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Rescatando la cultura y el folklore

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Más de 20 años han transcurrido desde la llegada de Hugo Rafael al poder. El caudillismo que creíamos execrado de nuestra historia, luego de 40 años de gobiernos civiles, renació, y en versión 2.0. Sí, renació mezclado con militarismo, tiranía y anarquía. Socialismo del siglo XXI, según lo definieron.

Expropiaciones, abusos de poder y control social, entre otras insignificancias, minaron las bases de los gobiernos democráticos y civiles. Este comportamiento antipatriótico logró demoler la institucionalidad del país. Eso simplemente fue un Vermut previo a la explosión de verdadera bomba atómica, que aniquiló nuestra gran fortaleza. ¡Nuestros principios y valores familiares!

La inmoralidad se hizo la norma. La desvergüenza fue general, en una revolución sin doctrina. Fechorías públicas e impúdicas competían entre sí en centimetraje periodístico. La siembra del odio entre venezolanos –incluso entre familiares- fracturaron el celofán de la hermandad de sangre, de la amistad eterna, y hasta el sagrado sacramento de la responsabilidad y del amor de un hijo, para con una madre. Un revolucionario hijo de Píritu, gobernador en otra entidad federal, es el mejor ejemplo de ello.

Esos más de 20 años también influyeron en tergiversar el idioma, la realidad y las definiciones, para acentuar la ignorancia como una cultura. La gramática, en cuanto al uso del participio activo de los verbos, es la mayor muestra de ignorancia entre los líderes de la revolución. El participio activo de “presidir” -por ejemplo- es “presidente”. El género es neutro, incluye masculino y femenino. Decir presidenta ofende los sentidos y la gramática. ¡Entre otras cosas!

La realidad también sufre las consecuencias derivadas de la manipulación y el maniqueísmo, de los próceres del gobierno y su pasticho ideológico revolucionario. Afirmar que la economía nacional es víctima de un “supuesto” bloqueo – declarándolo desde la comodidad de una camionetota con un vaso de Whisky “on the rock” en sus manos- ilustra el cinismo de quienes por unas monedas de oro vendieron nuestra patria. ¡Judas del siglo XXI!

Lo de la definición de la cultura es más patético. Confundir folklore con cultura es sólo el más representativo ejemplo de una ignorancia patológica. El folklore es solo una referencia de la idiosincrasia y las costumbres de un pueblo. Es una expresión cultural autónoma. La cultura es mucho más. Es hasta la decisión personal de ilustrar nuestra mente con constancia en la lectura, en el estudio, y en la compilación de toda creatividad acumulada, durante miles de siglos de civilización, para  superar -con esfuerzo-  nuestras limitaciones cognitivas.

No solo saber que Tales de Mileto fue uno de los primeros pensadores filosóficos, o el haber estudiado historia universal, te hace culto. No. Tampoco el leer las obras de Shakespeare, de Cervantes o de Lope de Vega sería suficiente, sin conocer la contribución que Beethoven, Chopin, Verdi o Vivaldi, le hicieron en materia de música clásica a la historia universal. El pasearnos imaginariamente por Grecia -cuna de la civilización occidental- o por Roma, poseedora de 80% del patrimonio histórico del arte; sin reconocer la existencia, de las obras pictóricas de Van Gogh, de Monet, de Kandinsky o de Picasso es malentender que el desarrollo cultural de la humanidad es la acumulación de toda esa creatividad. Creatividad y sabiduría que, una vez madurada, se transforma en ese “vino” cultural de exquisitez histórica.

Lo que se vivió culturalmente con nuestro folklore el 2 de abril en Ospino, fue épico. Fue la maceración y fermentación de la música llanera, previa al envejecimiento en barricas, para que en el futuro, sea el nuevo  “caldo de los dioses” en cuanto a cultura universal.

La alguna vez capital del estado Zamora  (1879-1899) atestiguó en pleno zaguán interno del antiguo y rescatado Palacio de Gobierno, la transformación del  folklore criollo en cultura universal, gracias al talento, la constancia y el esfuerzo.

El cumpleaños número 75 del “Viejo Soguero”, Joel Hernández Pérez, les puso en bandeja de plata la ocasión para que el alcalde Carlos Barrios se luciese con una resolución exaltando la buena música criolla. Ocasión en la que nuestro más laureado poeta guanariteño, Yorman Tovar le hiciera la galantería de una magistral presentación. No le bastó con eso al poseedor del récord de ser el más joven alcalde electo por el voto popular. También cursó invitaciones adicionales a Cheo Hernández Prisco, “A quien, no le a gustar”; a José “Cheo” Ramírez, “Carrao, Carrao”; y a su majestad del llano, Fredy Salcedo. Me quito el sombrero, poeta. Para honrarles y declararles “Hijos Adoptivos del Municipio Ospino”. Ha sido el mejor evento que se ha hecho, para los herederos de la tierra de Páez.

“…Es nuestra más alta aspiración, que esta expresión artística y cultural, realizada con cariño y esfuerzo, sea como un llamado de voluntad y esperanza, para todos los jóvenes de Venezuela. Para ellos el mensaje. Que aprendan a querer más a la patria, a través de sus escuelas, y que nada les detenga en su afán de superarse, para hacerla cada más libre…”  Dámaso Figueredo. Presentación de la Leyenda del Silbón.

@carluchoOJEDA

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