«No somos traidores», es posible vivir en armonía con los ucranianos. Así de rotundo replican al presidente Vladímir Putin inmigrantes rusos que viven en Miami después de que el gobernante les atacara con dureza por mostrarse críticos con su Gobierno y la invasión a Ucrania.
Ekaterina Vasilchenko, de 39 años y residente en estados unidos de larga data, dice que es «sencillamente ridícula» la arremetida que el presidente les propinó esta semana al considerar que los rusos que viven en Occidente y no promulgan con sus políticas son «escoria» y unos «traidores».
Putin les tachó de ser la llamada «quinta columna» de Occidente y aseveró que el pueblo ruso sabe distinguir a los patriotas de los miserables y los «escupirá como a una mosca que entró en la boca» a través de un proceso «natural y necesario de autolimpieza de la sociedad».
Y puso la mira especialmente en los rusos que viven en Miami y en la Costa Azul francesa y aquellos que «no pueden vivir sin el foie gras, las ostras o las llamadas libertades de género», y por eso se sienten de una «raza superior» y no apoyan a su pueblo natal.
«La pequeña Moscú»
«No me siento una quinta columnista», dijo visiblemente enojada Vasilchenko, que acudió a un pequeño centro comercial lleno de comercios y cafeterías rusos en la ciudad de Sunny Isles, aledaña a Miami Beach, y donde hay una numerosa comunidad procedente de ese país.
Con 9,6% de la población, los rusos lideran la lista de la comunidad extranjera más numerosa en esta ciudad caracterizada por su amplia playa, hoteles y altas torres de residencias de alto nivel adquisitivo.
Tanto es así que a esta comunidad se la conoce como «La Pequeña Moscú», aunque en ella conviven con inmigrantes de otros países de Europa del este, incluidos los ucranianos, a los que estos días atienden con más cariño del habitual, como explica a Efe Iuliia Pash.
«Aquí vivimos todos juntos, rusos, ucranianos y bielorrusos e intentamos apoyarnos todos los unos a los otros, ahora especialmente a los ucranianos por la situación horrible que están viviendo, y estamos todos muy tristes por lo que está sucediendo», indicó esta mujer que salió de Rusia hace menos de un año para instalarse con su esposo en el sur de Florida.
Tanto Pash como Vasilchenko rechazan de plano que los expatriados sean «malos rusos» por criticar las políticas de Putin y la invasión de Ucrania.
Pero no son las únicas. Unas letras pegadas en un tacho de basura situado en la puerta de un popular comercio de típicos productos rusos no dejan mucho espacio a la duda: «Putin kaput» («Putin está acabado»). Y hasta las bocas de incendio de esta zona lucen los colores amarillo y azul de la bandera de Ucrania.
Incluso un empresario ruso residente en Florida, Alex Konanykhin, que es cofundador de la empresa tecnológica Transparent Business, ha ofrecido una recompensa de un millón de dólares a cualquier policía que arreste a Putin por ser un «criminal de guerra, según el derecho ruso e internacional».
El exbanquero y antiguo miembro del círculo político del expresidente Boris Yeltsin, dijo que seguirá ayudando a Ucrania en sus «heroicos esfuerzos para resistir el asalto de la horda de Putin«.
Miedo a diferentes visiones de la realidad
Vasilchenko cree que Putin tiene miedo de que los inmigrantes ofrezcan a sus familias y amigos una visión de la realidad diferente a la que se difunde en Rusia.
Ella misma tiene un blog donde intenta levantar la voz y hacer «antipropaganda».
Pero reconoce que es muy difícil, porque sus compatriotas llevan años escuchando una sola cara de la verdad y es «extremadamente difícil» abrirles los ojos de que «el mundo no es el enemigo de Rusia y no hay necesidad de proteger a Rusia matando al país vecino».
Tal es la situación que Pash indica que no puede hablar con su familia y amigos en Rusia porque ellos reciben una información tan «opuesta» a la que ella les transmite que no pueden discutir sobre el tema.
«No soy un mal ruso por vivir en Estados Unidos, al igual que no hay malos rusos en Rusia, pero ellos tienen que ver una única televisión y no tienen otra información, porque todos los canales están cerrados», dice.
Vasilchenko dice que son rusos, sin más, que decidieron dejar su país por una amplia variedad de motivos y que tienen derecho a hacerlo sin que se les acuse de traición.
Pero Putin no lo ve así y les acusó de estar «dispuestos a vender a su propia madre» solo para poder «sentarse en el vestíbulo de la casta más elevada», en este caso Estados Unidos, y que Occidente está provocando una «confrontación civil en Rusia» y les utiliza para conseguir ese objetivo.
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