Las fuerzas armadas son otro de los pilares fundamentales del Estado chavista. El chavismo sigue en el poder por la desnaturalización que sufrió la Fuerza Armada Nacional que la transformó en el brazo armado del régimen abandonando todas sus funciones de defensa nacional y orden público. Hugo Chávez logró desmantelar a la antigua FAN disolviendo sus estructuras de mando (¡Más de 3.000 generales sin tropa!) y alentando la corrupción como forma de asegurar la lealtad de oficiales que en un ejercicio militante de complicidad encubren las fechorías de unos y otros.
Varias veces hemos explicado cómo esta fuerza armada chavista opera como un sofisticado ecosistema donde interactúan diversidad de grupos, clanes y logias con las más variadas especialidades de corrupción que incluyen malversación de fondos públicos, tráfico de drogas, contrabando, prostitución, narcolavado, venta de armas y tecnología a la guerrilla colombiana y grupos paramilitares, minería ilegal, alianzas con megabandas, etc. La tolerancia y estímulo de este tipo de actividades entre la oficialidad es la forma que usa el régimen para “pagar” bonos e incentivos a un salario que de otra forma resultaría insuficiente para vivir.
Esta política laxa con la corrupción entre oficiales militares también permea hacia la base de la pirámide. Para los soldados rasos, que por su condición no pueden participar en empresas criminales más complejas, están reservadas actividades ilícitas de menor monta tales como el cobro de peaje para compra de gasolina o simplemente por saltarse una cola para comprar lo que sea. Esto sin duda no alcanza para redondearse un salario robusto como lo hacen sus oficiales superiores creando las condiciones para que estos elementos, sin ningún enfado, se dediquen al robo ordinario en varios casos incluso usando sus armas y prendas militares.
Ya sabemos que el régimen no perdona a sus militares disidentes para quienes tiene reservado el ajusticiamiento como lo hizo con el general Raúl Isaías Baduel. Por eso a nadie sorprende cuando detienen oficiales por razones políticas. Lo que sí llama la atención es que desde hace un cierto tiempo las propias instancias del régimen chavista han comenzado a detener y enjuiciar a civiles y militares de sus propias filas por crímenes y hechos de corrupción.
Lo que podría parecer una contradicción o cambio de seña en realidad es el desarrollo natural de conflictos entre los grupos que operan dentro del Estado chavista y más específicamente dentro de sus fuerzas armadas. Además de los dos poderosos bandos que se enfrentan por controlar el Estado chavista (los de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello) hay muchas otras pequeñas bandas que operan como satélites de esos dos cuya presencia atraviesa todas las instancias del Estado chavista fundamentalmente en sus poderes judicial, militar y electoral.
Cada vez que nos presenta militares detenidos por contrabando de gasolina lo más probable es que sea el pase de factura de un grupo contra otro por un mal reparto de dividendos. Cuando vemos a un juez dictar sentencia contra un chavista corrupto quizás se trate de uno que se afilió al bando equivocado. Un resultado electoral que favorezca a la falsa oposición posiblemente haya sido concebido para sacar del juego a un adversario interno dentro del chavismo.
El deterioro moral y material de las fuerzas armadas, entre los otros poderes del Estado chavista, es el que más nos interesa seguir y estudiar porque definitivamente cualquier evento político relevante que haya de ocurrir en Venezuela necesariamente tendrá que pasar por ese entramado militar para su aprobación o desaprobación. En otras palabras, no es posible concebir ninguna ecuación política en Venezuela que no incluya como factor decisivo a sus actuales fuerzas armadas, podridas, corruptas e incompetentes en sus tareas pero las únicas realmente existentes.
El precio que paga el chavismo para asegurarse la fidelidad perruna de estos oficiales es sacrificar la dignidad, la eficacia y el profesionalismo de un cuerpo militar presto a linchar a la población civil pero completamente inútil a la hora de defender el territorio y la soberanía. El resultado es un cuerpo totalmente desacreditado ante la población cuyos efectivos son sorprendidos robando bancos y cajas CLAP pero incondicional con el gobierno de Nicolás Maduro de la mano del general Vladimir Padrino López quien, aunque cansado y enfermo, parece tener el control del hilo que conecta a todos los grupos dentro de las FAN para mantenerlos en un forzado equilibrio.
Es lógico pensar que no todos los militares activos son chavistas, ni todos los oficiales chavistas son corruptos. Aunque desde afuera nos parezca que son la mayoría. Aun admitiendo que la mayoría de los oficiales hoy está afiliado a algún tipo de logia o grupo que condicione sus decisiones y opiniones lo más probable es que 90% o más de esa fuerza armada por mero espíritu de cuerpo e instinto de supervivencia esté pensando cuáles podrían ser las vías para no perder sus privilegios y hasta lograr más. Hasta ahora Padrino López ha logrado sortear con habilidad las dudas y temores de la diversidad de grupos que operan dentro de las FAN. Pero, ¿hasta cuándo?
Al igual que ocurre en el Poder Judicial a la hora de escoger los magistrados al TSJ, la macolla de Maduro y los hermanos Rodríguez tienen que pensar y repensar qué oficiales estarán en el Alto Mando Militar y el Ceofanb y a cuáles se les dará mando de tropa. Solo hay opción para los comprobadamente maduristas, los químicamente puros, porque para los que son genéricamente chavistas ya no hay chance.
Cada vez es mucho más difícil encontrar generales y comandantes que no sean sospechosos de haber albergado alguna vez un mal pensamiento contra Maduro. La prudencia y sabiduría de Padrino López le aconsejó a Nicolás Maduro no volver a asistir a eventos públicos con militares de sus propias fuerzas armadas. Y tiene razón. Desde hace tiempo esa fuerza armada anda buscando un nuevo líder, uno que le ayude a sobrevivir como cuerpo sorpresivos e insondables eventos dentro de la propia “revolución”.
@humbertotweets
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