Contra el autoritarismo corresponde una lucha indeclinable, una realineación en torno a los valores de la libertad, la democracia y el pluralismo, para hacer frente al dominio de sistemas totalitarios. No queremos más privilegios para los saqueadores enfundados en sus bellaquerías, no queremos un país gobernado por las mafias.
Nos enfocamos en mostrar firmeza, sin el temor a contradecir sensibilidades que algunos asumen para estar a la moda o por sentimientos de inferioridad ante el descalabro moral y humano. De esta manera privamos al mundo de los valores que podemos y debemos aportar, por rendirnos a las banalidades del mal que implica la violación de todos los derechos humanos. Los totalitarismos cambian el pelo pero no las mañas. Mantiene vigente el postulado hobbesiano “Homo homini lupus”, el hombre es un lobo para el hombre.
Las cosas deben ser diferentes y por ello afirmamos el compromiso de luchar por recuperar la libertad perdida hace 23 años. Requerimos la renovación del liderazgo para avanzar hacia el objetivo, dejando de lado a la “opolaboración” que marcha servil, canalla y crematísticamente al lado del régimen opresivo, desprovista de nuestra representación que perdió hace rato.
El régimen que nos ha destruido jamás nos va a salvar. Se rige por el “imperio del crimen” en lugar del “imperio de la ley”, y se lleva por delante la barrera que distingue al bien del mal. Nadie debe estar por encima de la ley.
Las tiranías, sin contrapesos que las frenen, sustituyen los modelos institucionales de los Estados por modelos de paz criminal negados a privilegiar la vida. Viven en su mundo sin convivir con los otros que piensan distinto. El mal es que no haya límites del poder ni reconocimiento de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Los derechos son de todos y los garantiza la separación y alternancia en el poder. La democracia es el sistema que limita al poder y esa es la clave.
Los que buscamos la transformación del país y devolverle la confianza a los ciudadanos sabemos que la impunidad no es la forma de salir de este atolladero. Somos titulares de dignidad, integridad, decencia y fidelidad a unos principios que no están en venta, porque es nuestro valioso e irrenunciable capital de vida.
Jamás nos uniremos a quienes demostradamente sirven de comparsa a la ignominia y nos condenan a seguir sumergidos en los tremedales del régimen tiránico, que nos persigue y oprime. De rodilla no se grita independencia, no queremos ser olas sino arrecifes y hemos decidido quitarnos del medio a los vividores de la política que han entregado una y otra vez, por su pusilanimidad y cohabitación, la causa de la libertad.
El orden del día es despabilarnos y sacudirnos esta pudrición que obstaculiza el paso de la libertad que conduce a la democracia, persuadidos de que nuestro gran destino es transformar con ella a Venezuela en una tierra de gracia.
¡Libertad para Javier Tarazona! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!
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