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Delcy Eloína y Félix se fueron pa’ Turquía

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Esa tarde Delcy Eloína le dijo a Félix: ¡Prepara tus cosas que nos vamos a Turquía! ¡Ah, y no olvides tu traje de baño, porque para donde vamos es Antalya, que, según medio supe, está en la costa mediterránea!

No hay nada que deba gustar más a los altos funcionarios del régimen madurista que los viajes y placeres,cortesía de sus intempestivas “misiones revolucionarias”. Muchas de esas las han compartido la “vicepresidenta ejecutiva” y su pupilo “canciller”, desde los tiempos de su incipiente camaradería en la Embajada de Venezuela en Londres, por allá bien lejos durante el segundo mandato del siempre reprochado Rafael Caldera.

El propósito-fachada del nuevo viaje ejecutivo era el II Foro Diplomático de Antalya, cuya instalación, el 11 de marzo, estuvo a cargo del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y que en esta ocasión centró su discusión en la transformación y robustecimiento de la diplomacia, con miras a solucionar las tensiones mundiales.

Por supuesto que Delcy habló, y dijo lo que cualquiera pudiera suponer: que no habrá ganador en la guerra entre Rusia y Ucrania; que se hace necesario llamar a la diplomacia y al diálogo constructivo y activo para llegar a la paz y evitar más sacrificios de los pueblos de esos dos países. Otra más de las movidas diplomáticas cínicas del régimen.Como si Maduro no hubiese apoyado públicamente la aventura militar de Putin desde el mismo primer día de la invasión.

Y habló de las guerras económicas que conducen al castigo colectivo de los pueblos, de esa gran cantidad de países que en pleno siglo XXI siguen siendo víctimas de medidas coercitivas unilaterales impuestas por el imperio norteamericano para poner de rodillas a naciones soberanas como Venezuela. Bla, bla, bla… lo mismo de siempre.

Menos mal que todo no podía ser tan aburrido. La verdadera razón del viaje de Delcy y Félix a Turquía tuvo que ver con la presencia del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, quien, al margen del Foro Diplomático, tenía una cita con su homólogo turco, Mevlüt Cavusoglu, para ver si entre ambos encontraban alguna fórmula mágica que abriera las compuertas de la esperanza en Ucrania.

Ya su hermanito Jorge Rodríguez había hecho lo suyo el fin de semana anterior al recibir en Caracas, junto a Maduro y Cilia Flores, a la delegación gringa encabezada por Juan González Román, director-asesor del Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental de la Casa Blanca, acompañado de James Story, representante especial de los Estados Unidos para Venezuela, y Roger Carstens, enviado especial de Estados Unidos para asuntos de rehenes.

Ahora le tocaba a la hermana maravilla confundir un poco más las cosas, pero, sobre todo, decirle directamente al canciller ruso que eso del señor González y del embajador James Story, era solo una jugada táctica, que nada que ver, pero que, eso sí, que le recordara a su jefe Vladimir que esos reales de Pdvsa y del Ministerio de la Defensa que se encuentran en los bancos rusos sancionados por Occidente… bueno, que si por favor, cuando puedan, sin mucho apuro, que los devuelvan en la primera oportunidad que se presente.

Mientras tanto, en su cuenta de Twitter, Félix dijo lo que el régimen quiere que tenga impacto: “Acompañamos a nuestra vicepresidenta, Delcy Rodríguez, en grato encuentro con el canciller de la Federación de Rusia. Reafirmamos nuestros lazos de amistad y la voluntad de profundizar nuestra cooperación estratégica”. Algo así como una movida para el control de daños y pérdidas, luego de la reunión en Miraflores.

Y es que en menos de cinco días todo se había revuelto. A Caracas había llegado, para sorpresa de la mayoría, el grupo de emisarios de Washington con una agenda sobre la cual aún se sigue especulando. Pero más allá de la temática, la sola visita, la fotografía de unos enviados del ejecutivo de Joe Biden a Miraflores, había convertido en realidad uno de los mejores sueños de Nicolás.

Es decir, un gobierno que reconoce la investidura de Juan Guaidó como presidente interino, ovacionado de pie por ambas cámaras del Congreso de los Estados Unidos durante el discurso del Estado de la Unión, pronunciado por el expresidente Donald Trump, en febrero de 2020, ahora recibiendo la estocada final.

La administración Biden siempre se jactó de decir que una negociación y diálogo directo con el régimen venezolano estaba fuera de toda consideración; tanto así que en la mesa de negociaciones de México ni siquiera asomó la posibilidad de estar representado como garante o facilitador, lo que sí hicieron los Países Bajos y la misma Federación Rusa. La presencia de González y el embajador Story en Caracas da un vuelco completo a ese enfoque, esperándose nuevos contactos próximamente.

Pero ¿quién queda más estropeado después de todas estas artimañas diplomáticas?

Lo primero es que la figura de Juan Guaidó, a quien no se le habría informado de la reunión, y esto fue, según, corroborado por su propio embajador en Estados Unidos, Carlos Vecchio, parece haber quedado definitivamente fuera de todo protagonismo. A Nicolás Maduro, por su parte, se le vio tan contento que, sin recibir nada a cambio, liberó a dos de los estadounidenses detenidos por su gobierno de facto.

Para muchos resulta humillante que la administración Biden haya enviado a Miraflores a tres de sus altos funcionarios, desatino que contrasta con la narrativa oficial de apoyo al interinato de Guaidó, y que representa un triste reconocimiento indirecto del régimen, en medio de la crisis global generada por la invasión a Ucrania a manos de su máximo aliado y paria internacional.

Cada uno saca sus cuentas. El régimen es consciente de la inviabilidad, al menos a corto plazo, de un acuerdo de suministro energético con Estados Unidos, por las razones técnicas y operativas obvias, pero sobre todo por imperativos políticos de mucho peso relacionados con el estatus de sus relaciones estratégicas con Rusia.

Por otra parte, ante la difícil situación en la que se encuentra su socio Vladimir Putin, Nicolás Maduro se verá obligado a volver a la mesa de diálogo de México, tal y como sugirieron los enviados de la Casa Blanca a Caracas; un instrumento que siempre ha servido al régimen para ganar tiempo y dividir a la oposición venezolana, pero que lo hace soñar en estos momentos con la eventualidad de una flexibilización de las sanciones económicas. Esto último pareciera ya estar bastante adelantado.

En otro sentido, la visita a Caracas puede interpretarse como una torpeza más de la administración Biden ante la patética ausencia de mejores ideas, o una movida que esconde algo que aún no quiere ser revelado.

Y es que, en una comparecencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, sobre el tema de los emisarios en Caracas, la subsecretaria para Asuntos Políticos del Departamento de Estado, Victoria Nuland -en un intento por responder las inquietudes del senador republicano, Marco Rubio-, dio a entender con gestos y palabras timoratas que había aspectos de las conversaciones con Miraflores que merecían ser tratadas en otro tipo de escenarios.

El mismo Juan Guaidó, luego de haberse reunido con los enviados de Washington, prometió que brindaría más información sobre lo conversado, una vez que hayan culminado ciertas “labores de coordinación con el gobierno de Estados Unidos, atendiendo a razones de interés y seguridad nacional de ese país”.

En fin, Delcy Eloína se fue a Turquía con Félix a un costado; habló de diálogo y de paz en el II Foro Diplomático de Antalya; se juntó con el ministro de Asuntos Exteriores Serguéi Lavrov, y, sospechosamente, regresó mostrando gran entusiasmo por el “esperado” avance de las relaciones entre el régimen y la Casa Blanca, a raíz del encuentro en el Palacio de Miraflores.

De esto hay que tomar debida nota, en virtud de que seguro es que las salas situacionales de La Habana y Caracas ya han realizado las evaluaciones de rigor sobre el impacto en la gestión de sus gobiernos, que proyectan las duras sanciones de Occidente contra Rusia

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