No es ninguna idea novedosa el hecho de que la solución es siempre la educación. Es la única manera de que todos nos veamos involucrados en los problemas y soluciones del país, con actitudes reforzadas por una explicación que convenza. La ciudadanía debería ser una materia hecha vida desde que los niños son pequeños; no debería ser una materia de primer año de bachillerato, la cual empieza y termina en un grado.
Más allá de las escuelas y la universidad, los partidos políticos deberían también enfocarse en enseñar a la gente, aclarándoles lo que es la democracia y la vida en común. La cultura debería constituir un proceso político-social que implique a todos; que permee a todos. En estos momentos de desesperanza, como de inactividad, los políticos deberían educar, enseñar a asociarnos y a trabajar en conjunto.
Nuestros intelectuales han hecho referencia a la impaciencia que nos domina. Y para algunos, como Augusto Mijares, es crucial comprender que las virtudes se adquieren poco a poco, y no de un día para otro. Una generación empieza a crecer y tarda los años que tarda en ser consciente de lo que debe mejorar. Cada uno es cada uno, pero como país precisamos de una coordinación que alcance a todos. Los partidos políticos pueden subsanar muchas carencias si se acercaran a la gente para preguntarles por sus necesidades. Podrían formar a su gente, para que estos sean, a su vez, formadores de personas. Y en estos tiempos de parálisis, en eso no se pierde nunca el tiempo, porque la educación es una necesidad natural.
Ya Aristóteles decía que “el hombre, por naturaleza, desea saber”. Las ideas son la comida de la inteligencia y de la voluntad, y todos las necesitamos. Las personas necesitamos que nos activen las potencias del alma; que nos ayuden a captar que valemos mucho y que tenemos una inteligencia que sí puede conocer y una voluntad que puede amar y desear el bien.
Las universidades hacen lo que pueden para llegar a todo el mundo y creo que este esfuerzo se verá más adelante, con el paso del tiempo, pues así como una carrera universitaria dura unos cuatro años y la persona va poco a poco comprendiendo lo que estudia y calmando inquietudes, asimismo los procesos sociales van envolviéndonos y cambiándonos sin que nos demos mucho cuenta.
Todo esto suena ilusorio cuando hay tantas necesidades que ameritan de un buen sueldo. Lo sé. Pero es cierto también que todas las personas desean progresar y hacer rendir sus talentos, porque en el fondo todos queremos ser mejor. Una necesidad no quita la otra. Es cierto que a veces la necesidad económica se impone y parece que cubre el espacio del deseo de saber. Parece, porque no es nunca suplido del todo. Necesitamos pan, ciertamente, pero también cultura.
Duele ver cómo ese deseo de saber no puede ser subsanado del todo en nuestra educación pública; duele, porque los muchachos sí quieren saber y no han recibido a cambio lo esperado. ¿Cómo plantearse avanzar más si tienen lagunas inmensas? Esta semana supe de dos así. Quieren seguir estudiando y me preguntaron que qué podían hacer si por la ausencia de los profesores no habían recibido mucha materia en el bachillerato. Duele, sin duda, escuchar estas cosas, porque duele el país.
No queda sino seguir avanzando y haciendo cada día lo poco que podamos, confiados en que si cada uno da lo mejor de sí, obtendremos el cambio que anhelamos, porque los dictadores siempre caen. Tarde o temprano, siempre caen.
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