Cuando se revisa a lo largo de las 25 constituciones que precedieron a la actual, el vocablo de la soberanía tiene una presencia permanente. Al menos en las puntuales desde el punto de vista político. La de 1811 que es el acta fundacional de la independencia y sobre la que se montaron la primera y la segunda república y el dominio que ejerció después el libertador Simón Bolívar, la de 1830 que estableció la nacionalidad venezolana y la influencia del general José Antonio Páez, la de 1864 que cierra el proceso sangriento de la Guerra Federal y montó el dominio del general Antonio Guzmán Blanco hasta el final del siglo XIX, la de 1901 que sirvió de base a la revolución liberal restauradora y a las dictaduras del general Cipriano Castro 8 años y la del general Juan Vicente Gómez durante 27 años, la de 1945 que ejerció de trampolín al general Marcos Pérez Jiménez después de los eventos del 18 de octubre de 1945, y la de 1961 que sirvió de referencia a la democracia establecida después del 23 de Enero de 1958. En todas esas cartas fundamentales la soberanía tuvo una mención prioritaria. En la actual, vigente desde 1999 el desarrollo textual es: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”. Y en lo atinente a la Fuerza Armada Nacional, en el artículo 328: “La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la participación en el desarrollo nacional de acuerdo con esta Constitución y la ley. En el cumplimiento de sus funciones está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna. Sus pilares fundamentales son la disciplina, la obediencia y la subordinación. La Fuerza Armada Nacional está integrada por el Ejército, la Armada, la Aviación y la Guardia Nacional, que funcionan de manera integral dentro del marco de su competencia para el cumplimiento de su misión, con un régimen de seguridad social integral propio, según lo establezca su respectiva ley orgánica”. La soberanía era texto.
La historia de los militares en Venezuela tiene varias etapas claramente diferenciadas, pero con un denominador común. La influencia personalista en la estructura organizacional uniformada, lo que permitió anclar al destino de la república los intereses personales y el ejercicio del poder en el tiempo. Leamos.
El ejército libertador, resalta la figura del ejército en la expresión, y se inició a partir de los eventos del 19 de abril de 1810. Esa estructura bajo el mando inicial del marqués del Toro, el general de división, Francisco Rodríguez le fue transferida luego al general Simón Bolívar, el Libertador, hasta el 17 de diciembre de 1830 cuando muere en la quinta San Pedro Alejandrino en Colombia. La impronta de Bolívar marcó al ejército, incluso hasta después de la separación de Venezuela de la Gran Colombia. La bandera de ese ejército bolivariano y libertador durante 20 años fue la independencia.
Después de 1830 vino una etapa marcadamente influida a través de la figura del general en jefe José Antonio Páez que permaneció hasta la firma del tratado de Coche en 1863. Algunos historiadores señalan que el respaldo militar al ejercicio del poder del general Páez marcó los 33 años de duración de esta etapa. La bandera levantada en esta oportunidad por el ejército paecista fue el respaldo al poder personalista del centauro de los llanos.
El 23 de abril de 1863, después del fin de la Guerra Federal, con la firma del tratado de paz en Conejo Blanco, en el mismo sitio donde hoy está asentado el fuerte Tiuna, los signatarios, Pedro José Rojas, quien era secretario del general Páez y sustituto de este en la presidencia, y el general Antonio Guzmán Blanco en representación de los federales, el ejército toma otro ritmo. A partir de allí y hasta el 23 de mayo de 1899 pudiéramos etiquetar otra etapa militar venezolana claramente influenciada por el general Guzmán Blanco y con la caracterización de la figura cuartelera del caudillismo en el mando político. Y el estandarte formal, levantado por ese ejercito guzmancista durante esos 33 años, respaldaba la autocracia de los 3 periodos presidenciales y la designación de presidentes títeres. Y también el de los ejércitos personales formados desde las fincas y los hatos, de los caudillos con línea personal, de la llegada al poder y de su sostenimiento.
El 23 de mayo de 1899, en lo que registra la historia como la invasión de los 60 campesinos y ganaderos del Táchira y de la zona contigua con Colombia, comandados por Cipriano Castro y su compadre Juan Vicente Gómez, depusieron al general presidente Ignacio Andrade en una campaña de apenas 5 meses cuando entran triunfantes en Caracas el 23 de octubre de ese año. Fue, el fin de la era militar guzmancista y el inicio de la etapa gomecista. Durante 45 años, el general Gómez, primero como vicepresidente y después del golpe de Estado contra su compadre el 19 de diciembre de 1908 como presidente de la república, tuvo una influencia primaria en la formación del ejercito moderno, en la desaparición del caudillismo después de la batalla de Ciudad Bolívar y en el establecimiento de una férrea dictadura respaldada por la nueva institución armada. El banderín en este ejercito era el de respaldo a los 8 años de gobierno del compadre, los 27 años de la dictadura gomecista, y los 10 años de la transición que encabezaron los generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita. La institucionalidad de ese ejercito estaba representada en la figura del gobernante. Y la soberanía en los hechos estaba representada hasta etapa en el hombre fuerte al mando de la república.
El 18 de octubre de 1945, lo que se conoció en sus tiempos como la Revolución de Octubre, abre en dos la historia de las fuerzas armadas. Noten que ahora se habla del ejército. Se incluye ahora a la armada, a la aviación y a la guardia nacional. Este evento termina de incorporar a los cuarteles venezolanos en una verdadera etapa moderna. Los viejos militares troperos y chopo de piedra llamados así coloquialmente, fueron reemplazados por oficiales de escuela en los mandos y en toda la estructura de la organización. Por primera vez, en la constitución aprobada por la Constituyente de 1947 se menciona la misión de la institución armada: “Las Fuerzas Armadas Nacionales constituyen una institución apolítica, esencialmente profesional, obediente y no deliberante; y se organizan para garantizar la defensa nacional, mantener la estabilidad interna y respaldar el cumplimiento de la Constitución y las Leyes”. Defensa nacional, estabilidad interna y velar por el cumplimiento de la constitución. Defensa nacional es soberanía y territorialidad, estabilidad interna es orden público y orden interno y, velar por las garantías del cumplimiento de la constitución es imponerle un rol de policía de la carta magna. Eso es un techo y las paredes de la institucionalidad de las fuerzas armadas nacionales para su desenvolvimiento ante la colectividad venezolana. Sin embargo, no se desprendió del todo del rol personalista de las etapas anteriores. La manifiesta influencia del entonces mayor Marcos Pérez Jiménez, luego del teniente coronel, y más tarde del coronel y por último general presidente hasta 1958 en el curso de esa nueva institucionalidad, orienta el carácter personalista de los cuarteles, para el respaldo de su gobierno, que fue declinando en el tiempo. Durante 13 años la institucionalidad militar venezolana giró en torno al general Pérez Jiménez. Y en hechos, la soberanía de la nación. Eso finalizó el 23 de enero de 1958.
Continuaremos.
Varsovia, 8 de abril de 2022
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