La reunión entre Estados Unidos y Nicolás Maduro es táctica y de resultado «muy incierto»: presionarle para negociar con la oposición ahora que Venezuela necesita colocar el petróleo que vendía a China, donde pasa a competir con Rusia, bajo sanciones por la guerra en Ucrania, estiman analistas.
A primera vista puede parecer que la delegación de alto nivel acudió a Caracas para reunirse con Nicolás Maduro -acusado de narcotráfico por el Departamento de Justicia estadounidense- movida ante todo por la volatilidad en los mercados energéticos mundiales tras las sanciones impuestas a Rusia por su invasión de Ucrania.
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Pero «Maduro necesita mucho más al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que Biden a Maduro, incluso en esta coyuntura», afirma a la AFP Francisco Monaldi, director del programa latinoamericano de energía del Centro de Estudios Energéticos del Instituto Baker.
A Maduro se le acumulan los problemas: las sanciones impuestas a raíz de las elecciones de 2018, que Estados Unidos y la Unión Europea consideran fraudulentas, le obligan a exportar petróleo a China y el dinero es depositado en cuentas en bancos rusos, que en estos momentos están congeladas por la guerra en Ucrania. «No se sabe cuánto dinero tiene allí pero en torno a miles de millones de dólares», afirma Monaldi.
Petróleo ruso en China
«Si los rusos no exportan a Occidente tienen que buscar otro mercado, es decir, China, y se ven obligados a ofrecer descuentos gigantescos de su crudo para poderlo colocar… Le van a quitar el mercado a Maduro, que tiene que buscar otro», añade.
Antes de la guerra en Ucrania, Maduro estaba en una posición de fuerza «con precios de petróleo altísimos y habiendo logrado evadir las sanciones con la ayuda de Irán; de hecho no quería negociar nada», apunta el experto.
«Desde hace tiempo había interés de Washington en ver si era posible una ruta de concesiones mutuas» y tres grupos lo pedían: los familiares de los prisioneros estadounidenses detenidos en Venezuela, las petroleras y la oposición venezolana, que reclamaba a Estados Unidos un gesto para resucitar las negociaciones con el gobierno en México, afirma Mariano de Alba, experto en Venezuela en el International Crisis Group.
Geoff Ramsey, director del programa de Venezuela en la Oficina en Washington para asuntos Latinoamericanos WOLA, considera que «si no hubiera sido por la situación geopolítica, esto no sería tan urgente, pero Estados Unidos lleva meses señalando que está dispuesto a levantar las sanciones a cambio de ventajas verificables» y el anuncio de Maduro de que está dispuesto a volver a la mesa de negociación «es un indicador de que la administración Biden le está presionando» y pidiendo «una agenda de reinstitucionalización democrática».
El lunes Maduro anunció la reactivación «con mucha fuerza» de un proceso de diálogo en México con la oposición liderada por Juan Guaidó, considerado presidente interino de Venezuela por Estados Unidos y más de 50 país.
No solo eso. Al día siguiente liberó a dos estadounidenses que llevaban años tras las rejas en Venezuela, aunque quedan más encarcelados en el país.
La política de Biden no conlleva un cambio inmediato.
Maduro sigue acusado por el Departamento de Justicia, que ofrece una recompensa de 15 millones de dólares por información que lleve a su captura.
«Eso no ha cambiado. A muy corto plazo, el tema parece un esfuerzo transaccional para obtener acceso a mayores suministros de petróleo, pero tiene un costo significativo, incluida la percepción de que Estados Unidos ahora prioriza el petróleo sobre la democracia y los derechos humanos, el fortalecimiento del régimen de Maduro tanto política como financieramente, y el socavamiento de Juan Guaidó», afirma Eric Farnsworth, vicepresidente del centro de estudios Consejo de las Américas.
¿Alejarlo de Rusia?
Guaidó, quien pide que cualquier eventual levantamiento de sanciones se condicione «a avances reales hacia la transición a la democracia y la libertad de Venezuela», podría estar dolido con Washington.
Y es que el gobierno estadounidense «claramente no se coordinó con él», afirma Farnsworth, para quien el «potencial beneficio» de la política de Biden es «muy incierto e incluso improbable».
Venezuela, el país con mayores reservas de oro negro, no puede aumentar mucho su producción a corto plazo porque «no ha perforado ni un solo pozo en 18 meses», afirma Monaldi. «Se podría subir quizá hasta un millón de barriles, de los aproximadamente un poco menos de 800.000 que produce hoy».
El viaje a Caracas se produjo en un contexto de fuerte inflación en Estados Unidos a pocos meses de elecciones de medio mandato en noviembre en las que, según los sondeos, los republicanos podrían arrebatar a los demócratas el control del Congreso.
Pero traer petróleo de Venezuela no parece una solución milagrosa.
Para aliviar el precio de la gasolina hay que bajar el del petróleo en el mercado internacional porque «suplir unos barriles que los rusos dejaron de aprovisionar» tiene «prácticamente cero impacto» en cuánto van a pagar los estadounidenses, afirma Monaldi.
¿Busca entonces alejar a Maduro de Rusia?
«Es fantasioso anticipar que Maduro le dará la espalda a Putin, por mucho que Estados Unidos lo corteje» porque le ha ayudado «a mantener su control sobre el poder», zanja Farnsworth.
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