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Federico Vegas: Toda ciudad puede ser la ciudad

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Por ALFREDO PADRÓN*

—Eres un creador en varias disciplinas y en todas ellas te mueves con versatilidad. He visto trabajos tuyos en literatura, artes plásticas, fotografía y en todos los resultados son dignos de admiración. ¿Te mueve el anhelo fáustico o te consideras el epítome contemporáneo del hombre renacentista?

—Fáustico espero que no, me da terror esa palabra, y renacentista, por el contrario, me gusta tanto la palabra, que me produce cierta ansiedad examinar esa posibilidad. Ahorita mientras me hacías la pregunta me daba cuenta de que quizá el secreto de esa versatilidad es el no haberme sentido nunca un verdadero profesional en ninguna disciplina. Siempre he tenido la sensación, ciertamente no la certeza, de ser un novato. Siempre estoy lleno de inseguridades, que creo que son buenas, siempre tengo fallos en la técnica y, sin embargo, no me decido a explorar a conciencia. Por ejemplo, con la fotografía, que es algo que me encanta, pero hay un paso, de dominar las herramientas fundamentales que no termino de dar, en la literatura incluso también. Quien revise mi proceso creativo se asombraría de mis dudas con la ortografía, con la sintaxis, soy enormemente dubitativo con respecto a mi manuscrito, nunca me siento del todo seguro sobre cómo debe sentirse un profesional. Creo que esa duda es buena y ese sentido de recién llegado, de no estar profundizando hasta dominar todo. A lo mejor sea bueno y probablemente en ese moverse de una disciplina a la otra, alguna va a salir ganando: espero que sea la literatura, porque en todas no puedes rendir igual. Lo que me interesa, más que meterme en algo, es pasar de una cosa a la otra; siento como una enorme alegría y frescura cuando cambio; en realidad no son tantas cosas, pero ese ir y venir me resulta sano y me anima, me da placer y deleite.

—En ese vaivén entre literatura, fotografía, pintura, ¿qué te define mejor? Si te fuese dado elegir una sola, ¿con cuál te quedarías?

—Sin duda, la literatura, por muchas razones. Primero, por el quehacer de la literatura, que exige poco desde el punto de vista de los materiales y el espacio. Incluso, a la literatura para existir le basta con dos individuos, uno que escribe y otro que lee. La diferencia entre que te lea una persona y que te lean diez mil no es tan grande como la que hay entre que alguien te lea o que nadie te lea. Es tan mágico eso de que uno escriba y probablemente se pase horas escribiendo una página y venga una persona y se lea de un tirón lo que te costó tantas dudas, ir, venir, borrar. Dígame con los poemas, una persona lee un poema y le puede tomar 5 minutos, mientras que al autor le puede haber tomado un mes o un día. De la literatura me gusta el hecho de que puedes viajar con ella, la literatura no necesita equipaje, quizá una biblioteca, pero eso es tan relativo, porque con dos o tres libros tienes para leer y releer. Me quedaría con la literatura, es con la que me siento más cómodo, la que me surgió desde más niño y ha permanecido por más tiempo. La literatura es como mi esposa. Estamos casados con sacramentos, con entrega, con juramentos y con algunos hijos. Es la única de las artes en la que yo diría que he tenido hijos porque en las demás no he visto esas obras que nazcan y vayan por ahí por su cuenta: están aquí conmigo.

—Hiciste desarrollos arquitectónicos en Venezuela, ¿esos no son hijos?

—Ese es el caso opuesto. Hay que pensar en todo lo que se requiere para que la arquitectura exista, aparte de uno, del talento, la inspiración, la entrega; un amigo decía: uno traza dos líneas en un plano que se pueden convertir en un camión de bloques o de ladrillos, cemento, cuñetes de pintura. La arquitectura siempre surge con un cliente real o prefigurado; casi siempre haces una arquitectura para alguien o teniendo a alguien en mente, en cambio con la literatura tú no sabes para quién escribes. En la arquitectura tienes que estar muy seguro de si le va a servir a alguien, en cambio en la literatura, mientras menos solicitada, mientras menos esperada, esos libros que entran por sorpresa en la vida de la gente, curiosamente tienen como más poder, o temas que no esperábamos que nadie tocara y de repente aparecen en el horizonte, esa es la gran maravilla de la literatura.

—Recientemente has escrito un libro, Los años sin juicio, que, a pesar de referirse a un episodio de la vida política venezolana de los últimos años, es una obra que trata sobre la pérdida de la libertad del ser humano. ¿Si fueses a prisión y te tocara elegir un solo libro que te acompañara, que preferirías: literatura o filosofía?

—Hay que ir por partes. El libro fue convirtiéndose en un estudio sobre la libertad, fue tomando cuerpo, todavía creo que hay algo que falta, porque el libro se ha convertido en una aventura infinita. El libro nace —y esto es importante aclararlo— cuando yo visito a un amigo en la cárcel y llega la hora de salida de la visita. Emerjo a la superficie —porque la prisión era en un sótano—, y veo que había llovido y allá abajo ni cuenta nos habíamos dado. Después llegué a mi casa, con mi esposa y mis nietos, y reviví el pasillo en el que lo vislumbraba, exactamente como en las películas, entonces pensé: yo aquí no duraría ni un día, y tú me preguntas cuál libro elegiría. Realmente sentí que a las 4 horas ya estaba vuelto loco, de hecho, las visitas eran de 9 a 12 y no te podías salir; tu entrabas, te quitaban la cédula y te bajaban y, a 5 minutos para las 12 te llamaban y era cuando te subían y te devolvían tu cédula. A las 10:30 ya empezaba a sudar, casi con un ataque de paranoia y más bien el preso me consolaba, “tranquilo que ya vas a salir”, entonces, volviendo a tu pregunta, la salida más fácil es un libro con las páginas en blanco, o al menos algunas de ellas como para irlo rellenando, ese sería un libro ideal para un preso, porque lo más difícil en la literatura, y creo que también para un preso, es comenzar; los presos siempre están pensando: “Voy a hacer esto, voy a hacer lo otro”, pero nunca comienzan, porque tienen en sus manos un tiempo infinito con el que, parece mentira, les cuesta comenzar algo concreto. Pero retomando, si tuviera que ceñirme a tu pregunta, el libro sería el que estaba leyendo anoche, que no es una novela importante de Guy de Maupassant, se llama Bel Ami —vi que hicieron una película—. El libro que uno quisiera tener es el que empezó y le gustó y el libro me está gustando por cierto, pero el problema que tendría con eso es que yo no soy un buen lector de libros, en el sentido de que no agarro un libro y lo termino, sino que soy más bien como una especie de sabueso o de niño que juega con los libros como si fuesen soldaditos, los pongo por aquí y por allá, buscando que alguno me atrape, porque soy muy poco disciplinado. Yo estaría mal en esa situación que tú propones, porque a mí lo que me gusta es revisar los libros, comenzarlos y lo que más me gusta, que ciertamente en la cárcel no podría hacer, es comprarlos, sobre todo en esos grandes mesones en que valen uno o dos euros. Eso es lo que más me gusta, más que leer, más que todo, pero ciertamente, pensándolo bien, no tanto como un libro de filosofía, pero sí un libro de ensayos que traten sobre la filosofía, ese es, en definitiva, el libro que me gustaría llevar.

—Hablando de libertad, ¿crees que Venezuela está condenada en lo sucesivo a permanecer sometida al dominio de una potencia extranjera? Quiero relacionar la pregunta con tu famosa novela Falke. ¿Piensas que los luchadores actuales por la libertad y el retorno de la democracia a Venezuela están condenados al mismo destino que los expedicionarios del Falke?

—En tu pregunta has tocado temas distintos. Primero has preguntado por la posibilidad de que Venezuela quede bajo el dominio de una nación extranjera. Eso es importante, porque me impresiona mucho lo que sucede con los movimientos revolucionarios, porque la revolución es como cambiar, como que algo gira (hace con su brazo el ademán de una rueda que rota), que da una vuelta, o una revuelta, y es gracioso porque es hasta lógico cuando tú ves el mecanismo de esa revuelta o de ese rotar, terminan acentuando el mal que quieren atacar o terminan permitiendo aquello a lo que dicen oponerse; quizá hay una lógica en todo eso, es como que la rotación se pasara de velocidad y entonces, en el caso del chavismo, en Venezuela una de las frases más utilizadas era la independencia, y no hay duda alguna de que hoy en día somos más dependientes que nunca y se abren abismos de opresión, de posibilidades terribles, se ha hablado de una nueva guerra fría donde el epicentro es Venezuela, no voy a especular sobre si es cierto o no. Chávez hablaba siempre sobre erradicar la miseria y ahora nuestro país no sólo es el más mísero sino también el más miserable en el sentido de la conformidad con lo muy poco o con la nada, en el sentido de la mezquindad  o de la avidez por infinitas cosas, que en el fondo es lo mismo. Una parte recurrente del discurso de Chávez era que pensaras en tus hijos más que en ti mismo, y cuando uno ve el panorama que están teniendo nuestros hijos y nuestros nietos, porque ya han pasado 20 años, es terrorífico.

Hablaba en un artículo que una de las divisiones másduras que enfrenta el venezolano es entre tres cosas que normalmente tienen que andar relativamente en la misma dirección: las cosas que tú quieres que pasen, las cosas que tú piensas que van a pasar y las cosas que tú sientes que van a pasar, y éstas se han separado, se han distanciado; yo quiero una cosa, pienso otra, siento algo que no tiene que ver ni con lo que quiero ni con lo que siento; eso es aniquilante para el alma, en cambio el tirano sí logra unir lo que quiere (dominar al país), lo que piensa (mantener el dominio del país), y lo que siente, que es continuar siendo el dominador del país. Respecto a la segunda parte de tu pregunta, aunque en los movimientos políticos hay de todo, porque es inevitable ya que son seres humanos, el que los líderes verdaderamente honestos terminen fracasando es un componente inevitable. No hay una ecuación que diga: mientras más competente y más honesto y bueno, más chance tienes de lograr lo que quieres, eso no ocurre en política. La política es lo más irracional que existe, eso puede ocurrir en el deporte y ni siquiera en el arte, porque nadie ha dicho que el más inteligente y el más sensible es el que va a triunfar.

—Los fotógrafos creamos a partir de un ojo entrenado para ver lo que otros no ven, ahora bien, tú has dicho que “la ciudad es un texto que vamos leyendo al movernos por ella”. ¿Qué papel puede jugar la fotografía en la lectura de ese texto, en el sentido aristotélico. ¿Cómo ayuda a la gente con un ojo desprevenido para comprender mejor el fenómeno urbano?

—No tengo dudas de que la fotografía es el invitado principal en esa tarea de darle sentido a los recorridos por la ciudad y en el propósito de sentir realmente en qué medida hay un texto oculto que, obviamente, no es igual para todo el mundo. Cuando tu recorres del punto A al punto B no es que hay una sola historia, cada quien va a mirar cosas diferentes, que están relacionadas con la interioridad de cada quien, cosas que van a resonar de maneras distintas, que tendrán evocaciones diferentes en cada quien. La fotografía es como un invitado principal por dos razones; primero cuando tomas, tiras, sacas o haces fotografías y, segundo, cuando ves fotografías que otros han hecho en su recorrido. Hay un doble aprendizaje, tomar fotos se ha convertido hoy día en algo tan común, al punto que nuestros teléfonos tienen una cámara que en algunos casos son maravillosas, y la gente ha perdido la capacidad de maravillarse del milagro que tiene en las manos, el milagro que significa encuadrar, sobre todo ahora, porque antes no tenías la posibilidad de establecer un diálogo entre lo que veías y las imágenes que tomabas mientras caminabas, porque primero tenías que mandarlas a revelar.

No sé si es bueno o malo, a lo mejor era preferible esa espera, esa ansiedad de constatar, para luego volver a hacer el recorrido, a lo mejor ese disfrute inmediato de lo que fotografiaste no llega a las profundidades que debería llegar, pero el caso es que es milagroso, ese ir tomando e ir viendo es como si tuvieras un pensamiento y quedara reflejado en una página y  fueras haciendo el diario del recorrido y este diario es con imágenes, pero también, aparte de ese recorrido personal, que es algo que todo el mundo debería hacer, así como todo el mundo debería alguna vez meterse bajo el mar con una máscara y una bombona de oxígeno, que es casi como estar en la luna, porque es otra manera de percibir el mundo, ir recorriendo unacalle con una cámara con seriedad, tratando de buscar ese texto, que significa que vas a ir uniendo fragmentos, no uno acá, aislado de aquel que está más allá, es una historia que se va hilando.

Aristóteles en su poética utiliza la palabra “trama” referida al teatro, que se puede aplicar también a la ciudad y la fotografía, que en inglés suena mejor, que es “plot”, es como “plotear”, que nos da la idea de punto, del punto A al punto B, al punto C, al punto D, y esos puntos, en el caso de la fotografía, se hacen muy presentes, muy definidos porque son fotos, como pedazos sacados de aquí y de allá y de más allá, los cuales se van uniendo.

Por otro lado, cuando te acercas al trabajo de los fotógrafos vas a encontrar que, en su gran mayoría, tienen esa tendencia a establecer un texto en imágenes de su recorrido por la ciudad. Cualquiera de nosotros tiene la posibilidad de establecer su propia conexión. No creo que exista hoy día alguien incapaz de hacerlo, de una manera o de otra, todos tenemos esa posibilidad. El otro día venía caminando, a unas diez cuadras de acá, y me di cuenta de una serie de objetos, que en sí mismos no tenían ningún valor, pero cuando los convertí en los objetos que recolecté hasta llegar a casa, como parte de esa vía, dieron origen a la hermosura de una posible exposición y te das cuenta cómo el primer objeto que colectas va a incidir en tu elección del siguiente y esos dos en la elección del tercero, se va creando un lenguaje porque ellos te van ofreciendo como un punto de vista, como un tempo, una escala, un colorido, una narración y ese es un trabajo que le pondría no solo a los alumnos, sino a cualquiera que quisiera acercarse a la fotografía, que construyeran como las pistas que van dejando Hansel y Gretel, dejar las pistas que te significaron algo, creo que es un trabajo muy bello, muy estimulante.

—Has dicho que Caracas es la única madre que te queda, sin embargo, actualmente, por diversas razones, tu vida gravita alrededor de tres ciudades, que son: Nueva York, Barcelona y Santo Domingo. ¿Cuál de todas es para ti la ciudad de las ciudades y por qué?

—Creo que toda ciudad puede ser la ciudad, porque en el fondo, ¿qué tanto necesita un hombre? La ciudad, con que tu tengas el amigo, el amor, el trabajo… ahora, hay una frase de Ítalo Calvino que siempre me ha fascinado, que nos puede servir como medidor y que es su definición de ciudad: si  vives en una aldea, el destino, y a veces la familia, te tiene reservado un amor, y si ese amor no lo consigues, o no lo comprendes o no lo aceptas, pues tienes que irte de la aldea o convertirte en un solitario. El pueblo, en cambio, por definición te ofrece dos amores —puede que la que te gusta desde niño y otra que apareció después—. La ciudad se caracteriza (según Calvino) porque estando dudoso entre dos amores, aparece un tercero que resuelve el dilema. Podríamos decir, si nos ceñimos a la ecuación de Calvino, que la mejor ciudad es la que ofrece más opciones, ojo, no diversidad; lo que me refiero es al lugar donde te enganchas con más posibilidades, porque puede haber ciudades que ofrezcan diversidad pero que estas no representen opciones para ti.

Entonces, ¿cuál es la ciudad donde existe una mayor diversidad que represente opciones para ti? Uno podría decir inmediatamente Nueva York, porque si tegusta la comida o el arte o la música es quizá la ciudad que ofrece más opciones, pero si entras en el ámbito de lo geográfico, está Barcelona, que tiene el mar, a diferencia de Santo Domingo, que tiene un mar, pero es un mar inhóspito, es un mar que no es una opción, no está en el imaginario dominicano como una opción, incluso es un mar realmente hostil. Siempre me preguntaba qué le pasaba a la gente y vas allá y es un mar hermoso porque es potente, pero es un mar que te rechaza, te llenas de humedad inclusive hasta ruido, en cambio en Barcelona, el mar tiene playas, ellos rescataron el mar, lo redescubrieron, creo que a raíz de las olimpíadas. Y aunque quisiera mantener esa idea de que toda ciudad tiene esos dos amores y esa tercera opción y eso es más que suficiente para la vida de un hombre, creo que tendría que concretar, cosa que nunca me gusta hacer, y decir que Barcelona es la que me ofrece más posibilidades.

—¿Dónde radica elpecado original de la ciudad? ¿La ciudad debe formar a los ciudadanos, o los ciudadanos deben formar a la ciudad? ¿Es una paradoja sin solución como la de la gallina y el huevo?

—Bueno, ya que hablas de pecado original, tienes que irte al Génesis, que es un cuento iniciático, en el fondo muy infantil, Adán y Eva, la culebra, etc. Es el primer cuento de la Biblia y probablemente el primero que aprendemos; si le preguntas a alguien si se ha leído el Génesis, probablemente crea que se lo ha leído porque se lo sabe, o todo el mundo cree que se lo sabe,  pero es distinto ponerse con la Biblia a leer el Génesis.

Resulta que en el Génesis hay cosas, que si las leemos con detenimiento, nos llevamos sorpresas. Por ejemplo, el Edén es una zona muy vasta donde se encuentra el Paraíso, concepto que nosotros asociamos como un estado de bienestar, pero el Paraíso, en el caso de la Biblia, es un espacio perfectamente delimitado, al punto de que el significado de la palabra, que según tengo entendido es de origen persa, quiere decir corral. Es una visión fuerte, porque si te pones a ver, Dios crea al hombre y a la mujer y los mete en el Paraíso. Es como un campesino que se compra un gallo y una gallina y los mete en un corral, que es lo que creo que significa la palabra, y otra cosa en la que poca gente se fija es que en ese corral no es que hay un árbol, sino dos árboles: el árbol de la vida eterna y el árbol del bien y del mal, y otra cosa en la que la gente poco se fija es en que Dios le dice a Adán “si tú comes del fruto de ese árbol del bien y del mal, tú te vas a morir”, y entonces interviene la culebra y le dice “no, eso no es verdad, si tú comes el fruto de ese árbol, tú vas a saber la diferencia entre el bien y el mal”. Una de las cosas que hay que enfrentar es que Dios está mintiendo y la culebra, que es la mala del cuento, está diciendo la verdad, a tal punto, que cuando son conscientes de su desnudez, se dan cuenta de que hicieron mal, probablemente, porque el dueño del corral, bajo la advertencia que fuera, verdadera o falsa, les puso una regla y ellos desobedecieron.

Cuando Dios nota en sus caras la pérdida de la inocencia, piensa, sin decirlo, “si llegan a comer del árbol de la vida eterna, he allí que serán como nosotros”, cosa que asombra porque para nosotros, que tenemos la imagen de Dios como único, lo vemos hablando de “nosotros” como si hiciera referencia al Olimpo, entonces son expulsados de ese corral, a que se las arreglen como puedan, sobrevivan, formen familia, tengan niños, cabría preguntarse si no eran más felices así que viviendo como lo hacían desnudos, entonces los expulsa y les dice una cantidad de cosas horribles: “Se ganarán la vida con el sudor de su frente, este es tu Señor y te señoreará”, que es una frase que no sé cómo la puedan tomar las mujeres. Y tienen dos muchachos que disputan y se pelean y que tienen dos teorías distintas de cómo vivir la vida, y entonces Caín, que es el malo, que siempre pensé que era el cazador, porque es el que mata, pero es al revés, Caín es el  campesino, el que siembra, y Abel es el cazador, que uno lo imagina como más fuerte, mejor armado,  por eso cuando van a llevar un sacrificio, uno lleva unos frijoles y el otro una carne, entonces Dios prefiere a Abel y surge la envidia. Caín funda una ciudad que se llama Enoc y así llegamos finalmente a cuál es el origen de la ciudad, y no sólo funda la ciudad, sino que mata a su hermano. Es mucha casualidad que cuando se funda Roma, también tiene que ver con un cerco que crea Rómulo y le dice a Remo “mira, este cerco es la ciudad, para entrar y salir de aquí tienes que pedir permiso”, y Remo, como se trataba sólo de un cerco creado con el arado, brinca. La palabra puerta viene de la acción de “portar” el arado, de levantarlo y entonces ese pedacito que no tiene surco es la puerta. Es mucha curiosidad que dos ciudades vienen unidas a dos historias de asesinatos de hermanos. Entonces el origen de la ciudad viene de la pérdida del Paraíso, la liberación del dominio de Dios, de enfrentar al mundo en su totalidad, de hermanos y de muerte. Con eso te das cuenta de que la ciudad la hacen los ciudadanos, la fundan los ciudadanos, no hay duda; la hacen, crean sus reglas, unas reglas fortísimas: un hermano mata al otro porque se saltó el límite, entonces cuando te preguntas por la ciudad conviene remontarse a los orígenes de los orígenes, para entender ese proceso. El origen de la ciudad es ese, un paraíso perdido, como decía Alberti.

—Has dicho que entre todas las disciplinas que ejerces, prefieres la literatura. ¿Cuáles son tus referentes, quiénes te inspiran?

—Hay varios escritores que me han fascinado. Cervantes es uno, Truman Capote es otro, y Nabokov. Esos tres y Borges cuando hablamos de literatura hispanoamericana o latinoamericana, siempre está la pelea entre Vargas Llosa y García Márquez; a mí me gustan los dos, uno por unas cosas, el otro por otras, pero cuando se habla de Borges, caigo rendido a sus pies. Cervantes tiene el juego de imágenes y el juego entre razón y locura, pero Capote, Nabokov y Borges tienen el juego con las palabras, cada línea sacada de su contexto es un disfrute y eso es un poco lo que busco, cuando uno está narrando, explicando, reflexionando, lo que busca en el fondo es una excusa para encontrar una frase que tenga vida propia, que se sostenga por sí misma.

—¿Hay algún autor con el que tengas una deuda que no has podido saldar?

—Soy un pésimo lector, para citar un ejemplo, James Joyce; tengo la suerte de que mi hija hizo un curso sobre el Ulises, que era dictado por profesores de Harvard y ella, que es una lectora más voraz, más profunda, más perspicaz, sí se lo leyó y era un Ulises comentado. Yo fui a una de las clases y no entendía nada y digo que tuve la suerte, porque me he acercado lo suficiente para hurgar, con ganas de entender, me compré una biografía de su vida y así con otros grandes autores como Faulkner, Proust, no los he leído, pero me he acercado, he visto películas, scripts de Faulkner, he “curucuteado” lo suficiente las novelas de Proust para darme cuenta lo ricas que son, pero soy más un lector de ensayos, de cuentos, de Borges, que tiene para mí la escala ideal, pero de ese tipo de autores como Dostoievski he leído cuentos, bastante de su diario, pero enfrentar sus grandes novelas…

—Hoy por hoy, en la literatura universal, ¿cuál es el autor más importante?

—De los vivos, podemos hablar de Adam Gopnik, quien tiene una enorme habilidad para hacer perfiles biográficos. Lo acabo de leer recientemente, pero el punto es que yo los libros de actualidad los rechazo, por una razón muy sencilla; la palabra actualidad es una palabra que no me gusta, me suena a revistas, si tú te quieres actualizar respecto a la historia de la humanidad no puedes leer revistas, tienes que leer a Sócrates, tienes que leer al Quijote, eso realmente te da una ubicación del tiempo en que vives respecto a esa inmensidad de creaciones, de siglos de pensamientos.

Le tengo mucha fe a libros como Las Aves de Aristófanes; hace poco me tocó trabajar sobre esa obra de teatro, hay que ver lo que es perdurar a través de los siglos, una comedia que fue hecha para unos tipos en Atenas, en Grecia. ¿Cuántas comedias se habrán hecho? Y solamente hay un comediante que logró llegar hasta nosotros. ¿Cuántas tragedias se han hecho?, y sólo han llegado Sófocles, Esquilo y Eurípides, tres. Me interesa hurgar en ese universo de los que han persistido, de los que incluso han resucitado, Bernard Shaw que, en su época, era un gigante, es un autor olvidado, quizá resucite también.

A mí me gustan los libros que siento que los estoy tomando de una biblioteca universal y atemporal. Eso me apasiona. La verdadera actualidad no es lo que acaba de salir ahorita, es lo que te da esa sensación de comunicación, de presente, de algo que pasó hace 40 generaciones. Lord Byron, por ejemplo, el Don Juan, yo le tenía terror, pensaba que era un romanticismo fastidiosísimo; ¡es genial!, es divertido y uno siente como un orgullo, como una satisfacción y uno dice: qué suerte tengo de leer a este señor tantos años después y puedo sentirme amigo de este señor Lord Byron. La literatura es el único arte que permite esa unión de dos intimidades, eso siempre me ha fascinado; el escritor que escribe solo y el lector que lee solo. El cineasta hace su guión solo, pero luego se expone a un equipo de más de cien personas, la fotografía incluso está expuesta. Esa es mi manera de vincularme a lo actual, para conversar de cosas de actualidad soy un pésimo interlocutor.


*Alfredo Padrón es fotógrafo venezolano, egresado del Instituto de Arte Teatral y Cinematográfico I.L. Caragiale de Bucarest-Rumania, como Master en Imagen de Cine y TV en 1977. Actualmente vive en Santo Domingo, República Dominicana, donde se desempeña como profesor de Fotografía y Cine.

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