Nadie sabe cuál será el desenlace de la guerra de Putin en contra de Ucrania, pero casi todo el mundo sabe de su desenvolvimiento. Una agresión brutal, implacable, cruel, sanguinaria de Putin en pleno siglo XXI. ¿Cómo lo sabemos, cómo la seguimos de manera constante? Gracias a las redes sociales.
Hay una guerra ofensiva en el territorio de un país independiente y reconocido por la ONU: Ucrania. Y el horror de la misma se transmite por las redes sociales sin cesar.
En vivo y directo, tiempo real, todo el día, todos los días. Las redes son un cosmos digital, que no se pueden silenciar en un país europeo, libre, y con altísimo nivel de conexión internacional a través de todos los mecanismos de redes sociales.
¿Previó esto con suficiente cálculo el señor Putin? Tal parece que no. Acaso habituado a ejercer un despotismo mediático en Rusia, no lo ha logrado en Ucrania. Todo lo contrario.
Además se ha topado con el presidente Zelenski que, que aparte de su coraje personal, es un conocedor de la importancia de la comunicación. No lo digo yo, lo dice el mundo que lo consagra como un héroe global.
Putin ha emprendido una guerra convencional, despiadada y malévola, en un contexto de inmediatez informativa, o por lo menos de masiva transmisión de data a casi todas partes.
La masacre de Bucha, entre otros ejemplos del mal, no se puede ocultar o manipular. Hay millones de ucranianos que dan testimonio permanente de las atrocidades de Putin. Sin las redes sociales ello no sería posible.
La tecnología de la comunicación, que avanza de manera vertiginosa, es una realidad que tiene aspectos positivos y negativos. En el caso de la guerra de Putin en contra del pueblo ucraniano, resalta el aspecto positivo de las redes sociales.
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