En diciembre de 2021 la Dirección de Investigaciones de Bancolombia efectuó el reporte de desempeño del país para el año que concluía: la economía había crecido 10%, es decir, había experimentado un rebote después de una contracción de 6,8% en el año 2020. El país se disponía retornar los registros de la prepandemia. Lo anterior convertía Colombia en uno de los que goza de mejor posición económica en la región para enfrentar los desafíos del reacomodo mundial que está en marcha.
Los años del gobierno de Iván Duque han estado sembrados de vicisitudes, pero aun así su ritmo de crecimiento se ha ubicado por encima de los otros países latinoamericanos. Bancos, calificadoras y organismos multilaterales –no el gobierno de turno, hay que dejarlo claro– pronosticaban un año 2022 con más 5% de expansión del PIB, cuando América Latina en su conjunto no podría superar este año 3%.
A las secuelas del covid están ya sumándose el conjunto de distorsiones mundiales que indefectiblemente producirá la invasión armada de Ucrania. Colombia no será una excepción en lo de recibir el impacto que producirá la inflación mundial, los altos precios de la energía, las dificultades de las cadenas de suministro que aun subsisten, los incrementos en los costos del comercio y los desarreglos monetarios. Pero la nación neogranadina se verá beneficiada por el viento de cola que traía en lo económico y sigue estando mejor equipada que otros para resistir el temporal.
Este comportamiento tiene su razón de ser en el hecho de que las actividades sectoriales que contribuyen con 85% del PIB nacional -minería, industria, comercio y construcción- ya habían recuperado el valor agregado que perdieron en el año 2020.
Sin embargo, la contracción del consumo y el desaliento en la disposición a la inversión, ambos elementos esenciales de una buena dinámica macroeconómica, recibirán una nueva sacudida. El efecto de la guerra en Europa ya mantiene en guardia al gobierno de Iván Duque pero al mismo no le queda ya tiempo para actuar. El golpe de timón que será imprescindible y el diseño e implementación de una estrategia de protección y de dinamización de la demanda que sostiene a las industrias y al agro nacionales tendrá que ser el eje de actuación de un nuevo gobierno.
El ambiente de zozobra propia de los momentos preelectorales se ha acentuado ya ante la posibilidad de que sea un representante de las izquierdas radicales a quien le toque la tarea de recuperar el ritmo económico del país. La anticipación de que tal cosa pueda ocurrir no solo ha inhibido al inversionista local de continuar con una estrategia expansiva- indispensable para la creación de puestos de trabajo- sino que ha inhibido a las transnacionales de continuar con sus planes de desarrollo en Colombia. De esta manera, las secuelas de la pandemia, que comenzaban a manejarse con criterios conservadores pero proactivos, serán ahondadas.
Ante las nuevas amenazas es preciso disponer de un plan que no comprometa la solidez económica que exhibe Colombia. Todos los pronósticos positivos sobre el comportamiento de la dinámica colombiana se van al traste si un cambio de orientación en el modelo de desarrollo y en el manejo económico se produce y ello es lo que han prometido el candidato de Colombia Humana y su compañera de fórmula.
Al margen de la coyuntura pospandemia y de los coletazos de la guerra en Europa, la consolidación del empuje hace imperativa la atención a una serie de asuntos vitales. Entre los primeros está la necesidad de invertir incrementalmente en salud, educación y protección social tomando medidas sustanciales que permitan disminuir el desempleo, cerrar la brecha de pobreza, desigualdad y reducir el mercado informal se fortaleció con la pandemia, conjuntamente con el mejoramiento y ampliación del sistema de pensiones.
Este exguerrillero que aspira a la Presidencia de Colombia simplemente no puede con todo ello. Sin hablar de temas como el fortalecimiento de la democracia y el respeto a los derechos de los individuos, pretender que un gobierno radical como el que propugna Gustavo Petro puede acometer eficientemente estos objetivos es una quimera. Una buena demostración ha estado ocurriendo del otro lado de la frontera con Venezuela. El retroceso de la economía del país más prometedor del subcontinente sería el resultado de su victoria en las urnas.
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