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«No es la fe esperanzadora la que restaura un corpus social encadenado, lo hace la pulsión antropomórfica que de súbito e irrefrenable prorrumpe»
Los hubo y habrá, dictadores. Unos más exhibicionistas o arrogantes al momento de matar, perseguir, torturar o encarcelar adversarios. Pero, a todos impulsa un propósito: instaurar el «bestialismo» en perjuicio de un pueblo, régimen de gobierno que puede maquillarse de varias formas [comunismo, socialismo, medalaganismo, proletarianismo] pero será inevitablemente confrontado. La libertad es la columna vertebral del homo sapiens, y fracturarla produce su paralización.
No es difícil abominar a mujeres u hombres con inclinaciones bestiales. Tampoco amarlos. Aun cuando sea inadmisible, logran admiradores. Nuestra especie tiene el don de la inteligencia, el cual siempre que exhibe tentativa: es proclive a cometer, sopesa, indaga, busca, explora, consigna, sustancia decisiones, corrige, pervierte o experimenta. Es curioso, cauto y atrevido.
La inteligencia es pulsión antropomórfica, prorrumpe irrefrenable para emancipar: pero, en ocasiones, igual pervierte al bien que mutará hacia la deformidad. El bestialismo es un monstruo político cívico/militar elevado a una potencia incalculable. Nace y emite llantos, como cualquier bebé inofensivo, luego propaga rugidos que atemorizan a quienes están fortuitamente condenados a vivir en tinieblas.
El bestialismo tiene por metodología simple encadenar al corpus social al cual mira rehén, sometiéndolo a sucesivas e ininterrumpidas penurias. Los ciudadanos no tienen tiempo para detenerse a meditar respecto a los sucesos que lo afectan con extrema peligrosidad, porque deambulan aturdidos: hambrientos, en harapos, presas del pánico ante la presencia multimediática de los señores de la supremacía y su fuerza armada mercenaria que sofocará cualquier intento de rebelión.
Parece una doctrina blindada, imposible de sanación como el sufrimiento de quien sufre una enfermedad terminal.
Las bestias cansan a quienes acechan y sitian, pero también se fatigan mientras lo hacen. No es la fe esperanzadora la que restaura un corpus social encadenado, la hace la pulsión antropomórfica que de súbito e irrefrenable prorrumpe. Sus profesos lo saben: por ello apelan al recurso de la propaganda alienadora, el timo mediante transitorios auxilios de hipócrita y bienhechora madre. La penalización del pensamiento emancipador se convierte en uno sus principales e ilegítimos instrumentos jurídicos para la dominación.
El bestialismo es venenoso y corrosivo, gangrena el tejido que recubre a seres desnutridos cuyos sistemas nerviosos centrales infectan severamente. Te golpea al amanecer, en el curso del día y durante la noche. No da tregua, impide olvides que le perteneces: estás en este mundo para que él experimente con tu vida antes de alimentarse de tus restos mortales. Es caníbal.
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