Alberto Núñez Feijóo, un político experimentado y moderado, fue elegido este sábado en Sevilla líder del conservador Partido Popular (PP), con la misión de batir en España a los socialistas de Pedro Sánchez y recuperar el poder tras cuatro años en la oposición.
Feijóo, de 60 años de edad, presidente de la región de Galicia (noroeste), era el único candidato a sustituir a Pablo Casado -que abandonó el partido y la política víctima de una guerra interna-, y recibió más del 98% de los votos de los compromisarios que asisten al congreso extraordinario del partido en la ciudad andaluza (sur).
«No soy nuevo, ni desconocido, ni una incógnita. Entenderéis que un tío de 60 tacos [años] no está como para bromas», dijo Feijóo tras la victoria, antes de avisar que evitará el discurso bronco en la oposición: «no estoy aquí para insultar al presidente del gobierno, sino para ganarle».
Sobre su estilo, lanzó otra advertencia: «moderación no es tibieza, diálogo no es sometimiento».
No hay en España político regional más exitoso que él, con sus cuatro mayorías absolutas consecutivas que le han mantenido en el poder en Galicia durante los últimos 13 años.
«Alberto conoce bien el camino de la victoria, porque si algo sabe es ganar elecciones», afirmó el griego Margaritis Schinas, vicepresidente de la Comisión Europea, invitado al congreso.
Pedro Sánchez felicitó en las redes sociales a su nuevo contrincante, no sin recordarle que, «en estos tiempos complejos, trabajar con unidad y responsabilidad por el bien común de la ciudadanía debe ser una prioridad».
Un gestor serio
Nacido el 10 de septiembre de 1961 en Os Peares, una aldea de la provincia de Orense de apenas un centenar de habitantes, este licenciado en Derecho creció en una familia modesta. Su padre trabajaba en la construcción y su madre era dependienta de una tienda.
Entusiasta de la pesca, hincha del Deportivo de La Coruña, pulcro y de apariencia seria, suele ser descrito como un «hombre corriente», de buenos modales, que inspira confianza.
Su estilo pausado se suele comparar al de Mariano Rajoy (2011-2018), también gallego.
El PP intenta estos días transmitir la idea de que con él vuelve a la escena nacional un gestor serio, en contraste con los líderes políticos de mensaje rápido y redes sociales.
«En España hemos vivido en los últimos años una epidemia de puerilidad (…), la gestión, el trabajo bien hecho y la solvencia quedaron aparcados», dijo Rajoy en Sevilla.
«Que nadie cuente conmigo para participar en este entretenimiento infantil en que ha degenerado la política española», dijo Feijóo en su discurso de investidura.
El traspaso de poderes en Sevilla tiene un valor simbólico, porque fue ahí donde, en 1990, Manuel Fraga Iribarne, un exministro franquista, cedió a Aznar el liderazgo de la formación que había fundado tras la dictadura.
Luego, Aznar llevaría al partido por primera vez al poder, en 1996, y durante ocho años.
Bueno en Galicia, ¿bueno en España?
Mientras en España emergían partidos alternativos que erosionaban a las dos grandes formaciones de la era democrática, el Partido Socialista (PSOE) y el PP, como los liberales de Ciudadanos, la extrema izquierda de Podemos y la extrema derecha de Vox, en Galicia ni siquiera los socialistas preocupaban a Feijóo.
Feijóo sorteó también el escándalo de la aparición de unas fotos en 2013 que revelaban su amistad con el narcotraficante gallego Marcial Dorado, de las que se defendió afirmando que no sabía a qué se dedicaba.
Ahora, sin embargo, sobrevuela la incógnita de su desempeño en la escena nacional.
A Feijóo le esperan un Pedro Sánchez que aguanta en el poder con una minoría de 120 diputados -de 350- gracias al apoyo de independentistas catalanes y vascos, y de la extrema izquierda, y un Vox que en apenas ocho años no para de crecer en el espacio de los populares y tiene ya 52 diputados, por 88 del PP.
En su favor juega que el tiempo hasta las elecciones -previsiblemente a finales de 2023- será de desgaste para el gobierno, por culpa de la carestía de los alimentos, los combustibles y la luz, y la incertidumbre mundial por la guerra en Ucrania.
Vox se ha convertido en otro dolor de cabeza para el PP, pese a que podría necesitarle, según sondeos recientes, para gobernar a nivel nacional. De hecho, el PP acaba de aceptar, con el beneplácito de Feijóo, que la formación de extrema derecha entre por primera vez en un gobierno regional, en Castilla y León.
«No somos un partido de aspiraciones pequeñas, no somos un partido para ver si sumando con este y otro podemos llegar», lanzó Feijóo en Sevilla. «Somos el partido de las mayorías».
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