«Mira que a veces el demonio nos engaña con la verdad, y nos trae la perdición envuelta en dones que parecen inocentes” Macbeth de William Shakespeare
Necesariamente debo extrapolar las vivencias diarias del pequeño entorno geográfico en el cual habito para todo el país como un muestreo estadístico. En realidad, nuestra información sobre los aconteceres en otros estados, como a nivel nacional e internacional, es limitada. La manipulación mediática también ejerce gran influencia en nuestra realidad informativa.
ACTO I (Fiesta)
21 de Noviembre. Gran fiesta electoral celebrada en un país signado por las desgracias. Un gran despliegue publicitario de los candidatos del partido de gobierno, fue un lugar común -una oposición fragmentada también-. Pero para los “millones” de militantes del gran vencedor (PSUV) no hubo entusiasmo para celebrar. No hubo cohetes, ni caravanas, ni algarabía popular. Nada.
Digamos que… ¡La fiesta comenzó después! Los nuevos líderes electos del partido socialista criollo, con juguete nuevo, debían saciar su ansia de poder. Fiesta del Agua. Fiesta de los bombillos. Fiesta del asfalto. Y de fiesta en fiesta les llegó el Carnaval. También Semana Santa. Resultado de la resaca: Hospitales sin insumos, bomberos sin dotación y ambulancias inoperativas.
Pan y circo (Juvenal, Sátiras X, 77-81) “Desde hace tiempo -exactamente desde que no tenemos a quién vender el voto–, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo”.
ACTO II (Tragedia)
En un país sin oportunidades, muchos sobreviven a pesar del Estado. Emprendedores valientes se arriesgan a construir nuevas empresas, sin el apoyo del gobierno -podríamos afirmar, que hasta en contra-. Elevados impuestos para el registro de empresas y legalizaciones comerciales. Complicadas permisologías municipales, con el innecesario y hasta inútil, concurso de profesionales competentes, en cada una de las áreas de salubridad, electricidad, seguridad y riesgo estructural -entre otras- hacen vulnerable cualquier intención de formalizar una empresa o un comercio. Intentar producir dinero sin cumplir las normas es la única opción. También rezar para no ser víctima del acoso de uniformados ansiosos por un mendrugo de pan, en un Estado sin ingresos ni derechos. ¡También es su única opción!
“La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir”. La mala hora (1962), Gabriel García Márquez.
ACTO III (Esperanza)
Un accidente fatal ocurrió en una vivienda residencial. La pequeña área fue adaptada por la familia para sobrevivir en esta nueva Venezuela. Una panadería, sin permiso, sin protección y sin seguridad, sufrió las consecuencias de la osadía de quienes solo –con mucho deseo y esfuerzo- pretendían progresar, en un país sin futuro.
Bomberos sin entrenamiento, sin valentía, sin pericia y sin herramientas –atendieron tardía e inútilmente a las víctimas-. Llamadas telefónicas de los vecinos a defensa civil, y al apoyo hospitalario –fueron infructuosas-. ¡No hay vehículos, ni combustible! Tampoco insumos. Lo que si hay es cansancio, hastío y necesidades.
Toda solicitud de ayuda gubernamental se transformó en desesperanza y coraje. No hubo respuesta. Ni de una universidad a menos de 500 metros, donde se instruyen los cadetes policiales. Guardianes de los supuestos derechos civiles, que a diario sufren los ciudadanos en sus alcabalas. Un ambulatorio a menos de 2 kilómetros y la sede del cuerpo de bomberos a menos de 5 kilómetros hubiese sido suficiente, para evitar pérdidas materiales y humanas. Fue imposible. ¡La desidia, la inoperatividad, y total desprecio por la vida de un pueblo!, se esconde entre música y alcohol. Así es como se gobierna. ¡Qué sigan las fiestas!
Una luz de esperanza entre tanta irresponsabilidad surge del corazón del venezolano. Ese ADN que llevamos de la mezcla de nuestros próceres siempre estará en nuestra esencia. El criollo negro de ojos azules. El malandro, que siempre cuida la cuadra. El vecino malhumorado y noble, que siempre está dispuesto a prender su chatarra de carro, a las 2:00 de la mañana por el bien de todos. El avaro de la cuadra, que al final, siempre colabora. Y esa chismosa, la de siempre. Pero gracias a ella -a sus llamadas- alguna vida se salvó.
Entre la tragedia renació la esperanza. La esperanza de volver a ser nosotros mismos. De ser los venezolanos de siempre; solidarios, sencillos, honestos y con la esperanza de reconstruir una nación para todos.
Sí, somos alegres y jodedores. Pero la vida de nuestros hermanos es más importante que un baile, que un show o que la hipocresía de querer comprar con artistas y bochinches. El presidente Luis Herrera expresaría:
¡Bueno es el cilantro, pero no tanto!
@carluchoOJEDA
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional