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Boris Vian, el anfitrión salvaje

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Por CATHERINE MEDINA MARYS

El encanto del tiempo presente solo aparece cuando se convierte en pasado, y parte de las más bellas historias para teatro y cine parten de esta premisa, que confirma que “todo tiempo pasado fue mejor”.

Casi pisando la década de los 80, José Ignacio Cabrujas estrenó El día que me quieras, una obra que hechizó al público con la idea de que Carlos Gardel había traspasado un umbral de helechos en Caracas para conocer a las hermanas Ancízar poco antes de su muerte, en 1935. En 2011, Woody Allen propuso una fantasía llamada Medianoche en París, sobre un escritor estancado que logra visitar la belle époque y conocer a Salvador Dalí, Ernest Hemingway, Gertrude Stein o F. Scott Fitzgerald.

Ahora, Federico Pacanins escribe y dirige una crónica musical que coquetea con el teatro surrealista. Lleva por nombre Una fiesta salvaje de Boris Vian, y en ella propone una revisión de la vida, obra, muerte y fiestas de Boris Vian, uno de los personajes más emblemáticos de la historia cultural francesa. Vivió intensamente durante 39 años, destacándose como ingeniero, novelista, dramaturgo, poeta, periodista, traductor, guionista, crítico musical, jazzista y provocador de profesión.

La vida de Vian, que terminó abruptamente por un infarto agudo de miocardio cuando se disponía a ver la adaptación cinematográfica de su novela Escupiré sobre vuestras tumbas, es el argumento principal de esta obra donde el autor, que es también melómano del género jazz y abogado, se hace la pregunta clave: ¿cómo habrá sido pasar una noche de fiesta al lado de Vian?

Esta crónica musical cuenta con un cuarteto de jazz francés en vivo, conformado por Wilmer Caldera en el contrabajo, Josué Muñoz en la guitarra y la viola, Edgar González en la trompeta y corno Francés, y bajo la dirección de Juan Carlos Grisal, que además interpreta la guitarra y canta.

Al ritmo de la deliciosa música, Vian (interpretado por Gerardo Soto) coquetea con el intelecto, el baile, los juegos, el poliamor y el jazz que emanan de su relación con Michelle Léglise Vian, su primera esposa (interpretada por Sandra Yajure), su amante y segunda esposa Úrsula Kübler (en la piel de Anakarina Fajardo), y otra amante de nombre Hildegard Knef (Paola Martínez). Completa la velada (y el elenco) Edgar Sibada, que tiene la doble responsabilidad de cantar durante la velada, y también de interpretar al filósofo existencialista Jean-Paul Sartre.

Una fiesta salvaje de Boris Vian debe verse como un fruto de la unión entre el teatro histórico y el teatro musical. Si bien es cierto que el tono establecido por Pacanins es surreal y juguetón, los diálogos de los personajes son extraídos de poemas y escritos de Vian. El componente de ficción consiste en recrear los juegos y exuberancia propios de las celebraciones donde participaba Vian a veces como anfitrión, a veces como músico, colocando en escena a las personalidades con las que compartía amistad e ideas.

Si bien Soto destaca en su papel protagónico, el elenco ofrece una uniformidad coral. Un grupo excelente de actores y actrices que no solo saben actuar, sino también bailar y desdoblarse a medida que la fiesta (así como la vida de Boris, hilo conductor de la velada) llega a su etapa cumbre para luego descender.

Los actores, la escenografía y los recursos tecnológicos rinden homenaje al cine antiguo, con sus interpretaciones exageradas, sus colores desvaídos, el brillo y el glamour de una época cuyo fulgor sigue siendo combustible para escritores.

Con la muerte de Vian, llegó el olvido total hacia la película causante de su disgusto. Boris Vian murió en el cine con menos de cuarenta años, que exprimió con todas las fuerzas que su corazón agotado le permitió. Su vida de fiesta, y el espíritu de esta obra tributo, pueden ser sintetizados con esta frase de Vian para la inmortalidad: “¡Rían, mis niños, rían! No hay nada trágico. En cien años, no pensaremos más”.

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