Las predicciones al comienzo de la invasión de una rápida victoria rusa se vieron alteradas por la voluntad de los ucranianos de defender su país, pero la guerra se está convirtiendo en una larga lucha que aún podría poner en peligro al resto del mundo.
Recuerden lo que ocurrió en Kiev después de que los rusos iniciaran su invasión: miles de personas abarrotaron las plataformas ferroviarias en medio de un frío extremo, empujando para tomar cualquier tren que se alejara de los rusos.
En su apogeo, en la semana que se extendía entre finales de febrero y principios de marzo, 50.000 personas se movían hacia el oeste desde la estación de Kiev todos los días.
Los vagones oxidados, que parecían haber pasado años jubilados en alguna vía muerta, se pusieron nuevamente en servicio para poder acomodar decenas de servicios adicionales.
La mayoría de los pasajeros eran mujeres y niños. Los hombres se quedaron. La ley establecía que no podían abandonar el país ya que Ucrania los necesitaba para luchar.
No vi ninguno que se sintiera forzado a enlistarse. En su mayoría, era una nación de voluntarios.
La población de Kiev de alrededor de 4 millones se redujo a la mitad. Algunas de las mujeres que no se fueron se pusieron uniformes para pelear.
Afuera de un centro de voluntarios conocí a una mujer llamada Katrine que abrazaba a Nikita, su hijo de 18 meses. Fue una reunión breve mientras su unidad rotaba por Kiev.
Katrine era una francotiradora que decía que estaba lista para matar para darle un futuro a su hijo.
Temer lo peor
Mientras conducía hacia Kiev desde el sur unos días después de la invasión, un convoy ruso de 40 millas de largo se dirigía hacia la ciudad desde el norte y el noroeste, desde Bielorrusia, el aliado de Rusia.
Bielorrusia es el tipo de vecino que quiere el presidente de Rusia, Vladimir Putin. Su líder, Alexander Lukashenko, está feliz de contar con el patrocinio de Putin y de aceptar un papel como Estado cliente de Rusia.
Aun así, Lukashenko no envió sus tropas a Ucrania, lo que muchos habían asumido era parte del plan de batalla del Kremlin.
Quizás incluso Putin aceptó que la lealtad tiene sus límites.
Todo el mundo en Kiev temía lo peor. El centro de la ciudad estaba casi vacío, excepto por hombres armados y ansiosos en los puestos de control que estaban listos para creer que cualquiera que se comportara de una manera que no les gustaba era un saboteador ruso.
El estruendo de las explosiones llegaba desde las afueras de la ciudad. Todos temían que los todopoderosos rusos estuvieran a punto de rodear Kiev y atacar.
En mi primera noche decidí no dormir en el refugio del hotel, en el segundo sótano. Estaba abarrotado y sin aire, y el centro de la ciudad no había sido atacado. Parecía un juego de azar.
Pero mientras escribo esto, seis semanas después, en la misma habitación de hotel en el cuarto piso, el hermoso e histórico centro de Kiev aún no ha sido atacado, a pesar de que está dentro del alcance de los misiles y la fuerza aérea de Rusia.
En seis semanas, mucho ha cambiado. El largo convoy se atascó y quedó destruido. Los rusos se retiraron.
La guerra está lejos de terminar, pero los ucranianos ganaron la batalla de Kiev. La primera batalla. Podría haber otra.
La vida por la patria
La voluntad ucraniana de luchar y morir anuló todas las predicciones de una rápida victoria rusa.
En el funeral militar de un soldado muerto al intentar detener el avance ruso, su madre y su hermana sollozaron, agarrando su retrato. Se efectuaron disparos al cielo sobre su ataúd y cientos de sus camaradas se alinearon para cantar el himno nacional y consignas patrióticas.
Parecían quienes eran, voluntarios con edades que iban desde finales de la adolescencia hasta finales de la mediana edad, vistiendo una variedad de uniformes y portando distintas armas. Aunque Ucrania también tiene soldados altamente capacitados y de aspecto mucho más profesional.
Junto con un liderazgo inteligente, tácticas agudas y armas de la OTAN, lucharon tan bien que la percepción del mundo sobre su país cambió.
En una foto que se tomó en la reunión de la OTAN en Bruselas hace unos días, los ministros de Relaciones Exteriores de algunas de las democracias más poderosas del mundo se empujaron para acercarse al invitado de honor, su homólogo ucraniano Dmytro Kuleba.
Están surgiendo diferencias en la Alianza del Atlántico Norte y la Unión Europea sobre cómo aumentar la presión sobre Rusia, pero todos querían un poco del polvo de estrellas ucraniano.
En la guerra, el liderazgo siempre ha sido fundamental, y en la guerra moderna los mensajes en el campo de batalla de los medios son más significativos que nunca.
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, está ganando esa parte de la guerra. En lugar de dirigirse a un terreno más seguro, se quedó y cambió los trajes por camisetas color caqui.
Es irónico que uno de los argumentos de Putin para que Ucrania esté en la órbita de Rusia es que no es un país como tal.
Sus propias acciones, junto con los mensajes acertados de Zelensky mientras lidera una notable hazaña de movilización, están agudizando la identidad nacional de los ucranianos.
Otro factor para el éxito de Ucrania es que los humanos atrapados en las guerras se adaptan rápidamente, una vez que pasa el impacto inicial.
Rebeldía ucraniana
En una zona de moda de Kiev, los artesanos hipsters utilizaron su taller para producir barreras de acero con púas feroces para desgarrar neumáticos.
En el sótano de un depósito para voluntarios, mujeres jóvenes rompieron sábanas para hacer mechas para cócteles Molotov. El aire en el espacio sin ventilación estaba cargado de vapor de gasolina.
Los puestos de control en Kiev pasaron de ser de hombres armados nerviosos con barreras hechas de algunos neumáticos a puntos bien fortificados con sacos de arena.
La rebeldía ucraniana también ha sido un factor clave. Miles de voluntarios se inscribieron para aprender a manejar armas y luchar.
Entre ellos había dos jóvenes a los que hemos seguido desde entonces, los estudiantes universitarios Dmytro Kisilenko, de 18 años, y su amigo Maksym Lutsyk, de 19.
Cuando se inscribieron para luchar a principios de marzo, los voluntarios de su edad parecían jóvenes yendo a un festival. Ahora han visto acción en el frente y, como cualquier otro ucraniano, su visión del mundo y las vidas que llevarán en él se verán sacudidas.
Los dos jóvenes soldados, Maksym y Dmytro, estuvieron en Kiev esta semana comprando el equipo nuevo que necesitarán cuando sean rotados y enviados a las batallas del este en unos días.
Para Maksym, como para todos los ucranianos, esta es la pelea de sus vidas.
«No estamos luchando aquí solo por la vida de nuestro país, sino por la vida de todo el mundo civilizado, porque el mayor objetivo para nosotros es defender nuestras libertades y derechos en Europa, dentro y fuera de nuestro país. Cada uno de nosotros entiende que no habrá libertad en todo el mundo mientras Rusia ocupe nuestros territorios», dijo.
A Dmytro, las semanas que pasó como soldado de primera línea lo cambiaron.
«La vida humana importa, tus familiares o amigos. Tu país importa, en primer lugar. Me volví más sistemático y desafortunadamente más despiadado debido a las últimas noticias y por lo que ya he pasado. Despiadado con los soldados rusos, despiadado con todas las situaciones. Me volví más como un soldado», reflexionó.
Guerra Fría del siglo XXI
Rusia sufrió una seria derrota alrededor de Kiev y tuvo que retirarse. Pero no perdió la guerra y está logrando ganancias territoriales en el este y el sur.
Desde que abandonaron el Óblast de Kiev, el daño que hicieron es más claro que nunca.
El daño a la propiedad es extenso. Vi una terrible devastación en los centros de ciudades como Irpín y Borodianka.
Mucho más grave y alarmante es lo que se hizo con civiles y otros no combatientes. Vi cadáveres, algunos definitivamente de civiles, dejados donde fueron asesinados por los rusos.
La evidencia de que las tropas rusas perpetraron crímenes de guerra se está volviendo abrumadora.
También se formularon acusaciones contra las fuerzas ucranianas, luego de que apareciera un video que parecía mostrar a sus soldados matando a rusos heridos que yacían indefensos en el suelo.
Esta guerra es una crisis mundial no solo porque los rusos condujeron un tanque por encima del derecho internacional, o por lo que le hicieron a los civiles, sino porque acercó a las mayores potencias militares con armas nucleares a una confrontación potencial como nunca desde la Guerra Fría que terminó con la caída de la Unión Soviética en 1991.
El siglo XXI ahora tiene su propia Guerra Fría y conlleva los mismos riesgos de aquella época si empeora.
El jefe de inteligencia de Defensa en Ucrania, Kyrylo Budanov, me dijo que los riesgos de no confrontar a la Rusia de Putin son mucho peores para la OTAN que arriesgarse a una escalada enfrentándose a él y enviando a Ucrania el arsenal mucho más letal que quiere.
«Esta es una guerra de agresión en el corazón de Europa que destruye por completo los sistemas de seguridad política y militar existentes. Si el mundo se traga la agresión de Putin y no ofrece una solución radical, se repetirá una y otra vez», dijo.
Kiev está mucho más tranquila ahora que en los gélidos primeros días de la invasión.
Es muy diferente en el este, donde los soldados se están reuniendo y miles de civiles están dejando todo lo que alguna vez conocieron.
La invasión de Ucrania tomó a muchos por sorpresa. Pero la crisis entre Rusia y Occidente se venía gestando desde hacía años.
Muchos, no solo los políticos, se negaron a reconocer las señales.
Una amnesia colectiva se asentó sobre las guerras de la antigua Yugoslavia de la década de 1990.
Europa, se suponía, era demasiado sabia, rica y egoísta para seguir siendo ese viejo continente donde se podía derramar sangre para cambiar fronteras y derrocar gobiernos.
Ahora sabemos que esa visión era complaciente y errónea.
Los líderes occidentales tienen que pensar mucho y muy rápidamente sobre cómo reajustarse a los desafíos y peligros de esta nueva era.
Esta va a ser una larga lucha de desgaste.
Lo que está en juego es mucho. Si se convierte en una lucha hasta el final entre la presidencia de Putin y la independencia de Ucrania, el resto del mundo se enfrentará a un peligro aún peor.
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