“Todos los soberanos rusos son autócratas y nadie los critica; el monarca puede ejercer su voluntad sobre los esclavos que Dios le ha dado… Sí desobedeces al soberano cuando comete una injusticia no solo eres culpable de un delito grave, sino que condenas tu alma, ya que el propio Dios ordena que obedezcas ciegamente a tu príncipe”
Iván IV (el Terrible)
Russky Mir o Mundo Ruso es una asociación creada por Vladimir Putin, líder de la Federación Rusa, para reivindicar los patrones comunes culturales y de identidad que interconectan a toda la idea reminiscente de un imperio ruso en comunidad con todas las naciones ruso parlantes; esta pretensión de reivindicar el imperio de los zares coloca a Putin más cerca de Catalina la Grande y del apodo de “Grozni” (terrible), asignado al zar de todas las Rusias, Iván, que de los lugares de Lenin y Stalin. Por Lenin siente Vladimir Putin cierta ojeriza, pues según su visión desarticuló a Rusia. Igualmente, en esta idea rumiante y obsesiva que trepana los sesos de Vladimir Putin, los periodos de Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin dieron al traste con la unidad de la identidad cultural y semiológica del mundo ruso, en tal sentido, él se siente llamado a reivindicar esos errores cometidos y así devolverle a Rusia todos los territorios que por nexos comunes de la historia, la lengua, las creencias y el marco cultural le pertenecían.
El actual conflicto en Ucrania amenaza con ser el evento más cruel, peligroso y transformador en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. En la visión expansionista de Vladimir Putin existe un espacio común en el cual Rusia y Ucrania son un mismo pueblo, una misma identidad, en tal sentido no considera para nada censurable el uso de la fuerza militar para anexar Ucrania a la Federación Rusa, la misión es unir a todos los pueblos ruso hablantes que pertenecieron una vez al imperio zarista, de Catalina de Rusia llamada la Grande, expandiéndose hacia el sur cerca del mar Negro, llegando incluso a Georgia.
Este mundo ruso de una sola lengua, una única identidad y una sola religión no tiene fronteras internas, existe un alto componente místico religioso en toda esta visión expansionista, lo cual le confiere un alto grado de peligrosidad, pues cuando la religión entra en los terrenos de la política, la racionalidad es expulsada e impera la visceralidad y los instintos propios de la posverdad, agravada por posturas individuales en el meco de las creencias, así para la Iglesia Ortodoxa rusa Kiev es una suerte de nueva Jerusalén, y de ser anexada Ucrania, no cabe la menor duda de que la capital será removida a esta ciudad, pues los vínculos místicos, culturales y nacionalistas le confieren a Kiev mayor peso que a Moscú o San Petersburgo.
Para Putin, Ucrania no es un país más, es una nación eslava, la cuna del pueblo ruso, antepasado común de rusos, ucranianos y bielorrusos, así pues, Ucrania es un punto común en la identidad de esta visión expansionista de Vladimir Putin y en su lógica de anestesia moral, todos los excesos y actos de violencia quedan plenamente justificados, pues se estaría reivindicando el mundo ruso sin fronteras existentes, idea que el propio Putin preconiza sin limitación alguna, es más, con una preocupante fruición que el mundo occidental decidió dejar a un lado sin advertir sus consecuencias. Quiero detenerme en la idea de la infinitud geográfica del mundo ruso que retumba en la cabeza de Vladimir Putin, con aquella hórrida idea recogida por los historiadores acerca del tiempo que para los nazis tendría el III Reich, para ellos el Estado nacionalsocialista sería eterno y nada más existiría luego de sí mismos, obviando el horror, la crueldad y el Holocausto causado en su empeño por el poder total, la postura de la continuidad infinita del Russky Mir de Putin hace comunión perversa con la noción de la dominación total de Adolf Hitler; en un solo vuelo de pensamiento se estarían reeditando en el siglo XXI los peores horrores cometidos en el siglo XX, de allí se desprende la absoluta preocupación por el devenir de este evento.
Igualmente, este Mundo Ruso desprecia a Occidente, al que culpa de todo lo malo que ocurre y es el gran enemigo que hay que vencer, algo que hace comunión con ideologías perversas que costaron millones de vidas y la eclosión de la II Guerra Mundial. Estos días han mantenido al mundo en el hilo de la angustia por su existencia, en estos días acudimos a un preocupante espectáculo de declive del mundo occidental y su influencia en términos de acción, aunque siendo sinceros no se puede dejar de reconocer la unidad de criterios en torno a la libertad, la democracia y la progresividad, que han llevado a todos los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, así como a los miembros de la Unión Europea a actuar en una sola dirección para contener las apetencias expansionistas de Rusia, lo cual no los exculpa de la indolencia y frivolidad con la cual trataron el asunto ruso y su postura que hacia despreciable por inocuo el liderazgo de una personalidad vórtice como la de Vladimir Putin, al frente de un país con severos problemas económicos pero con poderío militar.
Acudimos entonces al colapso de Occidente, toda Europa Occidental y buena parte del mundo de Occidente son rehenes de Rusia y de su provisión de materias primas, entre ellas la energía. Estados Unidos ha cometido errores tácticos importantes como el abandono del oleoducto de Keystone, conducto que uniría a Canadá desde el estado de Alberta con Estados Unidos en el estado de Nebraska. En medio de esta coyuntura contar con esa fuente de abastecimiento seguro le habría ahorrado a la administración de Joe Biden el hecho de acudir a Venezuela, lo cual es a todas luces un oxímoron pues esta misma administración ratificó la amenaza que supone Venezuela para los intereses estadounidenses, además de que el régimen de Maduro es absolutamente cercano a Vladimir Putin, pues su permanencia depende del apoyo geopolítico que le confieren regímenes autoritarios como el de Moscú, y allí reside también una estrategia que ha pasado inadvertida por el mundo occidental.
La influencia cada vez mayor de Rusia y China en América Latina, fomentando regímenes autoritarios e irrespetuosos del Estado de Derecho, de las libertades y de la democracia, regímenes que abjurasen de todos los aportes de Occidente y se pivotasen en la cosmovisión del poder oriental, sultánico, absoluto y total.
En estos momentos no se advierte en qué modo y manera Venezuela puede suplir el petróleo y el gas dejados de comprar a Rusia, sobre todo atendiendo al profundo grado de descalabro causado a la industria petrolera nacional, tras años de desinversión y abandono; además del intrusismo de técnicos rusos, chinos e iraníes en un patrón tecnológico que no comprenden, pues nuestras refinerías están ideadas para que sean operadas con tecnología Exxon Mobil de factura estadounidense. La contracción de la capacidad de producción de la industria petrolera no logra superar la brecha de los 700.000 barriles por día; sin embargo, el aumento de los precios del petróleo ha logrado que el régimen de Maduro logre contener el tipo de cambio con el concurso del Banco Central en la mesas de dinero y se vislumbre una modesta recuperación de la economía nacional en 6,8%, un valor que en nada compensa los 8 años de descalabro del madurismo. La crisis en Europa Oriental ha supuesto un ajuste salarial cercano a 39,44 dólares en Venezuela, el cual no es suficiente para conseguir la recuperación del ingreso. Los vínculos del régimen de Maduro son infinitamente más robustos y sólidos con Moscú que con Washington, con lo cual la proxémica de Estados Unidos hacia Venezuela reviste un importante revés o error de estrategia por dos factores: primero, el país no está en capacidad de producir el petróleo necesario para Estados Unidos, a menos de que se invierta en la infraestructura abandonada de la industria petrolera nacional, y por otra parte, los vínculos políticos e ideológicos con Vladimir Putin son incontrovertiblemente robustos. Caracas se sustenta en Moscú y el régimen de Nicolás Maduro es aliado de Rusia, desprecia igualmente la democracia y la libertad y por ende, no es un proveedor seguro de energías.
Finalmente, la invasión a Ucrania nos deja ver por ahora aspectos importantes de un proceso de debilidad de Occidente frente a los intereses expansionistas de Rusia y China, el abandono del devenir político de América Latina ha conducido al derrotero de que esta expansión del mundo ruso haya encontrado terreno fértil en la comunidad de intereses autoritarios de la región, y la absoluta falta de tino estratégico de Estados Unidos, al considerar a Venezuela un proveedor seguro. Todo el concepto del mundo occidental libre y democrático está en interdicción ante la expansión abierta, grosera y sin consecuencias del totalitarismo oriental.
“Incluso antes del nacimiento de Iván, el patriarca de Jerusalén predijo que su padre, Basilio III, tendría ‘un hijo malvado’. Justo después de su nacimiento, que tuvo lugar en medio de una lluvia torrencial, otra profecía vaticinó: Un zar ha nacido entre vosotros y tiene dos dientes. Con uno nos devorará a nosotros y con el otro…, a vos”. Cuando murió, 54 años después, Iván IV se merecía con creces el apodo de Grozni o Terrible”
Twiss Miranda: Los más malos de la historia del siglo I hasta nuestros días (2003) Editorial Planeta.
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