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La universidad draculizada

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Una larga agonía caracteriza a la universidad venezolana, doblegada por el régimen. Otrora referencia de la protesta más genuina y de los grandes ideales democráticos, hoy está postrada ante un régimen que le niega los más elementales recursos presupuestarios: extorsionándola, humillándola y vejándola hasta el cansancio. La vieja izquierda comunista,  que tanto la aprovechó, ha decidido acabar con la autonomía universitaria y la libertad de cátedra que sólo las sostiene en el papel y que tan útiles fueron para la incursión guerrillera. Le importa un comino lo que pueda pensar o sospechar un estudiante de derecho constitucional,  sea en la Bolivariana o en cualquier universidad pública o privada. La doble moral que no ocultan, además.

Son muchos los que se han dado golpes en el pecho por la suerte de nuestras casas de estudios, sin haber movido un dedo para evitarlo. Las críticas que suelen hacer son tan convencionales (como si viviésemos la democracia representativa que tuvimos), como banales (el gobierno no termina de remodelar las universidades, sin preguntarse el por qué ellas mismas no hacen el debido mantenimiento de las plantas físicas). Se cuidan en demasía al referirse a la destrucción de nuestra industria del conocimiento.  Parecen viejas plañideras. Muy pocos advierten y señalan las destrezas que ha desplegado el régimen para llevar a cabo sus propósitos en una acción coordinada, a través de los años, entre el TSJ, el ministerio del ramo y los colectivos armados que, a falta de líderes estudiantiles del oficialismo, hacen el “trabajo político”.

En lugar de asediar y meter tanquetas de guerras en la universidad, le meten maquinaria pesada, toneladas métricas de pintura y, sin falta, las cámaras de televisión. Contactan y cultivan a las autoridades sólo para neutralizarlas, porque ellos – los del régimen – están completos y no les interesa en nada que los viejos rectores se hagan miembros del PSUV. Esa habilidad de penetrar los estratos universitarios y neutralizarlos, tiene su mejor expresión en Lacava, el gobernador carabobeño del régimen. Aprendió la lección. Tres o cuatro años atrás, al realizarse unas elecciones estudiantiles que el gobierno perdió de calle, metió a sus policías y saboteó el evento electoral sin éxito, pero tuvo un alto costo político. Y, rectificando, poco a poco, fue atrayendo a todas las autoridades de la Universidad de Carabobo, de cuya militancia político-partidista nada sabemos. Nada que ver con un presupuesto autónomo, pues  los recursos, como una concesión graciosa,los suministra el gobernador Lacava. Y de la rectora para abajo, todos están complacidos con la “draculización” definitiva de la casa de estudios. Todavía, hay quienes, aceptando y festejando los magníficos aportes, como unos autobuses nuevos y relucientes, murmuran por ahí que el mandatario regional no debería abusar de la publicidad que hace al entregar las prebendas.

Ese modelo intervencionista, indirecto, logrado a punta de relaciones públicas y  prebendas, le funciona muy bien al régimen mejor que una intervención directa y brutal. Se ha perdido el canal natural de sostenimiento económico de las casas de estudio y las han llevado a una suerte de mendicidad.  Sin embargo, miren lo que ocurrió en la Universidad Simón Bolívar: el régimen nombró, oficialmente, a sus autoridades violando el artículo 109 de la Constitución y la Ley de Universidades.

La respuesta ante este acto no pudo ser mejor: la acción llevada a cabo por la graduando Suma Cum Laude de la promoción de arquitectos de 2022, Gabriela Álvarez, quien los ridiculizó ante el país y el mismo régimen. Haciéndolo con la verdad; de la misma manera como le dijimos a España y al resto del continente americano, que Venezuela era libre al materializarse el primer grito de independencia, un 19 de Abril de 1810.  Un grito que, por cierto, no podemos olvidar, pues surgió de las aulas universitarias porque fue en el aula donde prendieron las primeras reflexiones e inquietudes de la Ilustración. Cada estudiante, cada profesor de la Universidad de Carabobo, y de cualquier otra universidad venezolana, debe recordar qué ocurrió ese 19 de Abril; nuestras casas de estudios jamás deben olvidar que fueron cuna y regazo para las generaciones de 1928 y 1958 que escribieron extraordinarias páginas históricas.

Nuestra sociedad no puede abandonar a las universidades que tanto le han aportado a este país: es en las casas de estudios superiores donde se riegan y cultivan  las grandes ideas filosóficas y tecnológicas que pueden ayudar al país a salir de este gran atolladero en el cual nos sumergió este nefasto régimen.Todo estudiante universitario tiene el deber de defender los destinos del país y, por ende,  debe apoyar y trabajar por su propia casa de estudio que, en estos momentos, se cae día a día a  pedazos. Una gran parte del país  ha insistido, resistido y persistido en la consecución de una democracia libre y participativa. La sociedad venezolana en su conjunto debe entender que las universidades son parte importante del país, y, por ello, debemos defender y poner nuestro granito de arena en la reconstrucción y valorización del mundo universitario.

@freddyamarcano

 

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