Contrario a lo propuesto hace unos días en nuestro artículo “El Lobo y el Drone”, donde señalábamos que la credibilidad de la verdad oficial sobre los sucesos del pasado 4 de agosto, dependería esencialmente de la transparencia con la que se condujera la investigación, hemos sido más bien testigos a lo largo de los últimos días, de la puesta en escena impecable del adagio popular que bien reza “no aclares que oscurece”, pues como en muchas otras ocasiones, abundan las contradicciones impensables, explicaciones inverosímiles y acusaciones insostenibles que más parecen un culebrón donde la emoción dominante es la venganza y no la búsqueda de la verdad. Así, observamos como sin una pizca de vergüenza se pasó del alegato que sostenía como cierta la participación de los Estados Unidos en la trama, para luego terminar invitando a al FBI a desarrollar la investigación; siguiendo con la explicación de teorías fantásticas sobre los aspectos técnicos de los elementos presuntamente utilizados en el suceso; y culminando con el atropello a lo Jalisco de una institución histórica y plenamente justificada en la defensa de la democracia y la separación y autonomía de los poderes públicos, como lo es la de la inmunidad parlamentaria, con la detención del joven Diputado Requesens.
La detención del Diputado Requesens sin embargo, no quedó allí y se tradujo a muy pocas horas en uno de esos hitos, que en este caso marcó la caída de cualquier vestigio de maquillaje democrático que quedaba en el rostro del gobierno más nefasto que ha tenido la república, al quedar expuesta sin lugar a la mínima duda y públicamente, la tortura en forma de trato cruel e inhumano, lo cual además de repulsivo y de reflejar el uso de la crueldad y el sadismo como herramienta de disuasión a la libre opinión y de control político, va de lejos más allá de una mera violación legal y constitucional en el orden jurídico interno y califica como un delito de lesa humanidad, donde no solo el diputado y los demás presos políticos son víctimas de sus verdugos, sino que la propia comunidad internacional es la agraviada cuando un Estado incurre en estos delitos como práctica recurrente. La tortura es entonces una conducta delictiva que además de poner de manifiesto la perversión más salvaje del torturador y de quien la ordena, busca destruir lo más preciado de la persona humana que es su dignidad, lo cual es un derecho humano de naturaleza fundamental que bajo ninguna circunstancia puede ser derogado, suprimido o suspendido, no pudiendo su ejecutor tampoco excusar su accionar bajo la excusa de la obediencia debida.
Todo lo anterior, todo atropello, toda violación de la ley, de la Constitución y de cuanta norma que implique la sana convivencia a lo interno y a lo externo, arranca en el discurso oficial bajo la premisa de una gigantesca conspiración que busca dar al traste con el sistema de involución destructiva del chavismo y el madurismo, asumiéndose como víctima; sin embargo, veamos con detalle donde realmente está la conjura y quién opera como verdugo de quien, lo cual es simple, pues basta observar hacia donde señala la aguja, si hacia la buena vida, los privilegios y el goce del poder; o hacia la inmensa mayoría de un pueblo que sufre los embates de las privaciones en todos los escenarios de su cotidianidad.
La respuesta a lo anterior nos estalla en la cara y nos confronta con el hecho irrebatible de que es desde el poder donde se conspira contra una ciudadanía indefensa y no a la inversa. Es desde el poder desde donde se pretende atropellar la dignidad ciudadana con la imposición de un carnet de control social, donde la inmensa mayoría de los que caen en el juego, lo hacen como víctimas de la necesidad y para evitar ser devorados por la discriminación, por el apartheid. Es desde el poder desde donde se conspira contra la seguridad ciudadana al hacerse la vista gorda ante la criminalidad desatada e inclusive promoverla. Es desde el poder desde donde acosan, someten y neutralizan a quienes se constituyan en amenaza por decir la verdad. Es desde el poder desde donde nos han asaltado y saqueado nuestro bolsillo sin contemplación. En fin, es desde el poder, desde donde los poderosos conspiran contra el desarrollo y la evolución de Venezuela y de los venezolanos. He allí la conjura que solo podrá ser desarmada con determinación y resolución, cuando se caiga en cuenta, se asuma y se internalice aunque suene a cliché, que el poder reside en el pueblo y no en quienes se asumen como poderosos luego de veinte años de secuestro institucional.
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