Acto 1
Aparece Juan Guaidó como actor de reparto de aquella generación que despertó esperanzas cuando por el cierre de RCTV en 2007 se encumbraron como estrellas, he aquí sus nombres: Yon Goicochea, Juan Requesens, Freddy Guevara, Miguel Pizarro, Stalin González y, por supuesto, Ricardo Sánchez. Guaidó era el tipo que aparecía detrás en la foto, siempre tapado por las estrellas del momento.
Todos estos jóvenes encarnaron, en su día, la ilusión compensatoria de una realidad que ya en 2007 con Chávez, vivo e iracundo, era demasiado triste. No creo que en esos días alguien haya escuchado el nombre de Juan Guaidó Márquez, por lo menos, yo nunca lo escuché en esos días en los que el país creía que estábamos en presencia de la primavera venezolana dirigida por jóvenes corajudos y bien formados. La verdad que no lo escuché sino hasta 2019, el 5 de enero, cuando como un rayo en cielo sereno se montó en la presidencia de la Asamblea Nacional.
Las jóvenes estrellas que aparecieron como el posible relevo de una vieja dirigencia que fue incapaz de hacer una lectura adecuada del fenómeno chavista fueron, en su mayoría, estrellas fugaces.
Pero no es la hora de echarles la culpa a estos muchachos, que fueron tan jóvenes y tan viejos, como dice la canción de Sabina. Venezuela ya era un país enfermo, en realidad lo era desde muchos años antes y empezamos a darnos cuenta tarde.
Pero bueno, todavía quedaba el que se había invisibilizado, Juan Guaidó Márquez. Una figura como Tom Kirkman en la serie de Netflix Designated Survivor, un personaje poco relevante del gabinete presidencial de Estados Unidos que es designado presidente luego de que un ataque terrorista acaba con todos los que estaban por encima de él, así que tiene que gobernar un país para el cual no tenía preparación alguna. Se ve en el cine, se ve en televisión, también se ve en Venezuela.
Acto 2
Aparece como diputado y militante de Voluntad Popular, el 5 de enero de 2019, Juan Guaidó es nombrado presidente de la Asamblea Nacional. El 11 de enero de 2019 anunció que asumiría las responsabilidades del artículo 233 de la Constitución para convocar a nuevas elecciones nacionales.
El 23 de enero de 2019 se juramenta como presidente encargado de Venezuela. Es reconocido por el secretario general de la Organización de los Estados Americanos, el Parlamento Europeo y una cantidad significativa de países, entre ellos, los gobiernos de Estados Unidos, Colombia, España, Canadá, Reino Unido, Francia, etc. hasta sumar 60 países.
Entonces, así como en febrero de 1992 las madres venezolanas disfrazaron a sus niños de paracaidistas celebrando un indeseable golpe de Estado, en el Carnaval de 2019 los niños venezolanos, simulando ser Juan Guaidó, se paraban en cualquier banca y gritaban: ¡Cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres! Y otra vez la esperanza del cambio parecía estar a la vuelta de la esquina, como si al amanecer de cualquier día de ese momento nos despertáramos y ya no estaría la dictadura sino la democracia.
Pero como dice Juan Calvino en La jornada de un interventor electoral: «Un principio político importante es no creer en ilusiones y no dejar de creer en la importancia de lo que uno hace”. Nos llenamos de ilusiones, como si eso fuera soplar y hacer botellas, pero no hicimos lo que era importante: hacer política.
Acto 3
Guaidó es enjuiciado no solo por el régimen de Maduro, que se sintió, si no amenazado, porque después de todo el régimen es quien ejerce el poder de las armas, la justicia, el aparato electoral, el paramilitarismo; sí aislado de la comunidad internacional que le había dejado sin poder administrar recursos que estaban en el exterior y sancionado por casi toda la comunidad internacional. Ese enfrentamiento del régimen contra Guaidó era obvio. Pero, por quien ha sido atacado y severamente enjuiciado es por la oposición de quien formalmente era su “dirigente máximo”.
Primero, ha sido descalificado por una dirigente, María Corina Machado, quien nos ha asombrado por su egocentrismo. Ella, sin el menor rubor y humildad, toma su concepción de la política por la política y su concepción del cambio político por el cambio.
Igualmente, nos ha sorprendido (¿sorprendido dije?) por el dogmatismo de quienes dictan cátedra sobre qué es hacer política y no hacer política y terminan por dejar a Guaidó en la más absoluta soledad y desacreditado.
Obviamente Guaidó fue un líder situacional, para una determinada situación, valga la redundancia, que nadie entendió. Eso era todo, no fue, y creo que tampoco se lo propuso ser, el mesías que en un país como este siempre anda en busca de un salvador sin darse cuenta de que nuestros redentores siempre nos han conducido al martirio (Pérez, Caldera, Chávez y la comiquita de Superbigote).
Conclusión
Solo para citar a Bertolt Brecht: “Pobre el país que requiere de héroes”.
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