Para poder avanzar sin más tropiezos hacia la ansiada meta de la libertad de Venezuela es menester revisar los errores cometidos. No se trata de reincidir en la equivocada “batalla de las culpas”, que solo dejan heridas más hondas de las que ya debilitan y cicatrizan el cuerpo de la llamada unidad. Esa que se ha ido difuminando en el imaginario colectivo porque, por obra y gracia de las maniobras del régimen, asesorado por sus tutores cubanos, han logrado que su significado pierda precisión y eficacia. Esa sacrosanta unidad ha sido reducida a una suerte de un cajón de sastre de donde se pueden sacar todos los instrumentos para diseñar una unidad a la medida de alacranes, colaboracionistas, enchufados, testaferros, doblegados, extorsionados, ególatras y conversos de todo linaje. Este problema de la verdadera y auténtica unidad requiere una solución urgente porque de lo contrario el término unidad pasará a no significar nada, se trastoca en una franquicia arrojadiza manipulada por dirigentes políticos, empresariales, intelectuales, etc., que se entienden con la dictadura y asumen una conducta apaciguadora suicida.
Comencemos por aquellas frases convertidas en proyectos vacíos y sin sentido alguno, como esos gritos pidiendo ¡que se vayan todos!, más la súplica por ¡nuevas caras!, nos han traído a estos lodazales en los que estamos ahora hundidos. Es verdad que había mucha gente irritada por diferentes motivos que iban desde el ensimismamiento del liderazgo imperante, brotes de corrupción, anquilosamiento de los partidos referentes, señales de injusticia social y reclamos de cambios de paradigmas que ya se habían vislumbrado en los prolegómenos de la Reforma del estado adelantada. Pero, transcurridos más de 30 años de aquellas andanzas cuartelarías protagonizadas por un grupo de militares sediciosos en el transcurso del año 1992, debemos admitir que esa no era precisamente la solución para corregir nuestros males.
La crisis de los partidos políticos dio lugar a que otros factores abrogaran las tomas de decisiones de las cúpulas partidistas que a partir de esos deplorables desenlaces, como el espectáculo de los días 11, 12, 13 y 14 de abril de 2002, recuperaron espacios para declinar asombrosa y vergonzosamente a las representaciones fantasmales que ahora son. En este relato no puede faltar la manera ruin como se entregó la directiva del parlamento nacional en el año 1999, mientras desde las salas del Alto Tribunal de la República se le tendía la cama a Hugo Chávez para que acostara a la según él, moribunda Constitución de 1961. Ambos patéticos rendimientos le abrieron camino libre al Congresillo y a la que los progenitores bautizaron cerrilmente como “la bicha”. Seguidamente las maniobras del quino mágico inventado por matemáticos que le facilitaron a Chávez controlar aquella Asamblea Nacional Constituyente que parió una nueva carta magna que fue violada por sus propios progenitores y por lo tanto reducida a una Ley Mayor incestuosa.
Para que cosas turbadoras como esas ocurrieran bastaba que no existiera una conducción política coherente y por lo tanto ayuna de estrategias definidas. Así fue posible que Chávez resucitara dos días después de que él mismo firmara su carta de renuncia y saliera, entre gallos y madrugadas, con el rabo entre las piernas del Palacio de Miraflores y se echara sobre los hombros del prelado de la Iglesia Baltazar Porras, a llenarle de mocos la sotana. Lo demás es la historia que acaba de contar, con pelos y señales, el exgobernador Enrique Mendoza, en una entrevista que le ofreciera al periodista Napoleón Bravo, en la que detalla todo ese relajo que se prolongó por varias horas y que dio al traste con el esfuerzo extraordinario de millones de ciudadanos que venían sosteniendo una lucha de calle desde aquellos días en que respondían a los desafueros del régimen con la inolvidable consigna “con mis hijos no te metas”.
Errores a la hora de convocar paros y huelgas sin tener tácticas oportunas para decidir cuándo se emprenden y cuándo se detienen. Errores para no cambiar de “caballo en la mitad del río”, tal como se hizo en diciembre de 2005, cuando de la abstención razonada se brincó a la participación acalorada en 2006. Errores para no hacer valer la victoria “pírrica” que el pueblo conquistó el 2 de diciembre de 2007. Errores como “el salto atrás” del 15 de abril de 2013 cuando el abanderado presidencial de la unidad, unilateralmente, decide cancelar la marcha que me había sido encomendada anunciar hasta las puertas del CNE para defender el laurel logrado frente a Maduro dos días antes. Errores como el de caer en las celadas de diálogos sin agendas, previamente acopladas, de tolerar que nos arrebataran el derecho a realizar referéndum o dejar de lado los mandatos plebiscitarios. El error de pasar por encima de puntos supuestamente medulares en una agenda de lucha frente, a un régimen caracterizado de criminal, para arremolinarnos en eventos electoralistas regionales simplemente para saborear un pedacito de ese pastel envenenado.
Las parodias más recientes están muy frescas en la memoria de una ciudadanía con sobrados motivos para acusar desgano, decepción y soltar todos los denuestos, que creen se merecen quiénes han venido cambiando el futuro libre del país por unos espacios reducidos a prebendas indebidas. Vemos cómo hoy se habla de elecciones “libres” y no del cese de la usurpación. Eso es también lastimoso. Y se da esa puesta en escena con la fila india de candidatos presidenciales, algunos que, inconfundiblemente, salen de las probetas de los laboratorios en los que se cocinan esas pócimas del colaboracionismo más quebradizo.
¿La solución? ¿Qué propones? Lo que es indispensable: una conducción política integrada por personas que no se presten a esas peripecias o aventuras, que no se vendan, que no cedan en sus principios porque esos valores no se pactan. Una dirección política que enfrente a ese régimen como lo que es realmente: una corporación criminal. Una dirección política que en vez de estar haciendo lobby por el mundo para avalar elecciones locales se centre en lo superior que no es otra cosa que salir del dictador.
@alcaldeledezma
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional