En julio se cumplen cinco años desde que dejé de vivir en Caracas y, desde la distancia, percibo el inicio de una nueva era. Hace poco leí dos artículos: «Retorno a Bodegonzuela: Electric Boogaloo» — de Sifrizuela y publicado en El Estímulo — y una entrevista que Hugo Prieto le hizo a Guillermo Tell Aveledo para Prodavinci; estas publicaciones han inspirado la escritura del texto a continuación.
El artículo de Sifrizuela describe escenas propias de una fantasía urbana en la que lo insólito no parece causar mayor revuelo: oligarcas rusos seduciendo a damas de compañía en una fiesta con temática de StarTrek, en la que la casi todos los invitados están bajo los efectos de sustancias psicotrópicas; las zonas rosas de Caracas son los epicentros de la opulencia gozada por los que se han favorecido tras la llegada de la pax bodegónica; 500.000 niños que no asisten a los colegios por falta de alimentos; el alcalde de Chacao produciendo un cortometraje hollywoodense sobre la efectividad de la policía en una de la ciudades más inseguras del mundo; las ciudades y los pueblos del interior del país están olvidados y sumidos en la decadencia; los centros comerciales de Caracas viviendo una revitalización que no se traduce en nuevos empleos porque los productos son importados y el régimen no está dispuesto a reconstruir la industria nacional; y el dato más doloroso, el país que hace unas décadas estaba en vías de desarrollo, ahora es la nación más desigual del continente americano. No se equivocó el escritor Alejo Carpentier al plantear que la mentalidad de América Latina está determinada por lo real maravilloso; una manera de concebir el mundo que hace que lo irracional y lo extraordinario pueda ser considerado cotidiano y habitual, como sucede en Venezuela.
Por otro lado, las respuestas del profesor Guillermo Tell Aveledo exponen ciertas circunstancias que introducen a la trama nacional un número de posibilidades que, hasta cierto punto, parecen propias de una ucronía. La pax bodegónica ha permitido el enriquecimiento de los empresarios predilectos del régimen y, en un futuro, estos podrían aspirar al poder político, desafiando a sus benefactores. Entonces, sería posible imaginar una segunda era del chavismo — apartada del ortodoxo control estatal de la economía — en la que progresivamente se vayan expandiendo las libertades económicas, sin que esto implique un avance en el campo de las libertades políticas y sociales. De resultar esto así, el segundo chavismo tendría su inicio histórico en esta era de profunda desigualdad, denominada pax bodegónica.
Habrá muchos inadaptados en esta nueva era de Venezuela. Hay un cuento largo de Mario Vargas Llosa, titulado «Los cachorros», que cuenta la historia de Cuéllar, un niño que, tras un trágico altercado, pierde gradualmente la capacidad de madurar y de integrarse en la sociedad. Probablemente, muchos venezolanos vivirán un destino parecido al del pobre Cuéllar, al vivir en una era de la historia que sólo le permite el bienestar a un grupo muy selecto de personas. Los nuevos oligarcas y muchos de los sifrinos clásicos son los cachorros, el establishment, de nuestra presente novela nacional. Estos cachorros reinan en una sociedad disparatada y no les afecta la distorsión de la realidad. Podrán vivir contentos en un país sin educación ni salud pública, sin progreso tecnológico ni social, sin libertades de prensa ni libertades civiles. Se trata quizás de la generación más vana y frívola que ha parido nuestro país. Lastimosamente, serán los ídolos de las nuevas generaciones.
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