político, militar y económico de Venezuela. Y es verdad, a la hora, la respuesta a la pregunta de entrada está incompleta.

Los cinco años del gobierno de CAP fueron de abundancia inesperada. La Venezuela saudita se llevó por delante todas las barandas morales y los principios y valores de muchas instituciones, entre ellas, las fuerzas armadas nacionales. La fortaleza del bolívar frente a monedas vecinas y ante el mismo dólar alentaron el nuevorriquismo. El ta’ barato dame dos ocupó el espacio de la Bandera, el Escudo y el Himno Nacional de los venezolanos alrededor del mundo, especialmente en Miami,y empezamos a encabezar las estadísticas de consumidores de whisky en el mundo y los primeros escándalos de corrupción empiezan a salpicar a oficiales y a la institución armada. Era inevitable. Lo que no lograron las emboscadas, los patrullajes, los muertos y los heridos para convertir en bajas a los oficiales lo hizo la corrupción; los avances académicos y la interacción cultural y profesional ante la sociedad no impidieron que las comisiones, los perros de la guerra, las compras militares y el ñemeo arrastraran moralmente a los cuarteles y les bajaran las barandas de los principios y los valores institucionales. La satisfacción del deber cumplido –un tatuaje ético para la función apostolar y de servicio de los militares– se dejaba de lado con la humilde maleta de cartón con la que se llegaba de aspirante a los institutos de formación militar, mutados por el apartamento en Key Biscayne Boulevard, las cuentas bancarias cifradas en cualquier paraíso fiscal y los trader de la bolsa de valores en Nueva York. Ya no se trataba del privilegio de los almacenes militares, de la exclusividad del hospital militar, de las pensiones y los préstamos hipotecarios a bajo interés, de la vivienda en guarnición; era algo más grande. Y los coqueteos con los antiguos adversarios, ya pacificados y dentro de los cuarteles, y haciendo gobierno en el gabinete, ensancharon las veredas de las conspiraciones y la conjura. Era el todo del poder político o la nada de la rutina de los patios de ejercicios. Demasiada la tentación. En algún momento de una de las películas de la saga de El Padrino, Don Vito Corleone confronta a Michael porque su sueño no era verlo como jefe de la mafia después de su muerte y sí como gobernador, como senador o como presidente. Ese ambiente de mafia en los cuarteles se gestó durante el primer Pérez después de que el primer Caldera montara la plataforma institucional para civilizar a los militares y pacificar la guerrilla. Lo que no hizo el cartucho del fusil en la emboscada guerrillera lo conquistó la comisión de la compra militar y la ambición por alcanzar el poder político a través del golpe inducido. ¿Se está aclarando la respuesta?

Con la llegada de todo aquello del viernes negro en el ejercicio del presidente Luis Herrera Campins, el Recadi con el presidente Jaime Lusinchi y la gestión alterna de la señora Ibáñez, y el segundo CAP con la señora Matos; la guerra desde los cuarteles se libraba a través de marchas de aproximación de anticipos, incursiones aéreas de pagarés, zafarrancho de combate para el control perceptivo y apreciaciones de la situación para los contratos de las adquisiciones. El plan global de adquisiciones militares, derivado de una actuación institucional de los militares venezolanos para garantizar la territorialidad y la soberanía ante la incursión colombiana de la ARC Caldas en las aguas del golfo de Venezuela exponenciò la corrupción uniformada mientras la conspiración montada seguía su curso y defenestraba el 4F al comandante en jefe encarnado en Pérez II y se le abría el paso a Caldera II. Después de allí en 1998, la tragedia que lleva 24 años y contando.

Nunca se imaginaron Hafez al-Asad y Anwar Al Sadat cuando autorizaron en 1973 durante el Yom Kippur el ataque sorpresa combinado sobre las posiciones en los territorios ocupados por Israel, que esos 19 días de guerra iban a significar en el tiempo un cambio significativo para varias generaciones de los venezolanos.

Este texto da para más, pero creo que, con lo desarrollado, se responde a las preguntas de ¿dónde, cómo y quién? sacó a los militares venezolanos de la ruta institucional, constitucional y democrática después de que fueron civilizados en sus cuarteles y pacificados los guerrilleros desde la montaña.

El cambio vino y sigue recorriendo su camino.

 

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