Les quedan menos de 24 horas y lo saben bien.
Desde la medianoche que separa el viernes del sábado, ningún venezolano sin pasaporte podrá ingresar a territorio peruano, uno de los principales destinos de la masiva diáspora que huye de la grave crisis económica en Venezuela y se extiende por el continente.
Es por ello que los migrantes salidos de Venezuela que no cuentan con el codiciado documento redoblan el paso, multiplican esfuerzos para conseguir buses y aceleran en las carreteras para vencer esta auténtica carrera contra el tiempo.
El objetivo de la inmensa mayoría es ingresar a Perú a través del paso migratorio que se encuentra entre la ciudad ecuatoriana de Huaquillas y la población peruana de Tumbes
BBC MUNDO
Si lo logran, se extenderán por las decenas de ciudades de ese país donde ya se encuentran más de 350.000 de sus paisanos. Entre ellos, familiares y amigos.
Si fracasan y no cruzan la frontera a tiempo, la incertidumbre sobre su futuro será aún mayor.
Ellos dicen que lo que sucede es una injusticia porque obtener un pasaporte en Venezuela se ha vuelto casi una misión imposible o, cuanto menos, una tarea muy costosa.
Los venezolanos se bajan en la frontera de Colombia, realizan migración y de inmediato se montan en otro bus en Ecuador. GETTY IMAGES
Bryan
Con un poncho, una mochila, los pies destrozados y sin pasaporte, Bryan Vicuña, de 24 años, se encuentra en las puertas del ingreso a Ecuador.
Sabe que le queda poco tiempo, pero antes de seguir la marcha debe obtener la Tarjeta Andina, el documento que permite que Perú le abra las puertas siempre y cuando llegue a la frontera antes de que entre en vigor la nueva medida.
Bryan Vicuña lleva 20 días de viaje y se apresura para llegar a Perú. BBC MUNDO
Dejó Venezuela y llegó hasta el límite entre Colombia y Ecuador caminando o montado en la parte trasera de camiones cuyos conductores se apiadaron de él.
«En el camino hay personas que te ayudan y otras que no», relató a BBC Mundo este jueves.
Lleva 20 días de viaje desde que comenzó la travesía en Valle de la Pascua, en el norte de Venezuela.
Está en la recta final y por eso el suspenso lo tiene muy inquieto.
Apenas él y sus amigos advierten la presencia de cámaras y periodistas, se acercan a preguntar si es cierto que hay buses solidarios que están llevando a venezolanos hasta Perú.
El rumor se riega como pólvora en la frontera…
Circula la noticia de que varios buses partirán de Quito para asegurar que cientos de venezolanos lleguen a tiempo a su destino.
Seis horas de viaje separan a Vicuña de Quito y de los buses solidarios que pueden garantizarle lograr su objetivo.
«Quiero una chambita (trabajo) para mandarle plata a mi familia», dice el joven.
El largo viaje
De la terminal de buses de la ciudad ecuatoriana de Tulcán, en la frontera con Colombia, sale un motorizado cada 20 minutos.
Personal de seguridad del lugar señala que ese movimiento es normal porque los destinos son poblaciones a lo largo y ancho de Ecuador.
Lo que sí es llamativo desde hace semanas es que los usuarios sean generalmente más venezolanos que ecuatorianos.
Carlos González es uno de ellos.
Es difícil confundirlo ya que lleva una mochila con los colores de Venezuela en la espalda.
Cae la tarde del jueves y espera junto a su numeroso equipaje que llegue el bus que lo llevará hasta Quito.
Desde allí pasará por varias poblaciones (y también algunos buses) hasta Guayaquil.
Luego serán cuatro horas más hasta Huaquillas y 30 minutos hasta el punto fronterizo con Perrú.
Los buses son el medio de transporte más usado, pero no el único, por los migrantes de Venezuela. GETTY IMAGES
Es jueves en la tarde y confía en tardar menos de 24 horas entre los trasbordos y recorridos a lo largo de los más de 850 kilómetros que lo separan de su destino.
Ecuador es un país de buenas carreteras pero accidentada geografía, por ello un viaje de esta naturaleza puede tardar más de un día.
La difícil reunificación
Con o sin pasaporte, una buena parte de los venezolanos que avanza hacia Perú alega que se dirige hacia ese país debido a que ya tiene familiares que viven allí o que esperan que los alcancen en el futuro.
Yelitza Baldivieso va al encuentro de una sobrina y una cuñada. Atrás dejó a su marido, hijos y hermanos. Lleva a sus sobrinos pequeños. A los casi 60 años va a empezar una nueva vida tratando de escapar de la hiperinflación y de la escasez de alimentos y medicinas en Venezuela.
Jacobo Noguera abandonó la ciudad venezolana de Maracay y a sus padres. En Lima lo espera su hermano, con el que sueña abrir una panadería. El gran objetivo: enviar dinero a su madre.
Los venezolanos huyen principalmente de la inestabilidad, la hiperinflación y la crisis económica en su país. GETTY IMAGES
Iván Sarmiento tardó 14 horas en llegar de Caracas a Colombia y otros dos días en alcanzar Ecuador. Le falta una jornada más para llegar a Perú. Dejó atrás su sueño de ser futbolista y a la abuela que lo crió. Lo último es lo que más le duele. Tiene un hermano en Chile y una en Estados Unidos.
Willmer Ferrer dejó a su esposa y dos hijas en Caracas. Su madre emigró a España hace tres meses. Sueña con trabajar como técnico en telecomunicaciones, «o de lo que sea porque el trabajo no deshonra», y juntar en Perú a su familia. Cree que pasarán muchos años antes de que todos se puedan reunir en Venezuela.
Jesús Camargo dejó a toda su familia en San Cristóbal, en la frontera con Colombia. No sabe bien en qué lugar de Perú se asentará, pero escuchó que hay un barrio con muchos venezolanos en Lima. Viaja con su «compadre», pero éste no tiene pasaporte. Por eso están a contrarreloj.
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