Emblema del género de acción en Hollywood, protagonista de películas de culto y de franquicias taquilleras, Bruce Willis deja el cine como uno de los actores más versátiles y taquilleros de su generación.
Con su retiro, la industria audiovisual pierde a un nombre que era garantía de rentabilidad financiera (las películas del actor han recaudado más de 7.000 millones en todo el mundo) y que sumaba más de un centenar de créditos en actuación, otros tantos como productor y varios papeles significativos en la pequeña pantalla.
En su larga lista de trabajos brillan iconos del cine la saga de como Duro de matar (1988-2013), Pulp Fiction (1994), 12 monos (1995) y Sexto sentido (1999).
Pero la afasia, una enfermedad que afecta a las zonas del cerebro encargadas de procesar el lenguaje, ha imposibilitado que el actor, de 67 años de edad, pueda seguir en los estudios de rodaje donde ha trabajado hasta hace unas semanas.
Willis (Idar-Oberstein, Alemania, 1955) se retira tras haber estrenado a finales de febrero la cinta Gasolline Alley y una semana después el filme de acción A Day to Die.
«Bruce ha estado experimentando algunos problemas de salud y recientemente ha sido diagnosticado con afasia, lo que está afectando sus capacidades cognitivas. (…) Tras mucha reflexión, Bruce se retira de una carrera que ha significado mucho para él», reza un comunicado firmado por su mujer, Emma Willis; su exesposa, Demi Moore, y sus cinco hijas, Rumer, Scout, Tallulah, Mabel y Evelyn.
«Yippee-Ki-Yay- Motherfucker»
El personaje que inmediatamente ha venido a la mente de infinidad de espectadores es el de John McClane en Die Hard, una franquicia que duró cuatro décadas desde el estreno de su primera entrega, Die Hard -a secas- en 1988, hasta la más reciente, A Good Day to Die Hard (2013), con otros tres títulos entre medias.
Lo que mejor aguanta el paso del tiempo es la frase, simplona pero efectiva, que propinaba el protagonista tras acabar con sus enemigos: «Yippee-ki-yay, motherfucker», en todas y cada una de las cintas.
Ese papel, una antítesis de la elegancia de James Bond que acercó a Willis al gran público, figura hoy entre las listas de los mejores personajes de la historia en medios de comunicación como Empire, Entertainment Weekly y la MTV.
La franquicia supuso también el salto del actor a la gran pantalla después de protagonizar la serie de televisión Moonlighting, pionera a la hora de aunar drama y comedia en la televisión.
Por ese trabajo, Willis ganó un Globo de Oro y un Emmy, premio que volvió a llevarse en el año 2000 por su papel secundario en Friends.
Curiosamente, aunque el grueso de su carrera fue en el cine, ningún papel en la gran pantalla le reportó grandes galardones, pese a que ha trabajado con varios de los cineastas más influyentes de las últimas décadas.
Así, ha rodado con Quentin Tarantino en Pulp Fiction (1994), M. Night Shyamalan en Sexto sentido (1999), Terry Gilliam en 12 monos (1995), Wes Anderson en Moonrise Kingdom (2012) y Michael Bay en Armageddon (1998).
Fuera de la pantalla, Willis se introdujo en el mundo de la restauración con Planet Hollywood, la ambiciosa cadena de restaurantes que financió junto a Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone con la intención de acercar la farándula de Hollywood a todas las ciudades del mundo, pero el estrafalario proyecto se desinfló rápidamente.
A partir de los años 2010, tras perder cierta popularidad por su apoyo a la guerra de Irak y otras declaraciones políticas, el actor se centró en películas de serie B por las que llegó a estar considerado entre las peores actuaciones de la temporada, una anécdota que no empaña su impresionante trayectoria.
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