Una mujer y sus siete hijos viajaron durante cinco días desde Los Cocos, en el estado Delta Amacuro, hasta la región de Penal-Debe, en Trinidad y Tobago. Allí se reencontraría con su esposo, quien los estaba esperando, señala un reportaje de Radio Fe y Alegría.
La travesía ocurrió en 2020, pero ahora es cuando Lucía cuenta su historia. Comenzó en zona boscosa de Tucupita, donde los pasajeros estuvieron ocultos hasta que recibieron la señal de que podían avanzar. Caminaron hasta el puerto durante una hora y se subieron a una embarcación que los llevó hasta La Barra, otro lugar costero.
Debieron esconderse una vez más entre la maleza mientras que los organizadores del viaje le pagaban a un grupo armado que controla el transito irregular hacia Trinidad y Tobago.
Situación precaria
La mujer, en ese entonces, trabajaba como camarera en el materno Dr Ismael Brito, donde tenía un ingreso económico que no le alcanzaba para costear los gastos familiares. Vivía en una casa de zinc, pero las autoridades ordenaron desalojar con militares.
Sin tener un lugar donde hospedarse, la familia durmió durante dos días en la calle hasta que consiguió una casa prestada en la localidad de Los Cocos. En ese sitio vivieron hasta 2020, cuando decidieron emigrar. Ese año, su esposo pagó 1.600 dólares para que Lucía y sus 7 hijos viajaran hasta Trinidad y Tobago.
Cuando finalmente llegaron a Trinidad y Tobago, casi al anochecer, la embarcación encalló a pocos metros de la orilla. La familia, aunque tenía mucha sed y hambre, no se atrevía a lanzarse al agua sin estar seguros de que alguien podría ayudarlos. Además, correrían el riesgo de llegar a la orilla y de que funcionarios de la Policía los detuvieran.
Pero el tiempo pasaba y no pudieron esperar más: se lanzaron al agua a pesar del riesgo que eso significaba. Lucía dijo a Radio Fe y Alegría que un joven que viajó con ellos hasta Trinidad y Tobago pudo salvar su bolso cuando nadaban hacia la orilla. Entre sus pertenencias la mujer encontró una galleta que se había mojado con agua de mar y la compartió entre todos sus hijos.
Ya en horas de la noche, el resto de los pasajeros decidieron salir del bote, pero la policía llegó al sitio y los retuvieron. Poco después, los dejaron ir: «Váyanse rápido, y que nadie más los vea», les habría dicho un oficial.
Los pasajeros no creían lo que había ocurrido y consideraron que se trató de un milagro. Lo peor, hasta ese momento, había pasado para la familia, pero Lucía comenzaría entonces una nueva vida, con las dificultades que supone estar de manera irregular en un país donde no se protege al migrante.
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