Otra pantomima más. El congreso del PSUV fue otra demostración de farsante pomposidad de quienes están en el poder desde hace más de 20 años.
Fue una nueva evidencia que certifica que ellos son una cofradía de pillos que se cubren las espaldas los unos a los otros. A pesar de las rencillas internas, de los odios de grupos y las peleas de parcelas de poder, al final se ponen de acuerdo para repartirse el botín.
La imagen del congreso del PSUV nos hizo recordar la escena de la película El Padrino cuando observamos a “Don Corleone” reunido con los demás “cabezas de familia”, llegando a treguas y pactos. Así mismo actúan quienes militan en el partido de la usurpación.
En el PSUV no habrá cambios porque allí todos conocen la debilidad del otro; allí todos tienen cola que le pisen y más de uno quiere pisarlas. Es por ello que se dan esas alianzas peligrosas, las mismas que se tejen puertas adentro en esa organización seudopolítica.
La procesión va por dentro. La puja en el PSUV es terrible, y lo vemos en pequeñas dosis –pues, debemos reconocérselo, ellos sí saben lavar sus trapitos en casa– no obstante, han existido episodios que demuestran que las cosas, en el partido que usurpa el gobierno, están que arden.
Las tensiones con el tema del reparto de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia es atroz; por algo Pedro Carreño salió despotricando de varios miembros de ese TSJ plenamente ilegítimo. Pues, la lucha por los puestos está al rojo vivo.
El acto de confrontación del designado gobernador de Carabobo, Rafael Lacava –quien desafió indirectamente a Diosdado Cabello–, es una demostración de que no hay plena paz en el partido que destruyó a Venezuela en más de 20 años.
Cuando Lacava dijo “el Dracu-fest va… y mi único jefe es el presidente Nicolás Maduro Moros”, le lanzó un reto a la alta jerarquía pesuvista.
Con todo esto, podemos calibrar que la pelea por el control del coroto es intensa y avasalladora.
Esta guerra silente se vio otra vez evidenciada en la conformación de la directiva del PSUV, debido a que quedó demostrado que existen dos grandes grupos en esa tolda, la que controla Nicolás Maduro y la de aquellos que siguen a Diosdado Cabello.
Además, existen otros subgrupos donde resaltan los hermanos Rodríguez (Delcy y Jorge), el que comanda la propia Cilia Flores, y no podemos olvidar un grupo suelto donde pudieran resaltar Francisco Arias Cárdenas, Francisco Ameliach, y algunos chavistas más.
El pulseo político entre Diosdado y Maduro es palpable; sin embargo, la guerra mortal es entre Diosdado y los hermanos Rodríguez, pues todos están de acuerdo que para ellos Nicolás Maduro es inamovible –por ahora– de la jefatura del Estado que ellos han usurpado y que llevan más de dos décadas corrompiendo.
Lo que es más lamentable de todo esto es que a pesar de las fracturas internas del PSUV, estos demuestran mayor cohesión y sentido de entidad que muchos en la oposición.
El liderazgo actual opositor ha dejado que se les escape de las manos más de una oportunidad de acabar con la actual pesadilla, y ellos, por el desatino de su conducción y la improvisación que desemboca en la desunión, no han tenido la capacidad para actuar.
Mientras los usurpadores se mueven entre sus intrigas, la oposición se pierde en la maraña de sus propios errores, esto ha prolongado a la usurpación en el usufructo del poder.
Es por todo esto que la oposición necesita un nuevo liderazgo que sí enfrente al chavismo de verdad y aproveche la pelea interna de quienes se mantienen írritamente en Miraflores.
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