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Poemas de Roseanne Watt. Selección y traducción de Raquel Rivas Rojas

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Por ROSEANNE WATT

Sal en la sangre

 

Mujer, tu lengua se ha tostado con tu misma tierra.

Secaste tus palabras a tal punto que ahora se deslizan

entre tus dientes como los granos que bajan por un reloj de arena.

Te di un lenguaje, uno que pudiera capturar

la percusión de las olas en sus consonantes,

desenredar los hilos del alma con una sola palabra:

shoormal, mareel, bonhonga[1];

un regalo que dejaste a merced de la tormenta.

 

Déjame empezar otra vez:

Mujer, no tienes palabras para retenerme

en la página, y nunca vas a encontrarme ahí

hasta que entiendas que la sal que corre

a través de tus venas viene del torrente

de una conversación antigua, que fluye y se desborda

como la marea. Estas palabras son mi regalo para ti.

Tómalas; otórgales latido.

 

 

La mujer cesta

 

Aunque algunos afirmen otra cosa,

ella fue la primera

que fue a buscar el fuego

a las montañas. Claro que fue ella.

Nadie más hubiera podido cargar

un peso como ese, echándoselo a la espalda

como un niño pequeño; todo ese peso

iluminado y candente.

 

 

Medusas lunares

 

Las encontramos derritiéndose

a la orilla del agua, como olvidadas

 

copas de helado transparente,

la misma mañana

 

en que enterraron al viejo pescador

junto a la capilla de la playa.

 

Habíamos visto pasar la urna

en una procesión de sombras lentas

 

bajo las nubes del verano,

hacia la iglesia en la que

 

las tumbas ciegas nos miraban

jugar cada día entre las olas.

 

La playa está llena de cosas muertas.

Pero no las medusas.

 

Sabemos que son inmortales,

como nos dijo el pescador,

 

así que la cosa más triste del mundo

es verlas atascadas en la orilla

 

cuando las trae la tormenta.

Queremos salvar a las medusas

 

que se nos desparraman

entre los dedos mientras

 

nos acercamos al agua y las dejamos

en la cuna suave de las olas.

 

Algunas tienen adentro una luna creciente

y púrpura; así que pensamos que son niñas.

 

No sabemos que las medusas

vienen de las fábulas

 

un mito que ofrecemos

a la marea para que sea rechazado:

 

porque los muertos van a seguir

siendo muertos.

 

No; sólo conocemos la mañana

entrando despacio entre las piedras

 

y las medusas que regresan

como en un sueño, a la orilla.

 

 

Hablar como en las Shetlands

 

El truco es este:

imagina que tienes la boca

llena de piedras.

 

Siente su peso muerto

presionando

tu lengua,

 

el modo como ese peso abre

tu garganta, convirtiendo tu boca

 

en una cueva,

una negrura ancha.

 

Entonces (y esto es importante)

déjalas

caer

 

todavía tibias con tu saliva

y mira

 

cómo pueden destruir

al caer

 

lo que sea

que golpeen,

cómo pueden romperse

 

como huesos,

como panes.


* Nota de la traductora: shoormal se usa en las islas Shetland de Escocia para designar el punto al que llega el agua en la orilla de la playa; mareel es la palabra que nombra el color del mar en otoño, cuando tiene una especie de fosforescencia; bonhonga es un lugar espiritual, que se relaciona con la niñez.

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